Fuente de Maese Pedro ¿Conoces el porqué de ese nombre y su leyenda?

Fuente de Maese Pedro ¿Conoces el porqué de ese nombre y su leyenda?

Fuente Maese Pedro Guadix
Fuente Maese Pedro Guadix

Tomó esta fuente el nombre de Maese Pedro, por haber sido encontrada en el mismo sitio donde hoy existe y debido a la¬ casualidad por Pedro de García, arcabucero mayor de don Miguel de Granada, primer descendiente de don Pedro de Granada, de origen árabe.

A los treinta y tres años de tomar posesión de esta ciudad (1522) los monarcas católicos don Fernando y doña Isabel vivía cerca de la alcazaba don Miguel de Granada: tenía dos hijas, Rosa y María, habidas en su matrimonio con doña Juana del Villar, hija única de doña Elvira antigua camarera que fue de doña Isabel de Castilla.

Una penosa y larga enfermedad tuvo postrada en el lecho cerca de dos años a Rosa, hija mayor de don Miguel y a la cual el arcabucero Pedro quería como un padre, sin que también dejase de querer a María. Una de esas tardes estivales en que el sol canicular seca hasta las fuentes, salió Pedro al azar en busca de unas hierbas que la tía Juana había propinado como única medicina para salvar a Rosa que se hallaba desahuciada de los médicos.

Maese Pedro, sin encomendarse a Dios ni al diablo, al oír de labios de la curandera Juana que con aquellas hierbas se salvaría la hija de su amo, salió en su busca como perro que ha perdido el rastro de su guarida. Anduvo y anduvo más de dos horas, sin que después de haber recorrido los extramuros de la ciudad encontrase la hierba que buscaba; rendido por el cansancio y abrasado por la ¬sed se sentó sobre una peña que por aquel entonces cubría la fuente.

Ningún ser humano tuvo a bien pasar por aquellos sitios. Ya iba muriendo el crepúsculo vespertino y Pedro tenía que volver a la casa de su amo sin la hierba. Cuando se disponía a marchar vio a Leví, can inseparable de Pedro, que bebía agua que salía por debajo de la peña y por un agujero que con las manos había hecho el perro.

La sed que Pedro tenía le hizo inclinar el cuerpo para calmarla, pero la forma del agujero por donde salía el agua le hizo imposible el que bebiera; entonces ayudado de su enorme cuchillo hizo palanca apoyándolo en la raíz de un árbol haciendo saltar la peña que cubría la fuente.¬ Un pozo pequeño de agua cristalina se presentó a su vista; las paredes del pozo se encontraban tapizadas de una hierbecilla o musgo que hoy se encuentra en casi todas las fuentes y que sus hojas toman en infusión la mayoría de las doncellas.

La hierba que buscaba la encontró maese Pedro, así como un agua fresca y cristalina para calmar su sed. Veloz como el rayo arrancó la hierba y, sin acordarse de beber el agua, llegó a la casa de su amo dando enseguida una taza de aquella hierba cocida a Rosa, y refiriendo a la vez el hallazgo de la fuente y de la hierba.

Durante ocho o diez días estuvo tomando Rosa dos tazas diarias del cocimiento que producía aquella hierba y fue tan a mejor que varias tardes, ya convaleciente, salía de paseo con su hermana María y con maese Pedro bebiendo todos el agua de la fuente.

La rápida curación de Rosa cundió por la ciudad y muchas personas iban a la fuente a beber su agua. Aquel lugar parecía todas las tardes una verdadera romería. Pedro y Rosa no faltaban ni una sola tarde; una de ellas en que Pedro fue a cortar unas mimbres para tejer un canastito quedó Rosa sola en la fuente. Un caballero llamado don Pedro de Venegas se presentó en aquel lugar conversando con Rosa.

Cualquier persona extraña que hubiese oído aquel diálogo habría encontrado en aquella pareja un verdadero idilio de amor. Los padres de Rosa se oponían de una manera tenaz a aquellos amores que solo maese Pedro conocía y a quien habían encargado se opusiera a toda entrevista de Rosa y don Pedro; éste era descendiente de una noble casa, pero un libertino de marca mayor.

Cuando regresó maese Pedro sorprendió a la amorosa pareja; y cumpliendo con lo que su amo le tenía prevenido increpó duramente a don Pedro Vengas, el cual al verse ultrajado por un plebeyo, delante de su dama, desnudó la espada dando muerte al arcabucero Pedro.

La sangre de éste tiñó de rojo las aguas de la fuente. Rosa permaneció impávida ante aquella escena, ni un solo quejido se escapó de sus labios para el hombre que había salvado su vida y al cual su amante pagaba con la muerte. Aquel bautismo de sangre hizo que desde entonces fuera conocida aquella fuente con el nombre de Maese Pedro.

Francisco Díaz Barrera
NOTA:
Esta leyenda o tradición está tomada de “EL ACCITANO”. AÑO VIII, nº 364 de 9-10-1898

Extraída por José Rivera Tubilla

Deja un comentario