Homilía de la SOLEMNIDAD DE LA VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS, PATRONA DE GUADIX

Guadix, 13 de Noviembre de 2011

“Hoy Guadix palpitante proclama como Reina a su Madre y Patrona y el ofrece con regia corona los anhelos de su corazón”. Así canta Guadix el amor a la Virgen de las Angustias, y así lo hacemos en el marco de su Santa y Apostólica Catedral. A Ella nuestro amor y devoción.

Hermanos sacerdotes;
Ilmos. Sres. Vicarios General y episcopal.
Ilmo. Sr. Dean y Cabildo de la SAI Catedral;
Queridos Seminaristas;
Miembros de los Institutos de Vida Consagrada;
Hermano Mayor y Hermandad de la Stma. Virgen de las Angustias, Patrona de Guadix.
Hermandades y Cofradías.
Hermanos y hermana en el Señor.

Saludo con sincero afecto al Sr. Alcalde y a la Corporación municipal, junto a las dignas autoridades que nos acompañan y nos honran con su presencia; al tiempo que les expreso mi agradecimiento por su presencia y mi estima.

Cada domingo somos invitados a la mesa del Señor, mesa que es de la Palabra y del Cuerpo y Sangre del Cristo. Es este un misterio de presencia, misterio que hace actual lo que un día ocurrió en el Calvario en beneficio de la humanidad entera. La entrega del Hijo de Dios por la salvación de los hombres encuentra en cada celebración eucarística su actualización, o lo que es lo mismo su realización. En la eucaristía, que es la comunión con el cuerpo de Cristo, gustamos aquí nuestra salvación.
La iconografía cristiana, fruto de la profesión y de la experiencia de fe del pueblo creyente, nos muestra la belleza de los misterios cristianos haciéndolos visibles a nuestros ojos e invitándonos a llevarlos al corazón mediante la interiorización. Esta relación íntima entre la experiencia de fe y la belleza expresada en las imágenes de los misterios cristianos es lo que da sentido a la fiesta por excelencia de la ciudad de Guadix, la fiesta de su Patrona, la santísima Virgen de las Angustias
La hermosura de la Madre de los accitanos es la expresión del amor de un pueblo a la Virgen María, a su persona y a su misión. La imagen de la Virgen con su Hijo en brazos nos traslada al momento que esta imagen representa: Jesús muerto ha sido bajado de la cruz y depositado en los brazos de su madre. Es un momento entrañable, momento de ternura y de desgarro. Es momento de silencio que tiene como fondo el dolor contenido. En la escena se unen la incomprensión ante cualquier muerte, y mucho más la de un joven inocente, con la aceptación de una muerte que ha sido asumida voluntariamente, como consecuencia de un amor llevado hasta el extremo. Una muerte así, no es ni puede ser final sino comienzo de una vida nueva, que anuncia que el amor ha vencido a la muerte porque es más fuerte que la muerte La imagen de la Virgen de las Angustias que contemplamos, y que Guadix venera, no es simple evocación de un momento sino que es presencia y actualización de la salvación que ha acontecido en la Pascua de Cristo y de la que María es testigo y anuncio.
La celebración cada año de la fiesta de la Virgen de las Angustias, Patrona de Guadix, es una invitación y una oportunidad para reflexionar y renovar la fe de este pueblo, o lo que es lo mismo volver al origen, a lo que nos identifica; es como volver al primer amor. Por ello, quiero detenerme en una reflexión acerca de la fe cristiana, mejor de Dios mismo, esencia que identifica a nuestro pueblo.
La puerta de las fe, nos recuerda el Papa, siempre está abierta para nosotros. Es la puerta que cruzaron nuestros padres, la misma que cada uno de nosotros ha cruzado por el bautismo. Se cruza la puerta de la fe “cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma”. Por eso, hemos de anunciar la Palabra de Dios a este hombre y en este mundo, y lo hemos de hacer confiados en la fuerza y en la eficacia de la Palabra, pero también en la capacidad y bondad del hombre para aceptarla en su corazón. La falta de ardor evangelizador en muchos de los que nos llamamos cristianos no es sino falta de fe, dicho sencillamente, hemos hecho a Dios insignificante, no nos creemos que Dios es capaz de transformar el corazón humano y poner al hombre en el camino de su realización, de la salvación. La fe es camino que dura toda la vida y que implica a todo el hombre. La fe no es un adorno o un elemento superpuesto en la existencia humana que no tiene más misión que ayudarnos a ser buenos sin más. La fe es esencial al hombre y lo introduce en una vida que no tiene caducidad, el camino de la fe “se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús”.
Hoy, como siempre, estamos llamados a redescubrir el camino de la fe “para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo”. Son muchos los hombres que viven en medio de un verdadero desierto donde falta lo esencial para vivir, donde la vida se escapa de las manos y con ella el sentido de nuestro ser y de nuestro existir. Por eso es deber de todos aquellos que somos cristianos posibilitar la vuelta de los hombres al encuentro con el Señor, llevarlo a Aquel que es la vida y que llena la nuestra de sentido y plenitud.
Muchos de nuestros contemporáneos se preguntan, si en medio de la situación que vive hoy el mundo, una situación compleja y delicada, con un futuro más que incierto, es necesario, o merece la pena plantear la cuestión sobre Dios. Incluso aquellos que respetan y valoran la misión de la Iglesia, comprenden y hasta apoyan su labor social y caritativa que está en la vanguardia de la pobreza y de las situaciones límites, olvidan con facilidad cual es la causa en las que se apoyan estas iniciativas sociales. En definitiva, la cuestión es: ¿hay que anunciar a Dios en esta situación de crisis mundial?.
Ante esta cuestión, me atrevería a decir que primero hay que rescatar a Dios, sacarlo de la insignificancia a la que lo hemos reducido, limpiar su rostro de las adherencias que lo han ocultado para que muestre su belleza salvadora. El pensamiento que ha dominado la modernidad, y que ahora nos muestra sus límites, quiso reducir la religión a una cuestión ética. Según este pensamiento, en lo que a la religión se refiere simplemente hay que ser buenos; lo importante en la religión como en la moral es la práctica, lo que hacemos. Pero al reducir la religión ha una cuestión simplemente práctica, ética, se oculta lo que da sentido al hacer, se quitó de la escena pública a Dios. Dios no importaba, solo ser buenos, pero sin referencias objetivas y trascendentes. La nueva diosa de la modernidad era la razón, una razón práctica que solo busca la eficacia, en la que todo ha de ser demostrado, pero eso sí dentro de los límites de nuestras posibilidades. Todo lo que se salga de este marco es irreal, fruto de la subjetividad. Así se ha podido postular que la religión es una creación humana porque Dios no solo no existe, sino que no puede existir.
Pero, ¿que ha ocurrido entonces?, ¿cómo ha podido seguir viviendo el hombre?. Pues me atrevería a decir que el hombre ha vivido maquillado, narcotizado. Un hombre rodeado de cosas pero vacío en su interior. Hemos creado calidad de vida y la sociedad de bienestar, pero ni en la calidad de la vida ni en el bienestar de la sociedad hay alma, hay calidez. Hoy muchos conductores de la vida social y cultural constatan que las iglesias no tiene jóvenes, pero yo me pregunto, ¿y cuántos tienen los partidos políticos, los sindicatos, las asociaciones de vecinos, la asociaciones culturales o musicales y hasta los clubes deportivos?. Hemos creado un modelo de hombre sin referencia a su Creador y vamos descubriendo que ahora tenemos un hombre menos humano, con menos alma; un hombre que sirviendo a la tierra no es capaz de transformarla.
El panorama de la vida pública hoy está ocupado en su totalidad por la cuestión de una crisis mundial, al parecer sin precedentes, que supera personas y naciones. Pero la respuesta, al menos general, que damos es simple, irreflexiva, queremos recuperar la situación que tuvimos y que sin duda no volverá. No vivimos una crisis económica sin más, no nos engañemos, vivimos una crisis moral, una crisis de identidad.
Al decir esto quiero subrayar que la crisis, aun con aspectos negativos, pueden ser un momento de gracia, una crisis de crecimiento, un auténtico kairós. ¿No es, por tanto, el momento de mirar en otra dirección?, ¿no es este momento una invitación a dar alma al mundo?. Hemos querido hacer una Europa basada en lo económico, pero sin alma, y ahora tenemos una Europa vieja y en crisis. Posiblemente es el momento de revisar la idea misma de progreso que no puede ser solo lineal, solo hacia delante, sino también hacia lo profundo, al interior.
Y es aquí donde la fe en Dios tiene mucho que decir. Dios da consistencia a la vida del hombre y del mundo, porque en Él hemos nacido y en Él nos movemos y existimos, a Él se encamina nuestra vida. Dios que se ha manifestado en Cristo nos enseña el camino que lleva a la humanidad a su plenitud, y este camino no es sino el mismo hombre. Nuestra humanidad es el camino del encuentro con Dios. Dios al hacerse hombre ha asumido nuestra naturaleza elevándola a su divinidad. Dios es el amigo del hombre, su compañero de camino, la voz que alerta y alienta y el brazo en el que apoyarnos en los momentos de cansancio. Dios viene con nosotros para enseñarnos la dirección en que hemos de mirar, para que aprendamos a leer la historia, nuestra propia historia, desde sus ojos, desde su corazón.
Desde aquí volvemos nuestra mirada a la imagen de la Virgen con su hijo en brazos; nos acercamos a ella para entrar en su misterio, nos descalzamos como Moisés en el monte del Señor porque el suelo que pisamos es sagrado. Entramos en el corazón de María y de su hijo como lo han hecho nuestros padres a lo largo de la historia, entramos para encontrar consuelo y fortaleza en ellos, para aprender a mirar la historia, nuestra historia desde aquí, para descubrir la grandeza de nosotros mismos. El corazón de María que queda atrapado en el de su Hijo muerto, pero que es un corazón que vive en la esperanza de nuevo cielo y la nueva tierra.
María de las Angustias nos da a Jesús el fruto bendito de su vientre. Es este y no otro el privilegio de la Iglesia, el de los cristianos. Nuestro privilegio es Jesús que nos viene de María la Virgen. Nuestra dicha es anunciarlo a los hombres para que conociéndolo los amen y lo sigan. Somos dichosos porque el Hijo que María sostiene en sus brazos nos lo ha dado a nosotros, es nuestro.
En Cristo sufriente y dolorido, en el Señor muerto identificamos su rostro en cada hermano que pasa por el dolor y el sufrimiento, en cada hombre postrado por cualquier tipo de pobreza, por la enfermedad o la soledad. Tenemos el privilegio de servir a los hermanos, porque al servirlos a ellos servimos al mismo Cristo. Cuantas veces lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños conmigo lo hicisteis, nos dice el mismo Señor en el Evangelio. El Dios que lleva la Virgen en sus brazos es cada hombre pobre y necesitado. María en Cristo nos da a los hermanos.
Pero, mis queridos hermanos, hijos de Guadix, los que vivís aquí y los que ahora estáis fuera, tomando la lección de evangelio de hoy, la parábola de los talentos, quiero interpelarme e interpelaros: ¿qué hemos hecho con los talentos recibidos?, ¿qué hacemos con tanta gracia que Dios ha derramado en esta tierra a lo largo de dos mil años?, ¿qué hemos hecho con la fe que recibimos y que vertebra nuestro ser?. Y lo más importante, ¿qué haremos hoy para construir el futuro?.
El que recibió un talento tuvo miedo, por eso lo guardó y no lo negoció para obtener más. Desde el miedo y el conformismo nunca haremos nada. La Iglesia, como la sociedad accitana no se puede conformar con el lamento de nuestra pobreza, ni podemos permitirnos magnificar nuestras legítimas diferencia en el modo de pensar. Guadix, y la iglesia de Guadix necesitan ilusión para seguir caminando. Con la mirada agradecida en nuestro glorioso pasado hemos de encarar el futuro con imaginación, con firmeza y con decisión.
La Iglesia del Señor que está en Guadix no se conforma con llevar el evangelio y cuidar a los que están dentro, quiere buscar también a los que están fuera, a los que se fueron y a los que nunca vinieron, a todos queremos hablarles de Jesucristo y de la nueva vida que genera la fe en Él. Nosotros no entendemos la sociedad como una lucha sino como una familia, como una fraternidad, por esos queremos contribuir al bien del hombre y de la sociedad; reivindicamos ser una presencia activa, desde lo específico de nuestra misión y con humildad, en la regeneración de esta tierra; queremos contribuir a su progreso porque es el progreso del Reino de Dios. Nuestro recién estrenado Plan de evangelización marcarán las etapas de este camino.
Quiero terminar con una oración a la Virgen, la oración de esta iglesia que camina en Guadix.
A ti Señora y Madre nuestra te encomiendo los anhelos de esta iglesia apostólica; en tu regazo dejo nuestras dificultades y la de los hijos de esta tierra.
Madre pongo bajo tu amparo a los jóvenes; ayúdanos para que sepamos trasmitirles la belleza de la fe, intercede para que descubran al Señor y configuren su vida según el modelo del Evangelio;
En tus brazos pongo también nuestro Seminario y su futuro; a ti te encomiendo las vocaciones a la vida sacerdotal y consagrada; alienta la fidelidad de los que han sido llamados y despierta la respuesta de los que escuchan la voz de Dios pero no la reconocen o tienen miedo a seguirla.
Bajo tu mirada están las familias, protégelas, sé su madre. Mira especialmente a aquellas que pasan por cualquier dificultad y haz que todas cumplan con su misión en la Iglesia y en el mundo.
Inspira y da sabiduría y prudencia aquellos que nos representan en la vida pública, que gobiernen mirando siempre al bien común y en el respeto a la libertad de cada hombre. Que juntos construyamos una sociedad mejor.
Recoge en tu corazón a los que pasan por la dificultad, el sufrimiento y todo tipo de pobreza. Madre querida son muchos los hombres y las familias que sufren las consecuencias de esta crisis, los que no tienen trabajo, y hasta aquellos que no tienen lo imprescindible para vivir con dignidad. Muéstrate como Madre y haz que puedan volver a tener una vida digna.
Virgen de las Angustias, llévanos a Jesús fruto bendito de tu vientre.

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