LOS PADECIMIENTOS DE FRANCISCO DE ROA, VECINO DE GUADIX, DESDE QUE LOS MOROS LO CAUTIVARON EN COGOLLOS DE GUADIX HASTA SU MUERTE CUANDO LO LLEVABAN A CASTELL DE FERRO PARA EMBARCARLO HACIA BERBERÍA. AÑO 1569

Una característica de la guerra promovida por la sublevación de los moriscos del reino de Granada, ya desde sus primeros momentos, fue la toma de cautivos por ambas partes.

Por ejemplo, desde Guadix se organizaron milicias que subieron al Marquesado y, con la excusa de evitar que el levantamiento se extendiera, se dedicaron a saquear sus villas para apropiarse del botín de guerra al más puro estilo medieval. En estas incursiones, la gente de Guadix no tenía auténticas intenciones de hacer la guerra, ya que lo que realmente le interesaba era que los enemigos se retiraran, a fin de saquear los pueblos, capturar ganados y cautivar al elemento más débil de la población: mujeres y niños” A los esclavos y esclavas capturados en las cabalgadas, vinieron a unirse con posterioridad los moriscos que se iban entregando y que constituyeron, en realidad, el grueso del número de esclavos capturados.

En pueblos de La Alpujarra, según Mármol, los soldados movilizados por el marqués de Mondéjar, capitán general de Granada, “…mataron a los hombres, cautivaron muchas mujeres y niños y se hicieron con gran cantidad de ropa y seda”, sin embargo al rey Felipe II no le parecía justo ni razonable aceptar, como pretendían los militares, que los moriscos que se habían hecho prisioneros en la guerra pudieran ser considerados como esclavos. «Y porque asy mismo tenemos entendido que la gente de guerra pretende que los moriscos que en ella han tomado son sus esclavos y pueden disponer dellos como de tales, la qual obra no pareçe cosa justa ni que tenga fundamento…»

De parte de los moros, durante el siglo XVI, se llevaron a cabo acciones de corsarios y piratas sobre las costas del Mediterráneo peninsular, teniendo su periodo más álgido a partir de 1568, tras la rebelión de los moriscos del Reino de Granada. Numerosos cristianos fueron capturados y llevados a tierras del norte de África a la espera de que llegaran frailes mercedarios y trinitarios, o cualquiera de los innumerables mediadores que se dedicaban al negocio de los rescates que no siempre se hicieron en tierras africanas ya que a veces se realizaba en el mismo lugar de la captura, mediante la realización de “alafías”, esto es, negociaciones para traducir a dinero en efectivo el valor de las presas capturadas en las incursiones sobre las costas peninsulares.  Para el pago del rescate las familias de los cautivos casi siempre trataban de reunir dinero, a veces hipotecando sus bienes, buscando el concurso de los mediadores más cercanos, fundamentalmente mercaderes y moriscos asimilados.

El documento que transcribo se refiere a una petición de Sebastiana de Padilla para que se busque a personas que puedan testificar que el que fue su marido, Francisco de Roa, murió estando cautivo de los moros por lo que siendo su estado actual el de viuda  puede contraer nuevas nupcias.

“En la nombrada y gran ciudad de Granada a 27 de Enero de 1578 …pareció un hombre que se dijo llamar Mateo de Castro, vecino de Guadix, y presentó una requisitoria de la justicia eclesiástica de la dha ciudad por la que Sebastiana de Padilla, viuda, mujer que fue de Fco de Roa, difunto, y dijo que podrá hacer ocho o nueve años que en la guerra en el alzamiento de este Reino de Granada, los moros revelados habían cautivado al dicho su marido un día yendo a hacer leña al lugar de Cogollos y llevándolo cautivo con otros para lo embarcar y estando junto a Castil de Ferro se había caído muerto naturalmente y así la suso dicha estaba libre para poder contraer matrimonio y para efectuarlo me pidió sobre lo suso dicho hubiese información y constando de lo suso dicho ser así me pidió le diese […] para ello y atento a que los testigos que tenía que presentar estaban en esta dicha ciudad me pidió las […] y por mí visto se la mandé dar por la cual de parte de la Santa Madre Iglesia le exhorto y requiero que parezca la suso dicha u otra cualquier persona para que respondan a las preguntas y  los testigos den razón de sus dichos”

Según el testimonio de Hernán Muñoz, hombre de campo, vecino de Granada, que a temporadas reside en La Malá, lo que sabe es “…que hará unos ocho años, al principio de la guerra de este reino, estando trabajando en compañía de Bartolomé Ruiz, calero, y su hijo, vecinos de Guadix y otros peones en un horno de cal del dho Bartolomé Ruiz, vinieron a la calera ciertos moros y los cautivaron y llevaron cautivos a Jubiles de Alpujarra y los metieron en el fuerte que allí se hacía por los moros donde estuvieron ciertas semanas trabajando en él y el testigo y los suso dichos y otros cautivos que habían traído al fuerte, entre los cuales andaba trabajando en compañía de este testigo y de Bartolomé Ruiz y su hijo un cautivo que se nombraba Roa y dijo ser de Guadix y que lo habían cautivado yendo por leña a la parte de lugar de Cogollos que es cerca de Guadix y que llevaba a la sazón que lo cautivaron dos bagajes de un clérigo de Guadix y las noches, después de haber trabajado, los encerraban en un aljibe, cuando trataban entre los que allí estaban cómo los cautivaron el dicho Roa lloraba de ordinario diciendo que tenía una mujer e hijas en Guadix y que la pena que tenía era por ellas el cual era un hombre mediano de cuerpo, las narices como remachadas, casi delgado y que desde […] que estaba en el fuerte vinieron […] los moros […] y los compraron para llevarlos a Berbería y así los ataron unos a otros y el dicho Roa iba atado con Bartolomé Ruiz por los pescuezos de dos en dos y cuando los llevaban a Castil de Ferro yendo por el camino el dicho Roa se había caído muerto y luego los moros que los llevaron lo desataron del compañero y se lo dejaron allí y este testigo como no llevaba sombrero ni caperuza llegó con su compañero con quien iba atado y le quitó un sombrero viejo que llevaba el dicho Roa con una cuchillada que tenía el sombrero y se lo puso y se lo dejaron muerto en el campo y siguieron su viaje hasta que los embarcaron…”

Fuente: Archivo Histórico Diocesano de Guadix

Autor: José Rivera Tubilla

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