Desde la epidemia de la PESTE del siglo XVII en España a la pandemia del CORONAVIRUS del siglo XXI

Interesante documento de investigación de José Rivera Tubilla titulado: «Desde la epidemia de la PESTE del siglo XVII en España a la pandemia del CORONAVIRUS del siglo XXI»

Lo que nos está sucediendo en el s. XXI a la Humanidad no es nada nuevo.

La mala noticia es que hoy la globalización permite expandir las enfermedades contagiosas a una enorme velocidad y la buena es que ahora el mundo dispone de más recursos para atajar las epidemias y que muera menos gente.

La humanidad ha sufrido desde el Paleolítico enfermedades contagiosas que han determinado los asentamientos de la población y han modificado los equilibrios demográficos.

Las infecciones y las epidemias han sido siempre la principal causa de mortalidad desde que el Homo Sapiens vivía en las cavernas.

Después de miles de años, en pleno s. XXI, resurge de nuevo ese temor ancestral al contagio en una sociedad que creía haber alejado esas amenazas gracias a los grandes avances de la medicina y de la tecnología supermoderna.

Para hacer frente a las epidemias y crisis sanitarias, como la actual provocada por la pandemia del coronavirus, una de las medidas que han tomado los gobernantes y reyes a lo largo de la historia, ha sido el aislamiento de las ciudades o regiones.

Un caso concreto de limitación del movimiento de los ciudadanos se vivió en la conocida como la “peste negra” de Europa. Se produjo entre los años de 1347 y 1353 llevándose por delante a más de un tercio de la población europea.

Desde entonces, ante cualquier brote de epidemia, y para evitar el avance imparable de la enfermedad, muchos gobernantes de ciudades y regiones europeas decidieron cerrar sus ciudades a “cal y canto” sin permitir que entrara nadie ni que tampoco saliera.

La Peste en España
La Peste en España

En España, en el s. XVII, sufrimos epidemias de peste. A final de enero de 1648 se empezó a divulgar entre la población la nefasta noticia de que había peste en algunas ciudades del reino de Murcia. Ante la gravedad de la noticia desde el Concejo se ordenó pregonar por toda la ciudad y su término disposiciones tendentes a evitar que pudieran entrar en la ciudad personas procedentes de otros pueblos que pudieran estar contaminadas y pudieran contagiar a otras personas.

A los infractores se les podía castigar con penas que podían oscilar entre darle doscientos azotes o condenarlos a cuatro años de galeras. Al mismo tiempo se daban órdenes a los guardas de los caminos y de las puertas de la ciudad para que no dejaran entrar a las personas que lo intentaran, mandándoles alejarse, y si no obedecían tenían orden estos guardas de escopetear a los infractores ante testigos.

El año 1649, la epidemia de peste se inició en Cádiz y no se pudo atajar a tiempo al no cortarse la comunicación con Sevilla. Para evitar el contagio se prohibió que ninguna persona de cualquier calidad y condición que hubiera estado un mes en las ciudades de Sevilla, Málaga, Cádiz, Jerez de la Frontera, Sanlúcar de Barrameda se pudiera desplazar a otro lugar de Andalucía.

En el libro de actas capitulares, que era donde se recogían los asuntos tratados por los canónigos de la catedral de Guadix y los acuerdos a los que llegaban, en el acta de 29 de julio de 1648 se recoge que “el Deán puso en conocimiento del Cabildo como el Ayuntamiento había enviado legacía dando cuenta que el contagio de la peste se había extendido a muchos lugares colindantes a Murcia, estando ya contagiados Lorca y los Vélez Rubio y el Blanco por lo que convenía mucho acudir a Ntro Señor con rogativas y oraciones para que librara a la ciudad de este contagio que nos amenazaba, por lo que el Ayuntamiento suplicaba al Cabildo determinara lo que se debía hacer.

Se llegó al acuerdo de decir al día siguiente una misa solemne de S. Torcuato, nuestro patrón, para que como tal nos amparara en este trabajo suplicando a Ntro. Señor nos librara del contagio.

Además de esta petición también suplicaron al Cabildo que fuera el estado eclesiástico de la ciudad quien se encargara de la custodia de la puerta de entrada a la ciudad que está junto a las casas episcopales, pues a todos correspondía el bien de la salud de los ciudadanos.

Ante esta propuesta se acordó que así lo harían comenzando desde el Deán y los demás prebendados y continuándose hasta el último clérigo de la ciudad de manera que cada día hubiera dos en dicha puerta, un prebendado y otro clérigo, que se arreglarían las puertas y se echaría calnado [sic] en ellas (1)

Ocho meses después, en el acta de 16 de marzo de 1649 el secretario del cabildo escribía: “Ante las noticias que hay del contagio de peste que se está dando en S. Lúcar, Cádiz y otros lugares, y porque a todos corresponde la guarda de la ciudad, el Deán propuso que el Sr. Obispo, el Corregidor y el Ayuntamiento tendrían que tener una junta para disponer lo que más conviniera para la guarda y custodia de la ciudad por hallarnos por todas partes cercados del contagio de peste.

Se llegó al acuerdo de que, como en la peste del año pasado, se encargara el estado eclesiástico de la ciudad de poner guardia en la puerta que está contigua a las casas del Sr. Obispo y además de que pusiera las puertas que antes tenía (2)

Han pasado 30 años desde la última epidemia de peste y en el acta de 7 de mayo de 1679 se recoge lo siguiente: “El Corregidor comunicó al Deán que se habían reunido los miembros del Ayuntamiento para cercar la ciudad debido a la peste y que habían determinado que la puerta del campo que está junto a la cochera del Obispo no se cerrase, sino que la guarda y custodia de dicha puerta corriera por cuenta del Cabildo como en otras ocasiones se había hecho.

El Cabildo estuvo de acuerdo con esta propuesta y se comprometió a arreglar el sitio donde se había de estar para vigilar dicha puerta.

Ya están puestas las puertas que el Cabildo debe guardar y ahora es necesario ver dónde habían de estar los señores que las custodiaran. Se llegó al acuerdo de pedirle al Sr. Obispo que les dejara su cochera.

Una vez acondicionada la cochera empezó a vigilar las puertas el Deán junto con un beneficiado, un capellán del número y otro del coro y un colegial, después seguirían los capitulares hasta el último racionero y se volvería a empezar el turno.

El Deán pidió al Obispo que mandara que los beneficiados y clérigos de la ciudad también guardaran la puerta.

También se acordó que por obviar gastos y diferencias que se pudieran ofrecer ningún prebendado debería llevar refresco alguno al sitio donde se había de guardar bajo pena de 6 ducados, y que el secretario del cabildo enviara todas las tardes una cantimplora de agua fría y dos libras de dulce para refrigerio de los señores que estuvieran de guarda. (3)

En el acta de 23 de junio de 1679 se dice que “después de hablar los capitulares sobre la mucha gente que se estaba viniendo de Granada a esta ciudad huyendo del contagio que en ella se padecía, que se esperaba que entraran más de doce familias y que por si todo lo malo se pudiera atribuir, si sucediera, a la puerta que guardaba y corría por cuenta del Cabildo, se acordó que se iba a cerrar, por ahora, dicha puerta no por excusarse el Cabildo del trabajo de guardarla, sino porque si por fortuna sucediera algo en la ciudad de que entrara en ella algo malo se podría atribuir a que entró por esta puerta y se podría decir que había sido por la poca seguridad que había en ella, en un momento en que tan cerca estaba el contagio de la peste y por estar entrando tanta gente de Granada se podría poner en grandes aprietos la guarda que necesitaba la puerta (4)

En la tarde del día 25 de junio se sacaba en procesión la imagen del Santo Cristo que estaba en la parroquia de Santiago y la traían a la catedral para decir una misa de rogativas en la capilla del Sto Cristo por la necesidad y aflicción presente de la epidemia de peste.

A la llegada de la procesión a la catedral se tocaron las campanas (5) Con fecha 21 de abril de 1680 el Corregidor recibió una orden del Consejo Real mandándole se guardase la ciudad con todo rigor del contagio de la peste tan grande que había en la ciudad de Málaga.

Ante esta situación le rogaba al Cabildo que corriera por su cuenta vigilar la puerta del campo que había junto a la catedral por si se quedaba abierta o que se cerrara, que el Cabildo dispusiera de dicha puerta en la forma que le pareciera mejor.

Se llegó al acuerdo de poner las puertas como estaban, que se echara un candado y que la llave se le entregara al Obispo para que su coche saliera cuando quisiera y que no se abriera la puerta para cosa alguna.

NOTAS:
(1) Archivo Diocesano de Guadix. Caja 2974. Libro 15 de actas capitulares, fl 157 vto
(2) Ibidem, libro 15, fl 226 vt
(3) Ibidem, Caja 3007. Libro 22, fl 37, 39 vto
(4) Ibidem, libro 22, fl 50
(5) Ibidem, libro 22, fl 52

2 comentarios en «Desde la epidemia de la PESTE del siglo XVII en España a la pandemia del CORONAVIRUS del siglo XXI»

  1. Interesante, como todos los trabajos que publica Rivera. Y en cuanto a la epidemia, la naturaleza de vez en cuando nos rebaja el ego y nos hace ver que no dominamos el mundo como pensamos.

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  2. Como decía anteriormente Gabriel, nunca podremos pagar adecuadamente el desvelo de nuestro buen amigo Pepe Rivera por salvaguardar para la posteridad la historia de nuestro Guadix.
    Muchas gracias Pepe.

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