La FIESTA de nuestro SANTO PATRÓN SAN TORCUATO en el Guadix de 1892

LA FIESTA DE NUESTRO SANTO PATRÓN S. TORCUATO EN EL GUADIX DEL AÑO 1892

Hoy traigo a colación un artículo aparecido en el semanario “EL ACCITANO”, escrito por el redactor Garci-Torres, comentando la fiesta que en el año 1892, hace ahora un siglo y treinta y dos años más, dedicaban los accitanos y accitanas a su santo patrón S. Torcuato.

“Dan las doce en el reloj de la Catedral. Las campanas de ella, las de las parroquias y las de las demás iglesias dejan oír placenteros sonidos que anuncian un día fasto en el que se han de olvidar penas, duelos y sinsabores, dedicándolo a la celebración del santo predilecto: ¡San Torcuato!

Él alienta nuestra esperanza, da sabia y fecundiza la fe religiosa que nos legaron anteriores generaciones. Si algún menguado se permitiera ofender la memoria de san Torcuato ante algún accitano no lo toleraría y sería su paladín, cual de persona bien querida. Que sea español, como pretenden algunos historiadores, que sea romano, como afirman otros, nos importa poco, español o romano le aceptamos, le amamos y le buscamos frecuentemente.

Si nuestra alma está llena de dolor y transida de pena llegamos a él, le confiamos nuestras cuitas y nos parece que aquella carita redonda y sonrosada que tiene la imagen que le representa se alegra de que le pidamos, sonríe y nos dice: «Id tranquilos, ello pasará pronto” y nos retiramos consolados.

Si acomete a nuestro pueblo alguna calamidad a él acudimos, oye nuestras plegarias, las eleva ante el trono de Dios, Dios las atiende y la aleja. Si hay sequía y se teme que los sembrados perezcan se le ruega con fervor y consigue del Altísimo el beneficio apetecido.

Cuentan los ancianos, que allá en sus mocedades se presentó la langosta en nuestros campos en tal abundancia que aún la había en las calles, en las casas, en la mesa, en la cama, en todo sitio. Procuraron los vecinos exterminarla y no pudieron conseguirlo, cuanta más era la mortandad mayor era la reproducción. Convencidos de la ineficacia de su tarea se acordaron del santo patrón y acudieron a las autoridades eclesiástica y civil pidiendo se le sacara en rogativa como única panacea contra la plaga. Así se hizo y a su presencia desapareció el temible insecto sin que al día siguiente se encontrara uno solo.

Son tales las pruebas de amor y deferencia que tenemos recibidas de san Torcuato que no hay más que quererlo y considerarlo como valioso talismán, por eso cuando llega el día de hoy, 15 de mayo, que es el día que lo celebra la Iglesia, lo felicitamos, lo ensalzamos, lo bendecimos, nos ponemos los trapitos nuevos y procuramos pasarlo lo más dichosamente posible.

Los «Torcuatos» reciben a sus amigos, les obsequian y agasajan echando la casa por la ventana, según expresión vulgar, los que se precian de religiosos asisten por la mañana a la procesión y la función solemne que se celebra en la Catedral y por la tarde no faltan a la novena, donde se besa la reliquia del santo que la constituye un hueso de uno de sus brazos que fue la parte de su cuerpo que nos dejaron los gallegos con los que sobre él sostuvimos litigio, que nos ganaron no sabemos por qué razones.

Las niñas estrenan sus trajes de verano, lucen sus encantos, sus gracias y sus hechizos y son la perpetua desesperación de sus “adoradores” que sólo quieren ser el objeto de su atención y en su afán amatorio tienen querellas y celos hasta del vestido que oprime dulcemente los talles de sus amadas, las mamás, jóvenes aún, alternan con sus hijas afectando una poquita gravedad, las lucen en el paseo, en el teatro, en la reunión y admiran aquellos “ejemplares” llenas de grato orgullo y pensando: “he aquí mi reproducción, he aquí el trasunto de mi ser”.

Las que son ya viejas recuerdan con amargura sus buenos tiempos, suspiran por el pasado y ven en su fantasía aquellos miriñaques, aquellas papalinas, aquellos tirabuzones, aquellos vestidos de alepín que tantos triunfos le proporcionaron, derraman lágrimas por su difunto,-entiéndase si a más de viejas son viudas-, guardan a sus hijas como rico tesoro y maldicen allá en sus adentros a aquellos “chavales” que las enamoran, porque sus instintos maternales les dicen que aquellos “diablillos” las conducirán al altar, robándoselas, sin recordar,-siquiera por equidad-, que ellas se dejaron robar también y que se convertirán desde aquel momento en “suegras”, algunas de las que son peores que los peores enemigos de la peor raza.

Los pollos, ¡ah, los pollos!, los pollos pasan el día arrastrando el ala, suspirando, almacenando gratas ilusiones, la mar de miradas que les han dirigido ellas, -o lo han creído-, estirándose la corbata, atusándose los bigotes y siendo siempre como buenos españoles modelos de galantería y prototipos de cortesía. Los admiradores y entusiastas de Baco, -parte cómica del día-, se presentan chispeantes de alegría, radiantes de júbilo acompañados de sus “tareas” correspondientes y de rigor.

Asisten indefectiblemente a la procesión y cuando en ella han agotado, en obsequio del Patrón, el repertorio de frases cultas que poseen y cuando su “curda” está en el período álgido le dicen al santo que también gusta de un “traguito”, razón que le mantiene tan fresco, tan orondo y tan lozano.

Y como todo tiene fin en la vida, pasa el día, llega la noche, nos envuelve en sus acostumbradas tinieblas, nos retiramos todos a casa y a poco estamos en brazos de Morfeo meditando en el pasado como sueño grato y haciéndonos las preguntas de cajón: ¿Quién vivirá el año venidero?, ¿quién festejará a nuestro santo Patrón?” Garci-Torres

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EL ACCITANO. AÑO II, nº 30 de 15-5-1892.

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