Miles de vehículos llevan once días atrapados a lo largo de cien kilómetros de autopista a la entrada de Pekín
25.08.10 – 02:01 – ZIGOR ALDAMA ENVIADO ESPECIAL |
A su lado, la operación retorno de agosto es un juego de niños. Y quienes se quejen estos días de los embotellamientos para acceder a las playas de sus lugares de veraneo pueden sentirse afortunados. No les gustaría nada estar a las afueras de Pekín en la autopista nacional G110, que conecta la capital china con Tíbet, porque allí se ha formado un atasco de proporciones descomunales: decenas de miles de camiones colapsan la vía en un tramo de cien kilómetros que llega hasta las provincias vecinas de Mongolia Interior y Hebei. Y así, parados, llevan sus conductores desde hace once días.
Lo peor es que no parece que la situación vaya a mejorar hasta septiembre. Las obras de mantenimiento del asfalto -deteriorado por el tráfico pesado-, los accidentes y averías que sufren los vehículos involucrados y las restricciones que Pekín impone a los camiones de más de cuatro toneladas han hecho posible este atasco de récord que, sin embargo, tendrá que esperar para figurar en el Libro Guinness. Y es que el 16 de febrero de 1980 se produjo entre París y Lyon un embotellamiento que alcanzó los 176 kilómetros. Claro que no tuvo tanta duración como el de la G110.
El paso del tiempo es justo lo que hace desesperar a los conductores. La mayoría, lógicamente, no cuenta con víveres para sobrellevar la espera. Y eso supone una oportunidad de oro para que los lugareños cobren una fortuna por un bol de arroz.
«Venden la sopa de fideos a cuatro veces su precio», se queja un camionero al diario chino ‘Global Times’. No es la primera vez que este conductor queda atrapado en una cola sin fin y ha decidido no perder el sentido del humor. «Deberían organizar conciertos los fines de semana para hacernos esto más llevadero». Hasta que llegue ese momento, seguirá jugando a las cartas con otros compañeros de odisea, que, en su mayoría, transportan carbón.
Desarrollo frenético
La G110 no es la única vía de acceso a Pekín desde el oeste del país, pero las dos alternativas principales resultan mucho más costosas. En una es necesario pagar peaje, algo que los transportistas no pueden permitirse porque trabajan horas extra y transportan más carga de la que deberían y aún así malviven, y la otra requiere viajar 200 kilómetros extra.
El atasco de Pekín demuestra la dificultad que China tiene para adecuar sus infraestructuras, generalmente más que aceptables, a la velocidad de un crecimiento económico y comercial que supera el 10%.
También deja en evidencia las diferencias sociales entre quienes pueden viajar a toda velocidad por las relucientes autopistas de pago, cuyo costo es muy elevado para la renta media del país, y los que consideran que su tiempo es mucho menos valioso que el combustible que emplearían para dar un rodeo. Aunque el precio de la sopa de fideos esté por las nubes.
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