LA ESCOLANÍA DE GUADIX Y SU FORJADOR

Por Don Juan García-Santa Cruz Ortiz
Me pide el autor de este libro que escriba unas líneas sobre la Escolanía y su Fundador-Director, Don Carlos Ros González. Lo hago con mucho gusto y en reconocimiento y gratitud a ambos. Tienen bien merecido esto y mucho más. La Escolanía y Don Carlos han magnificado las ceremonias de la Catedral y otros templos diocesanos, han llevado el nombre de Guadix por muchos caminos, han llenado variados foros en numerosas ciudades, han deleitado a selectas sensibilidades, han cultivado el espíritu y han creado una cultura musical en esta tierra accitana marcando un hito en su historia.
No es extraño que Guadix entero, el día 5 de julio de 2003, sintiera que había perdido algo de su «alma», el alma musical de Guadix que Don Carlos había forjado sin hacer ruido y como «de puntillas», como él solía hacer sus trabajos. No es extraño que, al día siguiente, la Catedral accitana se encontrara repleta, hasta los topes como en los días grandes, para darle el último adiós. Todos nos sentíamos afectados por el fallecimiento de tan querido sacerdote: sus familiares, el obispado, la Catedral, el presbiterio diocesano, la comunidad de Religiosas de la Divina Infantita de la que fue capellán, el gran número de antiguos alumnos del Colegio «Niños Cantores de la Catedral de Guadix», componentes del coro que durante tantos años dirigió Don Carlos con maestría y ejemplar dedicación, e incontables amigos y admiradores. Ha sido la obra de Don Carlos; la obra por la que vivió y se desvivió; obra que ha beneficiado a Guadix y su diócesis y que ha trascendido a toda España y numerosos países del mundo.
El recuerdo de Don Carlos me hace evocar al profeta Ezequiel, llamado por Dios para guiar a su pueblo: «Hijo de hombre, yo te envío…” (Ez. 2,3); y, parafraseando al profeta, traslado este mensaje a la sencilla persona que nos ocupa. Pues, el 12 de marzo de 1949, fecha de su ordenación sacerdotal, ocurrió algo parecido: «Carlos, hijo de José María y de Carmen, yo te envío». Y con alegría y generosidad, aquel joven de 27 años, asumió los trabajos que se le encomendarían a lo largo de su vida sacerdotal. Sería profesor y vicerrector en el Seminario Menor, Beneficiado en la Catedral, vocal de la Comisión de Liturgia, Canónigo en el primer templo accitano… Y la gran tarea: «yo te envío…». El mandante era Dios a través de Don Rafael Alvarez Lara, a la sazón obispo de Guadix; y la tarea: crear un coro para la Catedral; era el año 1956.
Ser sacerdote es una vocación tremendamente creativa. El sacerdote que goza con su misión escapa a la rutina, inventa cada día, llama a la inventiva. Y la inventiva llevó a este sacerdote a crear la Escolanía formando a los chavales en los conocimientos musicales, humanos y cristianos a través del Colegio que ideó, con el fin de instituir una comunidad educativa con los niños del coro, en recintos del Obispado. Y bien que lo hizo.
El sacerdote es un consagrado a Dios y, por amor a Él, se dedica por completo a todos los que a El le pertenecen. Se entrega de por vida a este oficio de servir con su presencia, de consolar con su cercanía, de anunciar con su palabra y de presidir los sacramentos en los cuales Dios salva, santifica y alimenta a su pueblo. Es experto en humanidad y en espiritualidad. Pero todo esto lo vive con la mayor humildad porque, como Jesús, el sacerdote tiene corazón de servidor. Así Don Carlos quiso llenar su vida con un sacerdocio claramente entregado al servicio. Y lo esencial – la Iglesia lo dice y lo repite – el sacerdote es artífice y testigo de la caridad de Dios en sus rasgos más profundos que caracterizan su ministerio. Creo, sinceramente, que los rasgos que han caracterizado a Don Carlos a lo largo de sus casi 82 años de vida y 54 de sacerdote, ha sido éstos: Un pastor presente entre los suyos -sus escolanos – para hacerles presente a Dios.
Un pastor que acoge como Jesús, con especial amor a los niños, a los abandonados, a los que el mundo margina. Un pastor que acompaña para sugerir ideales, insinuar comportamientos, atraer voluntades, hablar al corazón, plantar virtudes… Un pastor que cree profundamente en el Amor; ese amor que se manifestó en que Dios se ha puesto a la altura de los hombres para hablar con nosotros como un amigo a otro amigo.
Don Carlos ha sido un pastor presente, un pastor que acoge, un pastor que acompaña; ha creído en el amor y, por eso, ha sido fiel en el cumplimiento de lo que se le encomendó ejerciendo su autoridad como un «oficio de amor», no imponiendo sino proponiendo con la mayor sencillez. Pero la presencia, el acompañamiento, la acogida, llevan también a la oración. No es descubrir secreto alguno decir que Don Carlos era un hombre de oración:
pastor orante. Sus más profundas devociones: La Eucaristía y la Santísima Virgen, devociones que trabajó por en infundir en la Escolanía. Recorría diariamente al camino de su casa al templo de la Virgen de las Angustias; allí, ante el Sagrario y la bendita imagen de la Patrona de Guadix, hacía oración larga y profunda. Y por tratarse de la oración de un padre por sus hijos escolanos, es natural que su oración tuviera connotaciones afectivas, como cuando Jesús oraba por los suyos en la última Cena: “Pido por ellos, Padre… Para que tengan mi alegría completa… Que los libres del Maligno… Que todos sean uno…, como Tú, Padre, estas en mi, y Yo en Tí, Padre, quiero que los que me confiaste estén conmigo, donde yo estoy; para que contemplen mi gloria. A ellos les di a conocer tu nombre y se lo daré a conocer, para que el amor que Tú me tuviste esté en ellos, y yo en ellos” (cf. Jn 17). Era su proyecto, casi obsesivo: formar buenos cantores para el coro… y buenos cristianos para vida en el mundo.
Con palabras del autor de la Carta a los Hebreos recomiendo a todos, particularmente antiguos alumnos del Colegio de la Escolanía y veteranos componentes del Coro de Niños Cantores de la Catedral de Guadix, pequeños y adultos, que no olviden sus raíces. El mejor homenaje que se puede ofrecer a Don Carlos es la conducta cristiana ejemplar y perfectamente vivida por quienes fueron sus discípulos: “Acordaos de vuestros dirigentes que os enseñaron la Palabra de Dios; fijaos en… su vida; e imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre” (Hebreos 13,7-9).
Juan García-Santacruz Ortiz
Obispo
Guadix – octubre – 2005

Este Artículo pertenece al libro:

«Escolanía Niños Cantores de la Catedral de
Guadix: 50 años de Historia Musical» que se publicará el año próximo,
con motivo del 50 aniversario.

Autor: José Manuel Baena Herrera

1 comentario en «LA ESCOLANÍA DE GUADIX Y SU FORJADOR»

  1. Seria sobre el año 1958 del pasado siglo, cuando tuve la gran suerte de conocer a este infatigable maestro, no solo de musica sino un gran maestro de la vida. A don Carlos le sucedía como a nuestros padres; buscaba transmitir sus conocimientos musicales y humanos. Doy fe de que lo consiguió a la larga, pues la verdadera maestría consiste en mostrar las enseñanzas de forma correcta, de manera sutil y sin presión e interpretar con mucho carácter y certeramente sus enseñanzas. Nos enseño a ser críticos y autónomos o como hoy se diría ; libres. Y se dedicó en cuerpo y alma a esta infatigable tarea. De este magnifico conductor de personas jóvenes, aprendimos a amar la música, la poesía, el conocimiento, la bondad para con nuestros semejantes, el amor por la naturaleza, el respeto hacia los demás, la humildad de corazón. Pasaran muchos años ,cincuenta o cien, y descubriremos mas facetas de esta maravilla de persona, de su humildad de corazón de su nobleza y temple. Guadix nunca tendrá para pagarle la gran obra realizada sobre sus jóvenes. Pienso que cada año se debería de festejar su recuerdo; porque «amor con amor se paga», dice el refranero español con gran acierto.

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