Damnificados por el Cólera en Guadix [1819]

EL REY FERNANDO VII ABRE UNA SUSCRIPCIÓN POPULAR PARA SOCORRER A LOS DAMNIFICADOS POR EL BROTE DE CÓLERA EN ALGUNOS PUEBLOS DE ANDALUCÍA

Cólera
Cólera

En 1819, hace ahora doscientos dos años, hizo su aparición la fiebre amarilla con especial virulencia en la ciudad de S. Fernando (Cádiz) y a pesar del acordonamiento de la villa pasó a Cádiz y enseguida a Sevilla.

La Junta Suprema de Sanidad del Reino, para evitar su propagación, dictó una serie de normas dirigidas a las Juntas Provinciales de Sanidad una de las cuales establecía que “cualquiera que aparezca invadido de calentura aguda con procedencia, roce u otras sospechas agravantes de ser la que se padece en los pueblos contagiados y sospechosos, se le remueva a algún edificio cómodo de fuera de la población”

En Guadix tras la aparición del brote de epidemia además de hacerse las rogativas públicas para obtener de Dios la exterminación de la epidemia se creó una Junta Local de Sanidad que dispuso se pusieran guardias en todas las avenidas del pueblo a fin de evitar la propagación de la peste.

El brote no llegó a alcanzar proporciones importantes, pero en este año de 1819 hubo un excesivo ingreso de enfermos en el Hospital Real de Caridad de nuestra ciudad.

Ante la situación de epidemia surgida en algunos pueblos de Andalucía el rey Fernando VII ordenó abrir una suscripción con el fin de conseguir fondos con los que ayudar a la población afectada, para lo que se envió una circular a los obispos de todas las diócesis españolas para que ellos personalmente, el clero y los feligreses de las parroquias pudieran contribuir con sus donativos. La circular enviada era la siguiente:

            “No se puede ocultar que Dios aflige a algunos pueblos de Andalucía con una fiebre epidémica que causa en ellos estragos indecibles.

Es de todos conocido las escaseces que se padecen en los pueblos, que acordonados por la necesidad de preservarse de los demás que están exentos del contagio, se hallan reducidos a sus recursos locales, siempre pequeños, atendido el número grande de los enfermos que los necesitan, y casi siempre escaseados por el temor de no poder reemplazarlos con los que proporcionan la sociedad y el comercio de que se ven privados. He meditado en mi afligido corazón esta calamidad de mis queridos vasallos, y he prodigado socorros cuantiosísimos para hacerle más llevadera su desgraciada suerte.

Ningún medio he dejado de adoptar para que los enfermos tengan el conveniente alimento, medicina y asistencia, los convalecientes todos los auxilios que exige su debilidad, y los huérfanos y las viudas de los que han sido víctimas de la fiebre contagiosa cuantos alivios permitan otras necesidades más urgentes. Uno de ellos ha sido mandar abrir una suscripción para socorro de aquellos infelices.

            Conozco que no faltarán en su diócesis necesidades bien grandes a que atender, y quizá más obligatorias que la de que se trata; pero siendo las de estos damnificados por la epidemia mayores he creído conveniente rogar a V.I. que haga lo posible para que en su diócesis se haga una suscripción popular, haciendo entender a los párrocos las graves necesidades que padecen estas personas infectadas para que las expongas a sus feligreses excitándoles a socorrerlas para manifestar así su generosidad cristiana, siendo ellos quienes recojan las limosnas que les diesen.

Madrid 4 de octubre de 1819. 
Firmado: Cristóbal Arzobispo de Heraclea

Autor: José Rivera Tubilla
Fuente. Archivo Histórico Diocesano de Guadix

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