Guadix 1899 – La necesidad que tiene Guadix de estructuras, obras públicas, industria y mejora del comercio para que pueda prosperar y mejorar su bienestar

AÑO 1899. LA NECESIDAD QUE TIENE GUADIX DE ESTRUCTURAS, OBRAS PÚBLICAS, INDUSTRIAS Y MEJORA DEL COMERCIO PARA QUE PUEDA PROSPERAR Y MEJORAR SU BIENESTAR

Hoy traigo a colación una editorial, pues no tiene firma, aparecida en el semanario “EL ACCITANO” en sus números 384 y 385 de abril de 1899. Después de enumerar las estructuras, obras públicas, industrias, mejoras del comercio para que Guadix pudiera prosperar de cara a su futuro, finaliza la editorial exaltando el trabajo que estaba realizando Antonio Marín de la Bárcena, un jurista nacido en Granada y que había sido elegido como diputado en las Cortes Generales por el distrito de Guadix.

Esta es la editorial:

“Guadix no debe mirar sólo el presente, ha de ir más allá, debe comprender que necesita hacerse de un porvenir que compense su último pasado lleno de amarguras y sinsabores. Guadix no debe contentarse con que se diga que su vega es hermosa y su campo fértil, que su situación es poética, que está coronado por las eternas y blanquísimas nieves de Sierra Nevada, que su río es río de vida, que su abolengo es rancio, tanto que se pierde en la noche de los tiempos, que fue colonia romana con moneda propia y la rodearon los privilegios y las prerrogativas y los halagos de la fortuna, que después fue corte moruna unas veces y otras el florón más preciado de los morunos reyes granadinos, que en Guadix tenían un edén y una preciosísima perla, que aquí vinieron los apostólicos varones presididos por nuestro amado Torcuato que instaló la primera catedral de España en Acci. Todo ello nos enorgullece, nos saca fuera de tino considerando lo que fuimos, lo que valimos, lo que representamos antes. Pero… ¿no produce el mismo efecto que el que contó entre sus mayores hombres ricos de posición sobresaliente, de prosapia ilustre, de sangre azul, pero ahora tiene que mendigar de puerta en puerta su cotidiano alimento?

Es grandioso, llena de orgullo saber que Guadix fue mucho, que representa en la historia patria un importante lugar, empero eso no sirve, no sirve para otra cosa que para que los accitanos tengamos el placer de saberlo, de proclamar la alcurnia de la ciudad y lanzar nuestra historia a los cuatro vientos. Si nuestro pasado fue excelente, memorable, distinguido, si nuestro presente es nada más que regular, preciso es que tendamos todos a buscar a nuestra tierra un porvenir desahogado que la saque de penas y de fatigas.

La vida actual de los pueblos se halla en obtener las mejores ventajas posibles teniendo vías de comunicación, edificios públicos, medios de instruirse, industrias, comercio, oficinas, empleados y otras cosas por el estilo y eso no llueve del cielo, eso hay que buscarlo, que proporcionarlo, que conquistarlo. Pues bien, lo que ha de obtenerse de la política no se consigue sino teniendo buenos padrinos, buenos representantes en las Cortes, no de los que van donde les lleven como una recua que obedece al arriero, no sabiendo otra cosa que decir en las votaciones sí y no, como se les indique, sino uno, que si bien obedezca la disciplina del partido o agrupación en que milite le sirva para amparar a su distrito como colectividad y sepa y tenga alientos suficientes para hablar sin miedo ni rebozo y pedir por y para su distrito aquello que le conviene y debe concedérsele. Nuestro exdiputado señor Marín de la Bárcena pertenece a esta clase y ha pronunciado varios discursos en pro de su distrito habiendo conseguido en poco tiempo más que otros en muchos años que demostraron que no servían para el caso y no hicieron nada por Guadix.

Es indudable que Guadix está necesitada de muchas cosas de las que, no la voluntad, sino la fuerza de las circunstancias le ha hecho prescindir, que ninguna como esta comarca ha estado relegada al olvido, a sus propias fuerzas que ciertamente no fueron muchas. Tiene necesidades interiores y exteriores, más claro, unas que atañen a la ciudad misma, otras que se refieren a ella con relación a los demás pueblos. Guadix carece interiormente de obras públicas tales como una cárcel, locales adecuados para que en ella se instalen escuelas públicas, una plaza de abastos, un matadero que lo sea en verdad y no un edificio que carezca de condiciones de salubridad como el actual que se cae, que se cae porque es una venerable y vetusta ruina. Exteriormente carece de carreteras que comunicándole con los demás pueblos proporcionen a éste vida, entradas, medios y recursos que aseguran un porvenir halagüeño.

Hay pendientes de terminar la carretera de Vilches a Almería, empezada y no concluida, la otra de Ugíjar a Guadix empalmando en los llanos del marquesado del Zenet con la anterior, la reforma de la de Granada a Guadix desechando muchos trozos (por inservibles) de la que hoy existe, creación y ejecución francesa que hizo sólo una vía militar. Y no se diga que son innecesarias estas carreteras por existir la vía férrea de Linares-Almería y estando en explotación, ejecución y estudio la otra de Granada a Almería en razón a que hay muchos pueblos importantes, muchas comarcas ricas que están apartadas de las dos y que casi pueden comunicarse con el mundo y con nosotros luego que las carreteras se terminen y dejen de gozar, usufructuar y disfrutar los caminos antidiluvianos de herradura y veredas rurales que son los únicos de que pueden disponer. Guadix, por lo tanto, tiene necesidad verdadera e imperiosa de que arriba, en las altas esferas, en el Parlamento le represente una persona que sepa pedir y que pidiendo obtenga y habiéndose demostrado que eso y mucho más hace D. Antonio Marín de la Bárcena, ese debe ser el elegido para que coopere a nuestro venidero bienestar.

No todos los hombres son de las mismas condiciones, no todos tienen el mismo temperamento, no todos llevan en este mundo el fin noble y leal de llegar a la meta de lo que debe ser o de hacer cuanto esté de su parte para complacer a los que les encargaron algún asunto o alguna representación con sus votos. Y así es, que, pasando al orden, cualidad, cargo, dignidad o como quiera llamársele de diputados, vemos que los hay de varias clases y de condiciones múltiples. Unos que lo son por vanidad, otros por conveniencia propia, otros por fines meramente políticos, otros que teniendo política definida van al Congreso alentados por ella y al mismo tiempo alentados también por los nobles fines de obtener para sus distritos cuanto les es posible, porque les interesan sus asuntos y quieren contribuir a su prosperidad.

Que el señor Marín de la Bárcena pertenece a la última de las clases dichas no hay duda. Es político, pero es amante fiel de este distrito y por él ha hecho cuanto le ha sido dable, cuanto ha pedido, cuanto con sus influencias, relaciones y actividades ha podido también hacer. Enumerado hemos a la ligera cuanto ha hecho por Guadix y eso no significa nada, eso es nada si se compara con lo que ha de hacer en el porvenir si de nuevo obtiene nuestra representación. Tiene un programa definido desde que por primera vez la obtuvo, que no ha tenido tiempo material de desarrollar, que de cumplirse sería la salvación de este país y su gloriosa resurrección. Para ello no es preciso sino una cosa, que de nuevo obtenga los sufragios de los electores y en las Cortes su representación por tal virtud. Guadix está en el caso de atender a su conveniencia y nada más. Lo otro es ir a lo antiguo y no conseguir nada práctico y los pueblos tienen que aprender en los pasados hechos y no dejarse impresionar con cuentos de las mil y una noche.

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EL ACCITANO. AÑO IX, nº 384 de 2-4-1899 y nº 385 de 6-4-1899

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