El PASADO de Guadix y su Gente | Antaño y Hogaño

ANTAÑO Y HOGAÑO. EL PRESENTE Y EL PASADO DE GUADIX Y SU GENTE

En tiempos pasados, aunque no muy lejanos, se decía que en Guadix abundaba gente pendenciera que siempre andaba buscando pelea que en muchos casos terminaba sacando la navaja.

En los siglos XVIII y XIX fueron tan famosas las navajas que se fabricaban en Guadix, conocidas como guadeñas o guadijeñas, que en la actualidad se pueden comprar cuchillos con la marca “Guadix”. Para recordarnos y dar fe que en nuestra ciudad se fabricaban cuchillos y navajas tenemos en pleno centro una recoleta placeta con el nombre de los Cuchilleros.

Hoy traigo a colación un artículo del semanario “EL ACCITANO”, escrito por Garci-Torres, seudónimo de José Mª García-Varela y Torres, que nos acerca al Guadix de 1892, aunque el redactor se pone a recordar, entre otras cosas, lo que a él le había contado su padre sobre:

“una docena de hombres bravos y valentones que mezclados con los beodos más contumaces armaban camorra tras camorra y eran fervientes devotos del imperio del más fuerte”

“Uno de estos días paseaba por las afueras de esta población. Iba completamente solo. Mi imaginación llevó a mí espíritu a muchas partes; luego me recordó el pasado y me entretuvo en el presente de la antigua Acci contemplando su adelanto moral en la época moderna.

Vinieron a mi memoria los tiempos que fueron y recordando lo que acerca de ellos he oído no pude por menos de convenir conmigo mismo ser una concluyente verdad que hace cincuenta años (sobre 1842) la existencia se pasaba intranquila y llena de sobresaltos, siendo merecida la fama de “traviesos” de que gozaban algunos hijos de Guadix y por ende todos sus habitantes sin ser acreedores a ello.

Y vuelvo a Guadix. Rara era la noche que no descargaba una nube de garrotazos por esas calles de Dios produciendo las contusiones y quebraduras de huesos consiguientes. No había novio que a la corta o a la larga no fuera turbado en su “dulce coloquio” por algún gracioso que le propinaba senda paliza. No venía, por último, domingo o día de reconocida festividad que no hubiera riña en alguna calle, que se regaba con sangre humana, alguna vez con frecuencia sensible.

Las “peleas” de la ciudad, no hace muchos años, recuerdo se asemejaban a un prolongado vía-crucis. Había muchas calles que ostentaban cruces, indicadoras de que en aquel sitio había caído expirante algún ser humano víctima de la crueldad, del odio, del resentimiento o de alguna riña nacida de la causa más parva, indicando que allí había de rogarse a Dios por la salvación de aquella alma pidiendo alguna oración al caminante.

Hoy se ha abolido esta costumbre piadosa y ello unido a que las cruces que había desaparecieron y a que las muertes violentas son tan raras, no se halla una sola. Se cuenta que aquel estado de cosas era hijo de existir una docena de hombres bravos y valentones que mezclados con los beodos más contumaces armaban camorra tras camorra y eran fervientes devotos del imperio del más fuerte. Afortunadamente para la nación se creó la Guardia civil y ella por una parte y ellos entre sí por otra, dieron fin y remate a tan respetables personalidades.

Los hijos de Guadix, me dije, no tienen malos instintos. Terminante verdad, me contesté. Entonces ¿por qué aquellos desmanes? Por falta de educación moral, por falta de cultura, por falta de instrucción. Y en efecto, cuando mi imaginación trajo a mi espíritu treinta años más adelante, me convencí de ello.

Vi que la creación de centros docentes de primera enseñanza en doble número del que había en aquella época, que el ensanchamiento del Seminario donde aprendían más alumnos que antes y se explicaban nuevas asignaturas, que la lectura de libros y periódicos, que la más fácil comunicación con otros pueblos habían hecho a los hombres más sociables, más aplicados, más amantes del saber, más espirituales en una palabra, comprendiendo que no la fuerza del cuerpo, sino la robustez del alma y de la razón es la que ensalza al ser humano y le torna en más perfecto, siendo más valiente, respetando y haciéndose respetar, teniendo idea de sus deberes y de sus derechos que haciendo uso de la fuerza bruta por privilegiado que en ella sea.

Después, cuando llegué en mi contemplativa marcha al presente, pensé: «Esto no es aquello, aquello se fue para no volver. El espíritu triunfa de la materia ruda.» Las sociedades creadas han robado hombres a la taberna, han hecho que aquellos que sólo se conocían de vista sean hoy amigos, que los que de lejos nos parecían antipáticos nos sean simpáticos después de tratados, que haya más armonía, más fraternidad entre los individuos. La enseñanza se ha enaltecido, lo que antes era colegio eclesiástico (seminario) puramente es en la actualidad un centro que admite en su seno a la juventud que ha de dedicarse al estudio de las carreras civiles.

Han existido multitud de periódicos que, si bien han contado pocos meses de vida, han procurado ilustrar y engrandecer nuestra población. En el día se tramitarán muchos procesos, pero el robo, el homicidio y otros delitos graves no tienen aquí carta de naturaleza. La seguridad personal está sobradamente garantizada, el ciudadano respeta al ciudadano, a las autoridades, a sus superiores, es llano y no conoce la soberbia. Y como los adelantos materiales siguen tan de cerca a los que trae la civilización, adelanta la población por más que sea a paso de tortuga y se fomentan las artes, las industrias, los oficios.

La idea del progreso verdadero ha tomado posesión de nuestro país y no en vano vamos sacudiendo nuestro marasmo y se proyectan adelantos, se trazan mejoras y después se llevan a la práctica por más que haya obstáculos que vencer, asperezas que allanar y consentimientos que destruir. En conclusión: Guadix es hoy una ciudad culta y sensata, sus habitantes honrados y laboriosos.

GARCI-TORRES (José Mª García-Varela y Torres)

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EL ACCITANO. AÑO II, nº 37 de 3-7-1892

Extraído por José Rivera Tubilla

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