La historia de la ERMITA de SAN ANTÓN contada por JUAN DELGADO ROQUER presidente de la Hermandad en el año 1955
El documento más antiguo que se encuentra en el Archivo Histórico Diocesano de Guadix sobre la ermita de S. Antón data de 1563.
Desde entonces y a lo largo de su dilatada historia ha tenido sus ermitaños con vivienda propia anexa a la ermita que se preocuparon de su mantenimiento y a la que han acudido los devotos del santo anacoreta para rezarle.
Su Hermandad es una de las más antiguas de Guadix. En la lista de cofradías que recibieron el año 1593 las reliquias de S. Torcuato en la ermita de S. Lázaro, la de S. Antón aparece en tercer lugar por orden de antigüedad.
Con el paso del tiempo la ermita se deterioraba, sobre todo los tejados, y los ermitaños se preocupaban de gastar algún dinero de lo que recogían de limosnas para arreglarlos.
Llegamos al s. XX. Una vez finalizada la Guerra Civil Española (1936-1939) el estado de la ermita de S. Antón era ruinoso debido, según el parecer del presidente de la Hermandad D. Juan Delgado Roquer, a que “…gente desaprensiva convirtió la ermita en albergue y lejos de haber hecho alguna obra de entretenimiento y conservación, por ser refugio de evadidos de la zona nacional, estuvo en completo abandono, además a raíz
de ser liberada nuestra ciudad fue destinada a prisión de condenados, lo que contribuyó a que la ermita quedara en tal mal estado que la Hermandad de S. Antón se vio obligada a demoler la entrada que formaba el porche, lo típico de la ermita, en vista de la ruina que ello constituía”.
Ante esta situación de la ermita el presidente de la Hermandad, que lo fue al menos durante cincuenta años, escribió al accitano Juan Aparicio López, que entonces era el Director General de Prensa, solicitándole que se hiciera cargo de la restauración de la ermita la Dirección General de Regiones Devastadas, porque el presupuesto dado por los técnicos para su arreglo ascendía a la cantidad de 20.000 pesetas y la Cofradía, por surtirse sólo de las cuotas de los hermanos, que la gran mayoría eran labradores, no podía hacer frente a tan abultados gastos.
En 1955, D. Juan Delgado Roquer dirigía un escrito al director del semanario ACCI en estos términos:
Muy Sr. mío: Siento en el alma al dirigirme a Vd. carecer de una pluma de adornos periodísticos, pero como hijo nato de Guadix y entusiasta de nuestra querida tierra, solo me guía el deseo al escribirle la presente, el que no desaparezcan nuestras tradiciones milenarias tan arraigadas en los buenos accitanos.
La ermita de San Antón se encuentra en un lamentable estado de ruina, temiéndose que el día menos pensado su techumbre se venga al suelo desapareciendo con ella la fe que al santo anacoreta se le tiene en nuestra ciudad.
En el año 1907 se repitió esta llamada, y un familiar de D. Pedro J. Garrido, canónigo de la Santa Iglesia Catedral, costeó su restauración a pesar de ser forastero, pero que habiendo visto nuestra tradicional fiesta se convirtió en uno de sus más fervientes admiradores.
Oí de D. Miguel Valero, canónigo lectoral, que, en la primavera del año 1.500, (la fecha exacta fue el 27 de febrero de 1593), al traerse las santas reliquias de nuestro Patrón San Torcuato, fueron depositadas en la ermita de San Lázaro, siendo la Hermandad de San Antón la que estableció un turno de vela, por ser la única que por aquel tiempo existía, fue la que acompañó las santas reliquias a la Santa Iglesia Catedral, pidiendo en dicho acto que siempre se mantuviera la fe en San Antón.
También se asegura, que cuando nuestro querido pueblo se denominaba «Colonia Acci» y mientras se edificaba la Santa Catedral, que iría provista de cementerio, la que hoy es iglesia de la Magdalena, en la altura de un arco se edificó la ermita de San Antón para elevar culto a Nuestro Señor, de ahí la poderosa razón de que, de este barrio, que fue el primero en sembrar la religión, saliera como milagro San Fandila, que no hace mucho tiempo existía
la lápida en la puerta de la casa en que nació. Por la ermita han desfilado oradores entusiastas, que no se cansaban de enaltecer las glorías del santo anacoreta, tales como el Iltmo.
Sr. Lectoral D. Miguel Valero, le sustituyó D. Ricardo Flores, y después D. Manuel García, D. Manuel Medina Olmos, y últimamente el Iltmo. Sr. Deán D. Juan López Gómez, quien por su delicado estado de salud tuvo que dejar de hacerlo.
Hoy tenemos la mala suerte de que esta ermita, donde se venera la santa memoria de San Antón, pueda desaparecer por falta de protección ya que los timbres que han sido pulsados han dejado de sonar por falta de corriente.
Nuestro ilustre paisano, D. Juan Aparicio López, en diferentes ocasiones nos ha animado con su aliento, pero la falta de inteligencia para llegar al sitio adecuado ha limitado nuestros pasos haciéndolos ineficaces para poder llegar al feliz éxito de nuestras aspiraciones.
Para poder habilitar la ermita el pasado año tuvimos necesidad de hacer desaparecer el porche ya que este
amenazaba venirse abajo, y por falta de recursos económicos se ha tenido que dejar sin construir de nuevo; a pesar de ser una de las cosas características que existían en dicha ermita.
Parece ser que los materiales del porche que estaban depositados dentro de la ermita en espera de mejor ocasión para proceder a su restauración, han sido empleados en la construcción de una caseta de deportes.
¡Fíjese si de esta manera se podrá conseguir alguna cosa en bien de la Hermandad del santo y del pueblo!
Cuando tenga a bien Sr. Director procure si puede hacer algo en beneficio de este santo anacoreta y el
sostenimiento de sus tradicionales festejos.
Le saluda y da las gracias.
El Presidente de la Hermandad.
JUAN DELGADO ROQUER.