Queridos hermanos y hermanas:
La mirada de un niño es una de las estampas más tiernas y conmovedoras con las que nos podemos encontrar en la vida. En la mirada de los pequeños se transmite inocencia pureza, es una mirada limpia, sin dobleces, sincera; la mirada de un niño transmite como ninguna otra la alegría, pero también la tristeza más profunda. Cuando vemos la mirada de esos niños a los que falta lo necesario para vivir: pan, casa, familia, salud, vestido, educación, estamos palpando una tristeza que implora y no agrede, se nos muestra la tristeza impotente del que no sabe pedir, por eso mira, sus ojos son ya una petición, un grito de auxilio a tantos hombres y mujeres de buena voluntad.
Ellos no tienen voz, pero nosotros sí la tenemos; por eso, debemos y queremos gritar que los niños tienen derechos que son inviolables. Nuestra humanidad nos exige reconocer que hay muchos niños, millones de niños, como los nuestros del mundo desarrollado, que no tienen lo esencial para crecer y vivir con dignidad. No vale mirar a otro lado, apartar la vista; todos somos responsables del destino de estas criaturas. Mucho más los cristianos que en cada hombre vemos la imagen misma de Dios; y en cada niño los primeros en el Reino de los cielos.
La Campaña de Manos Unidas de este año mira a estos niños con necesidad. Quiere unirse a uno de los objetivos de Desarrollo del Milenio de UNICEF, “la lucha por la reducción de la mortalidad infantil” (n.4). Se nos recuerda que cada día mueren en el mundo 29.000 niños menores de 5 años; es decir, la escalofriante cifra de 11 millones de niños al año, sobre todo, por mal nutrición. Así de sencillo y así de cruel, porque no tienen para comer.
El lema elegido para esta campaña: “Su mañana es hoy”, nos recuerda que para ellos no hay mañana, que no pueden mirar al futuro porque no lo tienen. No vale el “vuelve mañana porque no puedo hoy”; mañana ya no estarán. Tampoco es motivo nuestra crisis, ellos la tienen siempre. A nosotros todavía nos sobra, a pesar de todo; a ellos les falta lo más esencial para vivir. Un pequeño esfuerzo, desprendernos de un poco, supone la vida para ellos. Nuestra solidaridad salva vidas, crea vida.
Difícil reto, pero no meno hermoso, para una organización como Manos Unidas que acaba de celebra sus Bodas de Oro y se ha visto reconocida por la concesión del premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Con todos los que forman esta familia de Manos Unidas damos gracias a Dios porque pone en nuestros corazones todos los buenos sentimientos para trabajar por un mundo que se asemeje al que Dios ha querido.
Nuestra diócesis quiere seguir siendo parte de este proyecto de caridad cristiana. Este año queremos llevar adelante dos proyectos en el ámbito de la educación en África. Uno de ellos en Uganda, se trata de la construcción de un dormitorio femenino en la escuela secundaria de Oluko (42.165 €); el otro, la construcción de un bloque de aulas en la escuela primaria de Nijercem, en Nigeria (7.374 €). Lo que hace un total de 49.539 € (más 8 millones de las antiguas pesetas).
Os animo a todos a seguir colaborando con Manos Unidas; unos como voluntarios, otros con vuestra aportación comunitaria. Todos en el compromiso con el hombre que es imagen de Dios. Dice el Señor en el evangelio que no quedará sin paga ni un vaso de agua que demos a los que lo necesitan. De ante mano que Dios os lo pague.
La mirada de los niños del tercer mundo nos interroga, nos intranquiliza, pero al mismo tiempo, nos hacen sacar lo mejor de nosotros mismos, lo auténticamente humano. Que esas miradas se tornen de alegría porque han descubierto que éste es un mundo de hermanos.
Con mi afecto y bendición.
+ Ginés, Obispo de Guadix.