Las Fiestas de Santa Ana en el Guadix de 1893

LAS FIESTAS DE SANTA ANA EN EL GUADIX DE 1893

El próximo día 26 de julio la Iglesia católica celebra la festividad de S. Joaquín y Santa Ana.

¿Pero qué se conoce de Sta. Ana?

En los Evangelios no se dice nada de ella. Es en un libro apócrifo (no reconocido por la Iglesia católica como libro revelado o canónico) sobre la natividad de la Virgen María donde se dice hablando de la familia de María que “la bienaventurada y gloriosa siempre virgen María, descendiente de estirpe regia y de la familia de David, nació en la ciudad de Nazaret y fue educada en Jerusalén, en el templo del Señor. Su padre se llamaba Joaquín y su madre, Ana”.

La existencia de culto a Sta. Ana en Sevilla se considera el más antiguo datado en la península ibérica, a finales del siglo XIII, sin embargo, se desarrolló fundamentalmente a partir de la Baja Edad Media (siglos XIV y XV), consagrando ermitas e iglesias con su advocación.

Algunos años antes de 1527 se inició la construcción de la iglesia de Santa Ana, sobre los cimientos de la antigua mezquita, para atender a los cristianos nuevos o moriscos la que se consagró bajo la advocación de Santa Ana. Desde el inicio de su actividad fue parroquia y los feligreses “santaneros” celebrarían la fiesta de su santa patrona con gran devoción.

Hoy traigo a colación el artículo escrito por José Mª Ortiz García, colaborador habitual del semanario “EL ACCITANO”, sobre las fiestas en honor de Santa Ana en Guadix.

“Al visitar en la noche del martes último la plazuela que lleva el nombre de santa tan esclarecida y en la que se sitúa la iglesia que esta ciudad le consagra, quedamos agradablemente sorprendidos, la fachada de ésta aparecía iluminada a la veneciana con profusión de faroles formando caprichosos grupos y la gigante torre participaba de ella ostentando allá en el campanario una bandera azul y blanca con este lema: ¡Viva santa Ana, nuestra protectora! La banda de música que dirige don Santiago Salvador Medialdea amenizó la velada que resultó lucida, habiendo asistido numerosa concurrencia que permaneció hasta hora bastante avanzada.

La hermosura de la noche fue un atractivo que convidaba a permanecer en aquel lugar, gozando de un “fresco” que después de los calores del día deleitaba sobremanera. El siguiente día a las diez y media de la mañana tuvo lugar la función de iglesia que gustó mucho a los innumerables fieles que a la misma asistieron. El templo estaba profusamente iluminado, las bandas de colores, las rojas colgaduras, las flores de múltiples matices, las arañas, los espejos, el altar portátil donde bajo manto real se expuso a santa Ana, el incienso, la música sagrada, todo daba al espectáculo un sabor religioso tan marcado que el espíritu y la fantasía se recreaban admirando las grandezas del Hacedor y de su religión.

Ofició el canónigo don Antonio Ortiz Fernández, asistido de los presbíteros don Rafael Navarrete y don Antonio García Muñoz y la oración sagrada estuvo a cargo del párroco don José Antonio Fajardo, joven virtuoso y sabio sacerdote que con su fácil palabra cautivó al auditorio, especialmente cuando comparó la honra recibida por santa Ana al ser elegida por Dios madre de la Virgen sin mancilla con las honras terrenales. Asistieron a la solemnidad el señor Gobernador Eclesiástico don Juan Gallardo, los párrocos de san Miguel y Santiago y varios señores coadjutores; la fiesta terminó a las doce y media.

Con bastante lucimiento se llevó a término la procesión que salió de la parroquia a las seis de la tarde, concluyendo cerca de las nueve de la noche, fue acompañada por varios invitados. Le dio gran realce la asistencia de la capilla de la catedral y la banda música y recorrió la calle Larga, Eras de santa Ana, calles del mismo nombre, de san Francisco, Nueva, Ancha, plazuela de Santiago a este templo donde permaneció breves momentos mientras las monjas entonaron un precioso motete en honor de la santa, calles de Santiago, de san José, de santa Ana al punto de partida.

El gentío fue inmenso y el comercio cerró sus establecimientos.

Nuestra enhorabuena al médico señor Martínez Merino que ha demostrado que la ciencia no es incompatible con la fe religiosa y que no pertenece a la escuela de aquellos (los médicos) que después de haber aprendido que el alma es inmaterial dicen que ésta no existe en el hombre, fundados en que no la han encontrado en el cuerpo humano, ni se han tropezado con ella con sus bisturís.

Gracias por los obsequios de que fuimos objeto, pues hubo verdadero derroche de dulces, vinos, pastas, bebidas refrigerantes y habanos. Gracias también al Sr. Fajardo por su escogido sermón y a los adornistas de la iglesia, D. Rafael Rodríguez García y su hijo don Francisco, que desplegaron en el extraordinario buen gusto.

Concluimos enviando nuestros parabienes a la virtuosa madre del Sr. Merino que recorrió el mismo trayecto que la procesión delante de la efigie de Santa Ana descalza y con una vela, dando pruebas de su agradecimiento a ella y demostrando que no hay sacrificio que no arrastre el cariño maternal. José Mª Ortiz García

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EL ACCITANO. AÑO III, nº 92 de 30-7-1893

Recopilado por José Rivera Tubilla

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