La fiesta de la VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS en 1895

LA FIESTA DE LA VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS, PATRONA DE GUADIX, EN 1895

El mes de noviembre para las accitanas y accitanos es el mes de la Virgen de las Angustias. Este pasado domingo día 5, en piña alrededor de su imagen, y en rosario de la aurora, la bajaron hasta el templo mayor de nuestra ciudad, nuestra bellísima catedral, para durante una semana dedicarle una septena para honrarla como nuestra madre y protectora y el próximo domingo volverá su imagen a la iglesia de la Virgen las Angustias, conocida vulgarmente como la iglesia de S. Diego, con el acompañamiento multitudinario de sus devotos con sus velas formando largas filas. 

Allá por el año 1885 el Consistorio, “en atención al culto que en esta población se profesa a la imagen de Ntra. Sra de las Angustias, de cuya devoción da el vecindario singulares muestras desde muy antiguo, recurriendo a la Virgen en todas sus aflicciones y calamidades…librando por su poderosa intercesión a esta Ciudad de las plagas que afligen a otros pueblos más o menos limítrofes de esta comarca…se acuerda por unanimidad proclamar como Patrona de esta Ciudad, en unión de S. Torcuato, a Ntra. Sra de las Angustias. Este acuerdo se le comunicó al obispo Fr. Vicente Pontes y Cantelar para que él hiciera las gestiones oportunas ante la Santa Sede. Hubo que esperar hasta el día 22 de agosto de 1906, siendo obispo D. Maximiano Fernández del Rincón y Soto Dávila cuando el Papa Pío X declaró a la Virgen de las Angustias Co-patrona de Guadix y autorizó que su fiesta se celebrara el 2º domingo de noviembre y no el 1º, como hasta ahora se celebraba, para que no coincidiera con el domingo que los granadinos sacaban en procesión la imagen de su también patrona la Virgen de las Angustias. 

Hoy traigo a colación un artículo que se publicó en el semanario EL ACCITANO sobre la fiesta de la Virgen de las Angustias de hace un siglo y veintiocho años más: 

“El domingo último, día del Patrocinio de Nuestra Señora, se celebró en la iglesia de San Diego (actual iglesia de la Virgen de las Angustias) la fiesta de la Virgen bajo el título más simpático e interesante de cuantos la piedad cristiana la ha señalado: la advocación de sus angustias, aquellas angustias supremas que debió pasar sobre la siniestra cumbre del Calvario, junto a la Cruz, donde expiraba dolorido el Hijo que tanto amara. Por eso, repetimos, el título de la Virgen de las Angustias es no sólo el más dulce sino también el que más conmueve entre todos los demás. La Virgen de las Angustias, es pues, la Virgen de los que lloran, de los que sufren, de cuantos padecen, porque ella es quien más puede comprender las lágrimas, los dolores y los padecimientos, porque cada lágrima del que llora encuentra una igual en las mejillas de la Virgen, cada dolor del que padece otro dolor más intenso en el pecho de la Madre de Jesús. ¡Cuántas ofrendas de dolores y lágrimas se habrán tributado a tan angustiada Virgen en las actuales circunstancias! 

Con solemnidad desusada se verificó la fiesta religiosa. El capellán de la iglesia de S. Diego, Sr. Burgos, presentó el templo de una manera sorprendente como jamás lo hemos visto: cortinajes riquísimos, alhajas, luces, espejos, primores de todo tipo haciendo artístico conjunto. Celebró de pontifical nuestro virtuoso y querido Prelado D. Maximiano con asistencia de algunos señores capitulares y de la cofradía de Nuestra Señora. La oración religiosa fue pronunciada también por el mismo Prelado con esa elocuencia arrebatadora que encanta por su sencillez y admira por su profundidad. La ceremonia resultó conmovedora en extremo y la plática entusiasmó a la concurrencia. 

Por la tarde, a las cinco y media, los continuados repiques de las campanas, los frecuentes estallidos de los cohetes y los atronadores acentos de la música que batía la “marcha real”, a la vez que los vivas de la muchedumbre, indicaron el momento en que la hermosa imagen de la Virgen de las Angustias apareció en el dintel de la puerta de la iglesia y era aclamada frenéticamente por cuantos llenaban la explanada de san Diego. El pueblo al contemplar su imagen en el duro trance de las Angustias hincó sus rodillas en tierra y la admiró y le pidió y le suplicó. 

La procesión recorrió el itinerario de costumbre viéndose todos los balcones completamente llenos de gente y en ellos todo lo más selecto y escogido de nuestro repertorio femenino, fingiendo ser los ojos de las accitanas focos eléctricos que iluminaban sin intermitencias la carrera, cuando ya la noche envolvía a Guadix con sus negruras. La procesión siguió su acostumbrada vía y en el Liceo, en la Bobadilla, en la calle Ancha y en la calle de la Gloria se quemaron fuegos artificiales, arbolillos y luces de bengala.  Al entrar la Virgen en su templo se quemaron cuatrocientas palmeras de luces que por espacio de media hora convirtieron aquel espacio en aérea y vistosa hoguera, ¡aquello fue sublime!, millares de cohetes rasgaron el espacio y estallaron en las alturas, confundidos sus estallidos con las frenéticas aclamaciones de los accitanos, que en número no menor de seis mil llenaban tan extensa plaza y sus inmediaciones. Durante la procesión tocó la música dos preciosas marchas fúnebres, escrita una por el inteligente profesor don José Martínez Gallego sobre el “Stabat Mater” y otra por el conocido violinista don Miguel López Muley. Una y otra, repetimos, son de un corte y gusto exquisitos por lo que a sus respectivos autores les damos la enhorabuena. Nuestra enhorabuena al párroco de Santiago Sr. Fajardo, al capellán señor Burgos y a los hermanos mayores don José Cañas Castillo, don Ángel Córcoles, don Antonio Cambil Gutiérrez y don Alfonso Rodríguez. 

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