CÓMO ESTABA LA PLAZA MAYOR O DE LA CONSTITUCIÓN El AÑO 1909
Hablar de la plaza de las Palomas, como es conocida vulgarmente por la gente de Guadix, y que a lo largo de su historia ha tenido innumerables nombres como plaza Mayor, plaza Onésimo Redondo, o plaza de la Constitución, que es su nombre oficial actual, me retrotrae a mis recuerdos infantiles cuando los domingos la Banda Municipal de Música, de la que mi padre era componente, desde que tuvo doce años, tocando el clarinete, daba su concierto para animar las mañanas domingueras y para regocijo de las personas que al salir de misa de 12 de la catedral, vestidos de domingo, rodeaban la banda para escuchar su música alegre y festiva sacada de su amplio repertorio. Cómo olvidar mis años mozos cuando paseábamos por los soportales de la Plaza, por la parte del cine Acci, para ir detrás de las niñas que nos gustaban y ver si podíamos “ligar”.
Estos recuerdos son los que me han llevado para traer al presente el artículo que salió en 1909, hace ahora solo un siglo y catorce años más, en el semanario EL ACCITANO, sobre la plaza Mayor o de la Constitución.
“Recordamos que la plaza llamada de la Constitución, porque así se bautizaron las plazas mayores de ciudades, villas y aldeas cuando al pueblo español se le dotó de una Ley fundamental que Constitución se llamó, recordamos, que esa plaza era plaza fea, su empedrado desigual y mellado, las casas de uno y otro lado eran horribles, de época, sí, lo que no empecía (impedía) para que aceptables no fuesen. En un lado existía la fuente de la Mona, junto a la botica del señor Aparicio, cuya rebotica era punto de reunión, pues en la Plaza solo estaba el café de “Caguera”. En otro lado la casa del Corregidor, horrible por fuera, semipalacio por dentro. El mirador donde están las Casas Consistoriales (Ayuntamiento) no era sino el bis del que en frente existe hermoso, típicamente hermoso, el que se convirtió en ruina y se hizo el bajo, chato y ridículo edificio que existe en su sustitución.
Y llegó el tiempo. Y vino el día. Y se empedró la plaza. Y se adornó con acacias. Y donde estaba la fuente de la Mona y la botica y la rebotica del señor Aparicio se construyó el LICEO (en este año de 1909 estaba en lo que actualmente es el teatro Mira de Amezcua) y la fuente de la Mona fue llevada a San Diego en cuyo raquítico jardín, hoy corralón, se colocó y a cuya altura subió un pequeño y la Mona, harta de ser “mona”, quieta y seria a su contacto, se balanceó y sobre el niño cayó haciéndolo añicos y mandándolo al otro mundo, ¡una monada, vamos!
Y siguiendo el ejemplo del LICEO las casas de su acera se levantaron de nuevo o se remendaron a excepción de una que continua en su primitivo estado con sus ventanales y todo. Y entonces, en las cálidas noches del estío, los señores y las señoras dejaron de ir a tomar el fresquito al paseo de los Canónigos (actual paseo de la Catedral) y en la plaza lo tomaron alumbrada por el imponente candelabro y por seis farolas que se colocaron para embellecerla y que se han ausentado al venir la luz eléctrica quedando sólo sus columnitas muy esculturales y elegantes, pero viudas de ellos y trasnochadas.
Y nos creímos orgullosos con nuestra plaza y de ella nos preciamos y en ella nos recreamos Y nos pusimos tan ufanos, como aquel que jamás ha tenido capa y se encuentra un cuello o un pedazo de capa más o menos auténtica. Pero sucede que la acera de la casa del Corregidor sigue como estaba, como en tiempos prehistóricos, con dos pisitos los edificios, con ventanones que como ellas se ríen de viejos, chatas, medio cayéndose y por más que sus señores amos piensan sin duda como nosotros, sin embargo, se hacen los distraídos, cobran a los inquilinos el precio de sus alquileres y no piensan siquiera en que esas casas son antihigiénicas, sin luz, sin aire, sin nada de lo más preciso e higiénico. Y como es preciso, por decoro de la población y por la salud de los habitantes de la Plaza, que esos edificios desaparezcan sustituyéndolos por otros aceptables, lo decimos nuevamente, si esos antros desapareciesen, entonces la plaza de la Constitución quedaría semicompleta, que no lo estará hasta que se asfalte y se adoquine en las partes a ello llamada y la Casa Consistorial (Ayuntamiento) se dote de otro piso.
Ha habido un señor concejal que en anteriores días ha atacado esta misma cuestión, pero modestamente, pidiendo que desaparezcan las ventanas sustituyéndose por balcones y eso no debe ser; las casas deben modificarse y hacerse fachadas aceptables, lo demás no es “ná, ni chicha ni limoná. Garci -Torres
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EL ACCITANO. AÑO XIX, nº 849 de 20-3-1909
José Rivera Tubilla