Oraciones sanadoras y para librar al ganado de lobos, zorros y ladrones

Oraciones sanadoras y para librar al ganado de lobos, zorros y ladrones.

Moreda (Granada). Año de 1582

Al inicio del año 1554, el obispo D. Martín Pérez de Ayala, después de haber visitado la diócesis y “visto las buenas y loables cosas que se debían introducir y hacer cumplir para el buen gobierno del Obispado y de los nuevos cristianos”.

Dispuso que se celebrara un Sínodo de la diócesis de Guadix y de Baza con objeto de “levantar lo caído, desarraigar lo mal introducido y ordenar y reformar lo desordenado en la disciplina eclesiástica y religión cristiana”.

Por haber crecido en la Iglesia los abusos y malas costumbres, tanto en el estado eclesiástico como en el lego, de tal manera que casi habían ahogado la buena simiente que con su diligencia, sudor y trabajos dejaron sembrada los obispos que le precedieron.

El contenido del Sínodo se estructuró en ocho títulos y cada título contenía una serie de leyes o mandatos sobre la doctrina evangélica, sacramentos, culto divino, honestidad y disciplina de los sacerdotes en hábito y costumbres, doctrina y disciplina del pueblo, primicias y diezmos.

En el título 6º había 49 constituciones que versaban sobre todo lo que tenía relación con la misa, – lo que tienen que hacer y decir los fieles cuando la oyen, a partir de qué edad hay obligación de oírla, “de la cuenta que se ha de tener con los mudéjares o cristianos viejos que fueren rebeldes en el venir a misa los domingos y fiestas-, sobre las procesiones, las fiestas que se han de guardar en la diócesis, sobre ciertas costumbres que no han dejado de practicar los nuevos cristianos de su religión mahometana, domingos y días de ayuno, de las alcahuetas, etc..

El obispo D. Martín Pérez de Ayala constataba, – tras las visitas pastorales que realizó por la diócesis y también por lo que le habían contado -, que algunos de sus súbditos, “especialmente entre los nuevos cristianos, hay personas, mayormente mujeres, que hacen hechizos y encantamientos y dan bienquerencias y malquerencias y hacen otros maleficios”.

Desobedeciendo el 1º mandamiento de la ley de Dios de amarlo sobre todas las cosas.

Es por esto que se ve en la obligación, como Pastor, de imponer penas para evitar tales abominaciones ya que el amor y temor de Dios no los disuade”.

En la constitución 44 se dice que “cualquier persona que hiciese hechizos o encantamientos o adivinare por arte prohibida o diere o hiciere cosas para provocar a amor u odio entre los próximos, especialmente casados, o para maleficar o ligar de cualquier manera que sea, se le ponga en una escalera a la puerta de una iglesia donde hubiere más frecuencia de pueblo y esté allí a la vergüenza mientras durare la misa mayor y pague un marco de plata para pobres y obras pías y a los que a los tales hechiceros y maléficos recurrieren estén en penitencia pública rigurosa en la misa mayor descalzos, sin capas y sin caperuzas o sin mantos o sábanas las mujeres con una soga al cuello con candelas encendidas[1].

En 1582, – han pasado 28 años desde que se promulgaron las constituciones del Sínodo -, se presenta ante el Provisor, el Ilustre Señor Doctor Dionisio de Melgar, un hombre llamado Bartolomé Luis, de 60 años y vecino de Moreda, diciendo que como obediente y fiel cristiano viene a pedir remedio sobre ciertas palabras que suele decir mientras se santigua y que se las enseñó, haría unos 20 años, una mujer que se llamaba Carolina Díaz que era vecina de Langosta [¿].

Un lugar de Castilla la Vieja, porque ha oído que se ha leído un edicto en la iglesia mayor de Guadix mandando se denuncie a los que digan oraciones para sanar, por si las que él dice son propias de hechiceros.

Estas son las oraciones que dice:

“Jesucristo nacido en Belén e crióse en Nazaret y murió en Jerusalén. Anduvo treinta y dos años y medio por la Tierra, resucito a Lázaro y perdonó a la Magdalena y sanó a la Cananea.

Hizo muchos milagros y otros muchos más, ansí yo lo creo esto es verdad, ansí Dios sane esta persona del mal”.

“Señora santa Ana parió a Virgo e santa María a Cristo e santa Isabel a señor san Juan, ansi como yo lo creí es verdad, ansi sane esta persona de este mal

“El Padre es la gloria y el Hijo es la vida, el Espíritu Santo la sabiduría, Dios lo hará y la Virgen y madre se lo aplicará, la Santísima Encarnación se lo otorgará, como esto es verdad, ansi sane esta persona de este mal”.

Después de decir cualquier oración de estas, santigua a la persona diciendo en el “nombre del Padre e Hijo y Espíritu Santo y que esto se lo hace a las criaturas y otras personas que dicen que tienen nacidas[2] o mal de ojo”.

Además de estas oraciones para sanar también hace una “encomienda” al ganado, cuando se pierde, para que los lobos no se lo coman y esto lo hace tanto para su ganado como para el de los ajenos y son las siguientes:

“Echeme con Dios y con Santa María, levanteme con Dios y con Santa María, vestime y calceme y abrocheme y puse mi caperuza y fuime a la fuen Jordan, cogí cien hojas con cien raíces de la yerba çebiuna [¿] para ligar lobo o loba, pies y manos, dientes y boca, para ligar perro y perra, pies y manos, dientes y boca, para ligar zorro y zorra, pies y manos, ojos, dientes y boca, para ligar ladrón y ladrona, pies y manos, dientes y boca.

Levántate pastor y suelta tus canes que tu ganado en cobro[3] está, que Dios y la Virgen santa María guardado te lo ha y santo Andrés con los ángeles treinta y tres como estas palabras son dichas lo guarde Dios de mal”.

Después de decir esta oración se santigua diciendo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

En las diligencias realizadas para probar si Bartolomé Luis había practicado la hechicería, usando oraciones para curar y ahuyentar a los lobos, viendo el provisor la humildad con la que había venido a declarar las palabras que usaba mandó que en adelante no usara ni dijera estas palabras bajo pena de ser castigado como hombre supersticioso y que no “sentía bien la fe” y que cuando quisiera socorrer a alguien de algún mal acudiera a los sacerdotes y ministros de Dios y que cumpliera lo ordenado pues de no hacerlo se le podría castigar con la excomunión y el pago de cuatro ducados aplicados para obras pías.

Fuente: Archivo Histórico Diocesano de Guadix
Autor: José Rivera Tubilla

[1] ASENJO SEDANO, Carlos. “Sínodo de la diócesis de Guadix y de Baza. Martín de Ayala” Ed. Facsímil. Universidad de Granada 1994

[2] Puede ser nacencia, que es un bulto o tumor que sin causa manifiesta nace en cualquier parte del cuerpo o puede ser alguna enfermedad del recién nacido

[3] Lugar donde se asegura, guarda o salva algo.

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