Queridos hermanos y hermanas:
La mirada de un niño es una de las estampas más tiernas y conmovedoras con las que nos podemos encontrar en la vida. En la mirada de los pequeños se transmite inocencia pureza, es una mirada limpia, sin dobleces, sincera; la mirada de un niño transmite como ninguna otra la alegría, pero también la tristeza más profunda. Cuando vemos la mirada de esos niños a los que falta lo necesario para vivir: pan, casa, familia, salud, vestido, educación, estamos palpando una tristeza que implora y no agrede, se nos muestra la tristeza impotente del que no sabe pedir, por eso mira, sus ojos son ya una petición, un grito de auxilio a tantos hombres y mujeres de buena voluntad.
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