Las MISAS de AGUINALDOS en el Guadix de 1894
Dentro de unos días celebraremos la Nochebuena, la noche en que millones de personas en todo el mundo conmemoramos el nacimiento de un Niño que ha marcado, le guste o no le guste a los que quieren borrar del mapa la palabra Navidad, un antes y un después en la historia de la humanidad. El tiempo se empezó a contar desde el nacimiento de Jesús en una aldea olvidada llamada Belén.
Con tiempo suficiente se iluminan las grandes ciudades y hasta los pueblos pequeños, se ponen los árboles de Navidad con el aliciente de última moda de una especie de contienda entre alcaldes para ver quien coloca en su ciudad el árbol de más metros de altura. Las familias se reúnen en torno a la mesa para celebrar que un Niño nació hace 2023 años. Hasta no hace demasiados años las familias al completo, incluidos los abuelos, iban a la parroquia o a la catedral a las 12 de la noche a la “Misa del gallo” y a la salida se cantaban villancicos por las calles acompañados de la zambomba y la pandereta, costumbre que cada vez más se está perdiendo, porque últimamente las “Misas del gallo” en la mayoría de las parroquias ya no se celebra a las 12 de la noche, sino a las 7 de la tarde, y ¿quién se pone a cantar villancicos a las 8 de la tarde?
Hoy traigo a colación una crónica del semanario “El Accitano” sobre una costumbre que había en aquel tiempo de 1894, hace 129 años, de lo que se conocía como las “misas de aguinaldos”, en Guadix siempre hemos dicho “aguilandos”. En estas misas se cantaban unas cancioncillas de temática navideña acompañadas por un grupo musical de guitarras y bandurrias con las correspondientes zambombas y panderetas.
“Estamos en el gran tiempo, en ese periodo del año en el que todos comen, beben y se divierten, festejando la venida al mundo del Niño-Dios para redimir al hombre del pecado y de las asechanzas del diablo, ya que no de los malos administradores, de los gobernantes malos, de las gruesas gabelas, de las sacaliñas infames y de otros vicios que no digo por no dar un mal paso.
A principios de diciembre, cuando las escarchas cubren los campos y las flores desaparecen heladas y maltrechas por la crudeza de la estación, se amparan los ciudadanos al calor de la lumbre y allí ¡qué de proyectos, ¡qué de ensueños!, ¡qué de ilusiones se forjan para el porvenir! Entre los proyectos está el hacer las misas de los “aguinaldos” para lo que se designa una comisión que ha de visitar al cura de la parroquia, la que ha de proporcionar las partes musicales indispensables para el mayor esplendor y lucimiento y la que ha de arreglar lo demás que se dirige a regalar los paladares de los compañeros y confortarles los estómagos en las mañanas en las que ha de tener lugar el Santo sacrificio que se proponen solemnizar.
Se comienza por los indispensables ensayos nocturnos y cada uno de ellos presta más entusiasmo a los correligionarios admirando y felicitando a “Periquito” que toca la pandera a la perfección y sin perder un compás, ora golpeándola en la cabeza, ya en los codos y pies, a Miguelillo que maneja el violín a las mil maravillas, a Joaquín, Paco y Fernando que tañen las guitarras con muchísimo primor y a los demás que poseen la gracia de tocar la zambomba, las carrañacas, el triángulo y las castañuelas o de cantar con excelente estilo y corrección y así se pasan las noches sin sentir y chispeando de alegría a lo que llaman “echar una cana al aire” o “un remiendo a esta vida”.
A las seis de la mañana todo está dispuesto en el templo. El sacerdote revestido de los sagrados ornamentos, los músicos en el coro, los fieles esperando. Aparece el ministro de Dios y la música preludia este aguinaldo que cantan frescas, – por razón de la hora -, y sonaras voces:
“De la sacristía sale el sacerdote revestido para celebrar la misa. Lleva cáliz, pan y vino”
Los devotos y las devotas experimentan cierto místico regocijo. Vuelan sus fantasías por los espacios y se trasladan al portal de Belén viendo con los ojos de la inteligencia el pesebre en el que se reclinara todo un Dios, al que solícitos y afanosos atienden José y María acompañados de los pastores y de los Reyes Magos, representando a los hombres, y de una legión de ángeles representando también a las potestades del cielo.
En estas meditaciones los sorprende el momento más solemne; aquel en el que se alza la Hostia Consagrada, aquel en el que Dios por suprema gracia desciende a las manos del hombre y todos doblan las rodillas y bajan las cabezas en señal de sumisión; mientras tanto los músicos siguiendo el acostumbrado ritual tocan el proverbial e indispensable “bolero”, “engolfándose” en sus antiquísimas melodías. Poco después e1 sacerdote consume, luego pronuncia el “ite missa est” y los cantores en vía de final despedida cantan:
“Ya se ha acabado la misa y el sacerdote se va y la gente de la iglesia los buenos días se dan”
La muchedumbre se retira del templo y cada cual procura taparse y abrigarse lo mejor que puede para no coger una enfermedad y hasta llegar a sus casas comentan unos con otros los acontecimientos de la madrugada, siendo el tema las habilidades o torpezas de los músicos, ¡es natural, son los héroes de la fiesta! Ellos en el ínterin se marchan contentos y regocijados y comienza a ejercer sus funciones la comisión encargada de arreglar todo lo que se dirige al confortamiento y regalo de la que se hizo mérito anteriormente. A las nueve de la mañana todo concluyó y cada mochuelo a su olivo hasta el día siguiente, que no es otra cosa que la repetición o el vivo retrato del anterior y así se mata el tiempo que es el enemigo más mortal y encarnizado que tiene la humanidad; el tiempo es el que arruga, estropea, aja y marchita los rostros de las mujeres más encantadoras, el que les regala las canas y la vejez, el que deja a los hombres hechos una figura decorativa, dejándonos a todos únicamente el recuerdo de lo que fuimos.
En nuestra ciudad hay misas de aguinaldos en S. Diego, en santo Domingo, en el Hospital y en santa Ana. En el extinguido convento de san Agustín empezarán el primer día de Pascua a las ocho en punto de la mañana amenizadas por el excelente sexteto de D. Miguel López Muley que cosecha lauros bien merecidos ciertamente. En la iglesia de santo Domingo habrá adoración de los santos Reyes Magos a la que asistirá una escogida orquesta que será el complemento del festival.
EL ACCITANO. AÑO IV, nº 165 de 23-12-1894; AÑO VI, nº 271 de 20-12-1896