La antigua fortaleza de Torrecardela se rinde a la verbena

Mil habitantes tiene el municipio, pero en fiestas, las puertas se abren de par en par para reencontrarse con los que se marcharon y dar la bienvenida a los nuevos
09.08.10 – 01:28 –
TEXTO Y FOTOS: J. J. PÉREZ |

La brújula fiestera nos lleva a Torrecardela. El nombre de esta localidad resume la historia del pueblo. Durante siglos fue una zona fronteriza en las luchas entre cristianos y musulmanes. En aquella época se asentaba el Castillo de Cardaira, que ha dejado su huella en el nombre actual de la localidad. Un torreón, que aún se mantiene en pie, servía para controlar el paso entre Guadix y Guadahortuna. Hoy, ese paso es una carretera: la A-401.
La antigua fortaleza se rinde ante la diversión en las fiestas del Santo Cristo de la Expiración la segunda semana de cada mes de agosto. La travesía urbana es la espina dorsal del pueblo, Torrecardela se extiende como una línea siguiendo su trazado.
La carretera también es el lugar en el que se asienta el ferial, tómbolas, hamburgueserías, pizzerías se asoman al asfalto formando un pasillo de opciones festivas. Hasta que llegan los fuegos artificiales a medianoche, la chavalería, siempre impaciente, da su pequeño anticipo lanzando petardos al paso de la banda de música y de la comitiva oficial de las fiestas. Este año la banda de reina, dama y míster cruzaba el pecho de Andrea Ortega, Carmen Parra y Rafael Martínez. La monarquía fiestera es democrática y se trata de reyes de las fiestas elegidos por votación popular. Elisabeth Barrionuevo y Manuel López fueron la reina y míster infantil de este año.
El pueblo tiene censados unos 1.000 vecinos, pero un vistazo al ferial nos da a entender que estos días la población está duplicada o puede que triplicada. Ángeles Villarrasa, La Maza, y Dolores Fernández, ‘La Campanera’, son una muestra de cómo el pueblo aumenta su población durante el verano con el regreso de los cardeleños dispersos por el mundo.
La oficina de correos de la localidad ha visto estampillas procedentes de todos los lugares mundo. Los sobrenombres de los vecinos del pueblo suelen tener un origen lógico. Así, La Campanera tenía un hermano que hacía sonar las campanas de la parroquia, pero lo de el Matapavos es una injusticia. Durante más de 50 años Juan Morante no se ha podido quitar de encima su sobrenombre inventado por «un gracioso del pueblo que pasó junto a mi cuando cuidaba pavos y cerdos», dice.
Entre Alemania y Granada
Juan fue uno de los vecinos de Torrecardela que salió del pueblo a mediados del siglo XX. Allí vivió cerca de 30 años y desde hace más de 20 regresó al pueblo. Allí trabajó en una industria metalúrgica, pero ¡ay! como casa de uno no hay ningún sitio y desde hace más de 20 Manuel regresó a su pueblo. Eso sí, sus hijos viven hoy en Alemania, otras provincias españolas y en Granada.
Como Manuel muchos han vuelto con los años, como los padres de Isabel Bausa, residente en Barcelona. «Si mis padres no hubiesen regresado, yo no vendría al pueblo», explica Isabel, quien durante años no volvió a su lugar de origen. Ahora ella visita cada verano al pueblo de sus padres y lo hace acompañada de su hija. No han faltado en los últimos 7 años.
Mercedes Castro, Fátima Fernández y Lorena Sierra pertenecen a otra generación de cardeleños que regresan al pueblo en verano. Su verano en el pueblo no les da oportunidad para el aburrimiento y vivir las fiestas es uno de los motivos de su regreso. «Las fiestas son el momento en el que todos nos podemos ver», dice Rosa Espinar, cardeleña residente en Madrid.
Rosa y su amiga Ángeles Vílchez, residente en Guadix, apuran las horas de la fiesta en su pueblo. Para los que les gusta empalmar con la amenizada además de los churros, ellas aconsejan las papas asadas y una buena porción de pizza, alimentos que permiten recuperar fuerzas y alargar un poco más la diversión.
Fuerza es lo que necesitan en sus piernas Pilar Ramírez y Joaquín Montoya, que en los primeros compases del trasnoche verbenero ponen sobre la pista todo su saber bailongo: pasodoble, chachachá y todo lo que les echen. Pilar y Joaquín vienen expresamente desde Granada para bailar desde Granada, llevan 40 años bailando juntos. «Desde que nos conocimos», aclara ella. Son amigos de los integrantes de la Orquesta Nevada, encargada de amenizar la verbena de la noche del sábado al domingo.
También parece que marcan una danza los camareros del restaurante local Las Melias, que este año se han hecho cargo de la barra de la verbena instalada frente a la portada de la iglesia. Para atender las fiestas han necesitado refuerzos familiares. Mientras, la fuente de la plaza se convierte en la platea para los curiosos que no se atreven a bailar, no les apetece o esperan pacientemente el concierto de Miguel de Miguel.

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