El Aula Abentofail de Poesía y Pensamiento arranca 2014 con una cita que hará las delicias de los amantes de los cuentos, ya que se contará para la primera sesión de este año con una de las figuras destacadas de nuestro país en este género: el granadino Ángel Olgoso. Dirigida por el escritor Antonio Enrique y organizada desde el área de Cultura del consistorio accitano, el Aula propone al público un mes más la ocasión de conocer de primera mano la obra de un escritor de prestigio y de charlar con él en el espacio de debate que siempre se genera. En esta ocasión la ponencia se presenta bajo el título “El arte de lo mínimo”. Como siempre, la cita es el último viernes del mes (es decir, el próximo 31 de enero) a partir de las ocho de la tarde en la Fundación Pintor Julio Visconti.
Más datos sobre Ángel Olgoso
De Cúllar Vega, Granada, nacido en 1961, es un nombre imprescindible en el panorama español del cuento actual. De este género, al que se ha dedicado en exclusiva, ha publicado los siguientes quince libros: Los días subterráneos (1991), La hélice entre los sargazos (1994), Nubes de piedra (1999), Granada año 2039 y otros relatos (1999), Cuentos de otro mundo (1999, 2003 y 2013), El vuelo del pájaro elefante (2003), Los demonios del lugar (2006), Astrolabio (2007 y 2013), La máquina de languidecer (2009), Los líquenes del sueño. Relatos 1980-1995 (2010), Cuando fui jaguar (2011), Racconti abissali (2012); y ya de 2013: Las frutas de la luna, Almanaque de asombros, Las uñas de la luz. De poesía, está a punto de publicar Ukigumo.
Ha obtenido numerosas distinciones, entre las que destacan el premio Libro del año 2007, Gruta de las Maravillas de la Fundación Juan Ramón Jiménez, Caja España de Libros de Cuentos y el prestigioso Clarín, convocado por la Asociación de Escritores y Artistas Españoles. Figura en medio centenar de antologías del género, y relatos suyos han sido traducidos al inglés, alemán, italiano, griego y rumano. Es, además, fundador y rector del Institutum Pataphysicum Granatensis y miembro de la Amateur Mendicant Society de estudios holmesianos.
Un texto de Ángel Olgoso
“… Vi palafitos asentados en valles fértiles, entre los penachos de nieve de las montañas, entre los bosques a la luz de la luna, como nidales al borde de acantilados, como telitas de araña en desiertos, como caparazones de moluscos sobre laderas volcánicas, sobre los reticulados cultivos de las vegas y los aguazales de las tundras. A duras penas me sostenía en la tosca banqueta. Tambaleándome y remolineando junto a mis pensamientos y convicciones como hojas secas al viento, comprobé que la mayor parte de los lugares, de los predios reproducidos en los grabados, eran perfectamente reconocibles, y que cualquiera podía afiliarlos con exactitud a su memoria a partir de la inequívoca disposición de formaciones y detalles orográficos. La verosimilitud que antes me llegaba en leves y dispersas oleadas, me alcanzó ahora de lleno, de forma instantánea: vastos tapices de civilización se desintegraban ante mis ojos como por ensalmo; las infinitas y vivas ciudades, los encajes de colosales arquitecturas, se hundían de nuevo en repentinos mares de polvo y de hierba; la catedral de los logros humanos, trabajosamente erigida, se desleía en gravilla y aire; una multitudinaria y frenética hueste de titanes, un laborioso ejército de canteros, una batalladora tropa de constructores de imperios, una tumultuosa sucesión de generaciones se disipaban como espectros colectivos en el vacío, en la esterilidad, en la nada; los clamores de la piedra y el mármol, de las campanas y los martillos, eran reducidos al silencio; la crónica de las hazañas, de las efemérides, de los pueblos, de los nombres en los siglos del mundo se secaban en mi mente como efímera baba de caracol; las edades, las mareas, las órbitas planetarias, los cielos septentrionales y meridionales, devorándose a sí mismos, retornaban al fresco comienzo, a su semilla, a su matriz intacta. Apenas resultaba tolerable tal cúmulo de visiones. Me di cuenta de que hallaba cada vez más difícil invocar a mi memoria, imaginar lo que no veía, establecer analogías entre lo evidente y lo que se iba haciendo remoto, recobrar lo que ni siquiera había sucedido. Como si hubiera envejecido miles de años mediante un conjuro, o hubiera rejuvenecido y viviera en cualquier caso a destiempo. El sol nunca doró soberbias cúpulas, ni fastuosos palacios, ni castillos, ni pirámides, ni menos aún rascacielos, nunca caldeó anfiteatros, templos o mausoleos; el viento nunca hizo girar molinos, nunca lamió obeliscos o estatuas, torres o minaretes, no se coló bajo arcos de triunfo, nunca pirueteó en gloriosas y elegantes avenidas ni atacó callejuelas miserables y ennegrecidas. La fantasmagoría desplegada impávidamente tras el fortuito encuentro con el pecador disolvía los recuerdos, apagaba luces y faros, atomizaba volúmenes de toda clase y tamaño, desvanecía hitos históricos cuyo eco dejaba de oírse en la inmensidad del pasado, desprendía hojas del calendario que caían como pétalos y sépalos marchitos, como ceniza de un tiempo inexistente, preludiando una especie de súbita y atroz extinción, de zozobra abismal, de abismo”.
Los palafitos, de Los demonios del lugar.
GABINETE DE PRENSA. AYUNTAMIENTO DE GUADIX.
21 de enero de 2014.