Laborcillas, balcón que mira al pasado

Laborcillas es un pueblo modesto hasta en el nombre. Las pequeñas labores que dieron origen, en el siglo XVI, al cortijo de Las Laborcillas han marcado históricamente el buen carácter de sus gentes, conocidas por ser amables, acogedoras, serviciales y trabajadoras. Aunque tuvo municipio propio y ayuntamiento –desde 1836 hasta su fusión con el de … Leer más

Hechicería en el Guadix de finales del S. XVI

La hechicería era la forma más simple de magia practicada en las sociedades antiguas. La hechicera, conocida desde la antigüedad clásica, realizaba su actividad de forma individual, recibía estipendio por su trabajo y era un personaje fundamentalmente urbano. Para lograr sus fines, recurría a pociones, como la sangre menstrual o la orina, a fetiches como pelos, uñas, soga de un ahorcado, a animales como los sapos y a veces a las estampas de la Virgen, del Señor o de los santos. Sus ritos los acompañaba de palabras, gestos y actitudes. Cada hechicera utilizaba los materiales que consideraba más adecuados para conseguir aquello que buscaba. Se les buscaba para conseguir el amor de alguien, para echar un maleficio y conseguir su muerte o para buscar la curación o sanación.

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Denuncias por invocar al demonio para quitar un hechizo, curar por artes mágicas y decir oraciones para encontrar a un animal que se pierde. Años 1565 y 1576

Sobre el tema de denuncias por prácticas supersticiosas y de hechicería para curaciones y librar al ganado de alimañas durante los siglos XVI y principios del XVII ya han aparecido en este blog de historia algunos casos. Hoy traigo tres procesos más que nos dan una idea de la proliferación de estas prácticas en el último tercio del siglo XVI.

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Laborcillas, balcón que mira al pasado

guadix-ruta5-castellonesLaborcillas es un pueblo modesto hasta en el nombre. Las pequeñas labores que dieron origen, en el siglo XVI, al cortijo de Las Laborcillas han marcado históricamente el buen carácter de sus gentes, conocidas por ser amables, acogedoras, serviciales y trabajadoras. Aunque tuvo municipio propio y ayuntamiento –desde 1836 hasta su fusión con el de Moreda en 1974–, siempre fue una aldea pequeña, apegada a la tierra y al cereal.
Durante los siglos XVII y XVIII la mayor parte de las tierras pertenecían al Marqués de Villalegre, quien tenía en la cortijada su casona rural, todavía en pie en el centro del pueblo, aunque muy transformada, conocida como la Casa Grande. En el siglo XIX Laborcillas pasa a ser propiedad de D. Manuel García Molero, cura de Diezma, quien luego repartió la finca entre sus siete sobrinos.

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