CUANDO ERA AYER TODAVÍA por José Luis Hernández Pérez
Don Carlos Ros, la Escolanía, Guadix; Tres nombres entrañables unidos en el recuerdo. Con solo pronunciarlos, la emoción salpica mi corazón y la nostalgia se apodera de mí.
Cuando era ayer todavía en ese Guadix de los días largos, del pan con aceite y azúcar, de la desesperanza; cuando veíamos a nuestros amigos y parientes marchar a esas tierras lejanas de la emigración, en ese maldito tren que conocíamos con el nombre del “Catalán”, tren que separaba a los padres de sus hijos, a los hijos de sus hermanos, tren que rompía amistades por la distancia y por el tiempo. Cuando era ayer todavía en ese Guadix oscuro y silencioso, había una Luz, resplandeciente, limpia, blanca; Una Luz compuesta de decenas de sotanas blancas, limpias, resplandecientes: La Escolanía, nuestra Escolanía, nuestro orgullo, el orgullo de Guadix.
No había acontecimiento social, cultural o religioso en el que no participara la Escolanía. Los escolanos eran niños alegres, muchos de ellos traviesos, pero sobretodo, eran niños espabilados, verdaderamente eran distintos. Niños que gracias a la Escolanía, viajaron, vieron mundo; Comprobaron por si mismos que el mundo no termina en nuestros cerros, en los cerros que rodean la ciudad de Guadix y que nos impiden ver el horizonte. Las gentes de Guadix somos gentes cerradas, en gran parte, por estas circunstancias geográficas. Pero los escolanos no, los escolanos eran abiertos…,sin complejos. Ellos tuvieron la oportunidad de ver y disfrutar de otras tierras, de otros paisajes, de otras culturas. Este hecho les marcó su personalidad y bien que se les nota.
Don Carlos Ros los acercó a la música y los llenó de sensibilidad musical. Don Carlos nos acercó a todos los accitanos a la música. Particularmente lo pude comprobar en mi etapa de Alcalde, pero de manera especial en la etapa de concejal de cultura. Cuando llegaban esas grandes orquestas de música clásica a nuestra ciudad, con sus músicos dispuestos para dar un concierto más y al final, cuando terminaban, quedaban impresionados con los silencios, con los aplausos, con el saber escuchar de los vecinos de nuestro pueblo.
No tengo ninguna duda, Don Carlos Ros con su entrega y con su esfuerzo, fue el responsable de que en este “valle risueño” vivamos de manera especial la música clásica. Don Carlos Ros, gran hombre, siempre cabizbajo por su timidez y humildad, pero siempre comprometido con su obra y con su espiritualidad; Cura, bueno, cura no, Sacerdote, de los pies a la cabeza, con toda rotundidad y con toda solemnidad. Coherente en sus ideas y pensamientos y siempre, dispuesto para cantar allí donde se lo pedían.
La primera vez que me dirigí a él para solicitarle que la Escolanía cantara, fue en el funeral de Enrique Casas, senador socialista, asesinado por ETA. Muchos pensaban que Don Carlos no acudiría, pero Don Carlos llegó con sus escolanos, cantaron la misa y cantaron canciones vascas, emocionando a todos los vascos que ese día acudieron a Guadix.
Particularmente pienso que a Don Carlos no le hemos agradecido suficientemente todo lo que ha hecho por Guadix; Aunque fue nombrado hijo adoptivo y predilecto, le dimos su nombre a una calle y al conservatorio elemental o lo hayamos enterrado junto a Pedro Antonio de Alarcón, todo esto no basta. Don Carlos ha sido uno de los personajes más importantes del Guadix del Siglo XX, ha sido y seguirá siendo un ejemplo para todos; nos acercó a personas desconocidas para nosotros pero reconocidas mundialmente como Palestrina, Bach, Mozart, Haendel…, a los grandes compositores de la música clásica. Y también a otros muchos compositores desconocidos entonces para todos menos para él, sólo él, su gran cultura y su enorme curiosidad se lo permitían. Ahora a todos nos suenan y nos parecen inseparables de la práctica coral nombres como Irruarízaga, Goicoechea, Otaño, nuestro admirado Juan Alfonso o su maestro Valentín Ruiz-Aznar. Don Carlos siempre ocupará una parte importante en nuestros corazones y en nuestra memoria colectiva.
Cuando tenia nueve o diez años, mi amigo Paco me insistía para que fuera a la Catedral el domingo, a misa de doce; ese día iban a cantar el Aleluya de Haendel y ese día fui, escuché y me enganché a la Escolanía. Que envidia pasaba, yo quería ser escolano, pero siempre que me presentaba a las pruebas nunca daba la “nota”. Algunos años después, Don Carlos, que sabía de mi frustración acudió a mi despacho de la Alcaldía y me regaló el escudo de la Escolanía; Ese día fui feliz; Yo ya era escolano.
Y siguieron pasando los años y un día Don Carlos se despidió de nosotros, se fue sin hacer ruido y sin molestar. Nunca olvidaré su funeral, cuando decenas de escolanos se concentraron a las puertas de la Escolanía y en procesión, llorando y con sus réquiems y cantos espirituales, cabizbajos y en profundo recogimiento acompañaban al maestro.
Cuando lo estábamos enterrando, todos éramos conscientes de que estábamos enterrando una parte muy importante de la historia de Guadix.
Don Carlos, Gracias y mil veces Gracias.
José Luis Hernández Pérez . Guadix
Este Artículo pertenece al libro:
«Escolanía Niños Cantores de la Catedral de
Guadix: 50 años de Historia Musical» que se publicará el año próximo,
con motivo del 50 aniversario.
Autor: José Manuel Baena Herrera