BIOGRAFÍA DE ANTONIO PABLO HONRUBIA Y RUS, MAESTRO DE LA CAPILLA DE MÚSICA DE LA CATEDRAL DE GUADIX, ASÍ COMO UNA SUCINTA NARRACIÓN DE LOS ENFRENTAMIENTOS QUE TUVO CON EL OBISPO D. JOSÉ URAGA Y CON EL CABILDO (1786-1857)

Antonio Pablo Honrubia y Rus nació en Úbeda (Jaén) el 25 de Enero del año de 1.786. Desde temprana edad sintió inclinación por la música y sus padres lo enviaron al convento de Agustinos Calzados de Cádiz del que llegó a ser Maestro de Capilla y organista. Colgó los hábitos agustinos y se volvió a su pueblo natal siendo aquí discípulo del Maestro Capilla de la colegiata de Santa María de Úbeda, Rodríguez Lloveras, que lo educó en el gusto por los músicos italianos Pergolesi y Cimarosa.

En Octubre de 1809, con 23 años, se alista como voluntario en el Regimiento de Voluntarios Distinguidos Infantería de Línea de Cádiz, del que era coronel el rey Fernando VII. Participó como soldado en la Guerra de la Independencia y en Septiembre de 1814, finalizada la guerra, el rey ordenó la disolución del Regimiento, concediendo a los jefes, oficiales y demás individuos que lo componían el fuero militar y el privilegio de poder usar el uniforme de retirados.
Ante esta situación Honrubia inició su andadura musical aprobando y quedando en segundo lugar en las oposiciones a una plaza de organista de la Capilla de la Colegiata de Antequera, siendo uno de los censores el Maestro de Capilla de la catedral de Málaga, Balius. Renunció a la plaza de Maestro de Capilla de la catedral de Las Palmas de Gran Canaria debido a la gran distancia que la separaba de la península. Opositó a las plazas de primer organista de la Capilla del Salvador de Úbeda y de la catedral de Jaén. Fue organista de la catedral de Cádiz y de la de Baeza.
Honrubia, por ser una persona imbuida de las ideas liberales del Cádiz de 1812, sufrió persecuciones por haber sido orador o periodista de las sociedades patrióticas de Priego (Córdoba) gozando de la protección y confianza del general Villacampa.
En 1824, a la edad de 38 años fue nombrado Maestro de Capilla de la catedral de Guadix después de unas oposiciones en las que tuvo que enfrentarse a D. Santiago Aguirre, presbítero, que, habiendo estado de organista y Maestro de Capilla de la Iglesia Mayor de Sta. María de San Sebastián, en ese momento era organista principal de la catedral de Jaén.
Desde que empezó a ejercer su ministerio se encontró con la oposición del músico realista Miguel Fernández, entablándose entre ambos, aunque a pequeña escala, la misma lucha que se estaba dando en la sociedad española entre los constitucionalistas y los absolutistas. Fernández al atacarlo, buscaba no sólo enfrentarlo con toda la Capilla, sino también que perdiera el favor del Cabildo, en definitiva hacerle la vida imposible para que voluntariamente dejara su cargo. A tal extremo llegaron las hostilidades contra Honrubia que en Septiembre de 1826, al presentarse una denuncia contra él por haber realizado varias manifestaciones escandalosas, según el denunciante, el Cabildo se vio obligado a abrir un informe y, aunque admitió no tener pruebas que demostraran lo denunciado, dispuso su arresto en la cárcel de la Tercia. El obispo D. Juan José Cordón al comprobar que las pruebas no tenían consistencia influyó en el Tribunal Eclesiástico para que lo pusieran en libertad.

En cierta ocasión, por gozar de fuero militar, escribió al Patriarca de España e Indias,-Nuncio de Su Santidad-, para manifestarle la urgente necesidad que tenía de comunicar al Papa León XII, “un asunto importantísimo para el bien de la Santa Iglesia universal y de sus Reinos Católicos”, aunque previamente tendría que obtener la aprobación del Rey al que le daría a conocer asuntos que le serían “muy gratos y de gran importancia para la Corona”. Al Nuncio, D. Antonio Allué y Sessé, le extrañó semejante petición y solicitó del Cabildo un informe sobre la persona que estaba tan interesada en comunicar a S.S. tan importantes asuntos. Como era de esperar al conocer el Cabildo las pretensiones de Honrubia envió un escrito al Nuncio en el que entre otras cosas le decía que “estaba loco” y como tal debería desestimar su petición, pero como el Maestro Capilla no era persona que se amilanara fácilmente insistió en su solicitud. El Patriarca, aunque comprendía su petición y creía que estaba “muy cuerdo”, sin embargo le informó que la solicitud debería tramitarla por el cauce normal que era a través del Vicario General del Obispado.
Cuando se le pidió que dijera qué asunto debía comunicar al Papa y al Rey insistía en que dada la urgencia no era posible ni prudente el que semejantes temas se manifestaran con antelación y aportando documentos, siendo indispensable que el Deán tomara bajo su protección este asunto “sin atender a la pequeñez del que propone negocio tan interesante, pues Dios se vale algunas veces de los instrumentos más despreciables y desechados por la prudencia humana para ostentar su poder y ejercer sus juicios incomprensibles y admirables y por ser innata la ilustración cristiana del Cabildo y un deber sagrado proteger a la Iglesia y a todo lo que favorezca al Monarca, a quien ofrece su vida en prueba de la verdad y de la necesidad de su solicitud” es por lo que sólo revelaría privadamente tema tan importante.
En 1828 es nombrado obispo de la diócesis el vasco D. José Uraga. Pronto se encuentra con el problema de la Capilla de la Catedral, un problema antiguo que no había sido resuelto. Con motivo de un pleito iniciado por los componentes de dicha Capilla ante el tribunal civil, por cuestiones profesionales, el obispo que quería mediar en el problema, y era de la opinión que el pleito debía haberse presentado en el tribunal eclesiástico, les da a los componentes de la capilla un plazo de 24 horas para que retiren el pleito del tribunal civil y lo pongan en sus manos para que él, como juez, determine y falle, con la condición de que deberán aceptar su sentencia y que el que no estuviera conforme con el acuerdo sería expulsado de la Capilla.
Los músicos sí están conformes con la propuesta del Obispo, sin embargo el Maestro Honrubia dice que nada tiene que ver en este asunto, que no tiene ningún pleito con los músicos y que por lo tanto no tenía que “otorgar escritura alguna de compromiso”. Su actitud hacia el obispo fue considerada por el Cabildo como desobediencia y desacato. Tras un intercambio de escritos entre Obispo y Maestro de Capilla, aquel considera que Honrubia es una persona sin juicio, loco, indecente y fanático y dedicará en adelante todos sus esfuerzos en conseguir que la Cámara Real lo destituya de su cargo.
El proceso se inició en 1829. Un año después, el Cabildo recibió una Real Orden notificándole que debía restituir a Honrubia en su plaza, “sin perjuicio del seguimiento de su causa” a cuya finalización, si se comprobaran legalmente sus excesos, podrían servir para que se le destituyera de su empleo o para que se le suspendiera del mismo, pero que de ningún modo se podía mantener un injusto despojo que se había realizado antes de iniciarse el proceso sin audiencia del interesado. El Cabildo hizo oídos sordos a esta orden y Honrubia seguía defendiendo sus derechos por lo que en 1831 de nuevo desde la Cámara Real se ordenó al Cabildo que debía darle de nuevo su plaza y que de no hacerlo se le impondría una sanción de mil ducados al Capitular que se resistiera y no cumpliera la orden.
Tras cuatro años de pleitear, después de nueve años de desempeño de su Magisterio y 47 años de edad, el 26 de Marzo de 1833 envía un Memorial al Deán y Cabildo en estos términos:
“. . .que deseando poner fin al pleito…propone que está decidido a desempeñar la plaza de organista 1º que se halla vacante…como si la hubiera obtenido por oposición, siempre que se le asigne su renta perpetua de 400 ducados y 30 fanegas de trigo y que si alguna vez el Cabildo se plantease la validez de este cambio, él pueda volver sin entablar pleito alguno al Magisterio de Capilla”. El Cabildo, constándole que Honrubia tenía mucha y suficiente capacidad para el buen desempeño de la plaza de organista 1º, admitió la renuncia al Magisterio de Capilla en las condiciones que exponía y lo nombraban organista 1º de la Catedral.
En 1830, hallándose en la situación de destituido como Maestro Capilla, vislumbró la posibilidad de mejorar profesional y económicamente y se presentó a las oposiciones para una plaza al Magisterio de Música de la Real Capilla de S.M. El Maestro Honrubia se presentó componiendo para uno de los ejercicios un “Te Deum” y teniendo entre algunos de sus oponentes a compositores de la talla de Ramón Carnicer, Hilarión Eslava o el presbítero Francisco Andrevi que fue quien obtuvo el cargo. Al no aprobar se volvió a su catedral de Guadix para seguir siendo organista 1º.
Compuso una “Misa solemne regia”1 para orquesta, coro y órgano, dedicada a la Reina Regente Mª Cristina, como un obsequio para probar su amor y adhesión hacia su real persona. Esta misa fue ejecutada en la capilla Real el domingo de Pascua de Resurrección, recibiendo excelentes elogios de personas de su Corte, de otras de la “más alta categoría” cercanas a la Reina y también de la prensa. De su fluidez compositora salieron varios himnos cantados en honor de S.M. doña Isabel II; un Stabat Mater que consiguió los elogios de la prensa y que fue interpretado en el convento de las monjas de la Encarnación de Madrid, por las alumnas del Conservatorio de música e infinidad de otras obras religiosas de relevante mérito. Se atrevió incluso con una ópera titulada el Tirano de Francia
A lo largo de sus años como Maestro de Capilla de la catedral de Guadix compuso las siguientes obras: 2 misas a 4 v y coro, salmo “Dixit Dominus” a 4 v., salmo “Beatus vir” a solo y 4 v., salmo “Laudate Dominum” a solo y 4 v., Magnificat, Miserere, “O magnum mysterium” a 5 v., responsorios de Navidad, Venid infants a 4 v., 2 villancicos de Reyes, Ego sum panis vivus a 3 v., Panis angelicus a 4 v., entre otras obras.
Como su interés era ser un componente de la Real Capilla solicitó en varias ocasiones le nombrasen Maestro de Capilla y compositor de cámara, bien en propiedad, como interino, de vice o supernumerario o en alguna plaza de órgano o violín que eran las que podría desempeñar. A la semana de su solicitud le notificaron que las plazas de Maestro de la Real Capilla, organistas y violines estaban provistas en el número que determinaba la nueva plantilla en la que no se contemplaba la de compositor de cámara y que en cuanto a nombrarle como interino, vice o supernumerario estaba prohibido por R.O. de 8 de Marzo de 1839, no obstante la Reina Regente “atendiendo a su mérito artístico resolvería lo que fuese de su Real agrado”, aunque debería solicitarlo cuando hubiera vacante y en el concurso oposición se le tendría una especial consideración.
El 30 de Julio de 1843 escribe Honrubia al Deán y Cabildo desde Granada para decirle que, debido a los retrasos e incertidumbres en el pago de su mezquina renta, se había visto obligado a dejar su puesto de trabajo,-aunque conservando su plaza-, para buscar el “preciso y necesario sustento, según recomiendan las leyes divinas y humanas para no perecer y evitar que su familia se viera abocada a la miseria”, pero que si al menos pudieran socorrerle con una peseta diaria continuaría como organista de la catedral y su familia volvería a Guadix.
Al conocer Honrubia que el Cabildo había revocado el decreto de mantener la plaza a los que optaron por marcharse y que pretendía dar como vacante la plaza de organista 1º, siendo así que él la seguía teniendo en propiedad por derecho, la reclamó apoyado en la razón indestructible de que “ni leyes divinas ni humanas obligan al hombre a que trabaje sin darle de comer, ni menos imponerle pena porque deje de hacer lo imposible y sería una disyuntiva, la más dura, tener que ir a trabajar sin contar con la subsistencia y por lo tanto morir o perder una propiedad y la esperanza de algún día poder vivir mejor”

En esta lamentable situación laboral se encontraba y como seguía con sus sueños de ocupar un puesto en la Real Capilla una vez más solicitó por conducto del Capitán General de la provincia de Granada una supuesta vacante de Vice-Maestro de Música de la Real Capilla y si no fuera posible concedérsela que la Hacienda Nacional le buscara otra colocación. El Mayordomo de Palacio, Conde de Santa Coloma, le respondió que la plaza de Vice-Maestro que solicitaba, suponiéndola vacante, había sido suprimida por el reglamento dado a la Capilla Real en el año 1820, por lo que debería remitirse la solicitud al Ministerio de la Guerra por si tuviera a bien dirigirla al de Hacienda en vista de las “órdenes y recomendaciones que el solicitante citaba” para que fuera colocado en la hacienda pública.

En Octubre de 1845 deja Granada y se vuelve a su catedral de Guadix de la que se seguía considerando su Maestro de Capilla, aunque ejerciera de organista 1º. El combativo Honrubia es ya sexagenario. Toda su lucha se había centrado en defender su puesto de trabajo, conseguido por oposición en una catedral cuyo Patrono era el rey, y proteger su renta como único medio de manutención familiar por lo que su asignación y percepción regular seguía siendo motivo de desavenencias con el Cabildo al no estar de acuerdo con lo que se le señalaba en el reparto del Presupuesto anual.
No era la primera vez que Honrubia componía con el objetivo de dedicar su composición a la realeza y obtener su favor. El 22 de Junio de 1849 recibió una carta del secretario particular de Luisa Fernanda de Borbón y Borbón en la que le participaba que la Infanta se había dignado aceptar la dedicatoria de la Salve que le había remitido y que oyó cantar con placer en la iglesia de Ntra. Sra. de las Angustias en su viaje a la capital granadina por cuya atención le daba las gracias.
En un último intento de poder dar un salto hasta la corte, el 8 de Julio de 1849 vuelve a dirigirse a la reina Isabel II para exponerle que había servido en la Guerra de la Independencia realizando toda clase de sacrificios, que la había obsequiado en dos ocasiones con obras musicales en prueba de su amor y adhesión a la corona, que además había hecho un servicio interesantísimo de la mayor importancia a la Corona por lo que se expidieron varias Reales Órdenes en su favor, aunque no tuvieran ningún efecto por más apelaciones que había presentado por lo que suplicaba a la Reina, estando seguro “de que el sensible corazón de V.M. no le dejará en el peligro y mucho menos abandonado” se restableciera la plaza de Vice- Maestro de la Real Capilla, suprimida desde 1820, y se le concediera por los días de vida que le quedaran.
En 1852 tomó posesión como obispo de la diócesis el gaditano D. Juan José Arbolí y Acaso. Al poco tiempo de su desembarco en Acci acudió Honrubia ante la autoridad del nuevo obispo para reclamar su puesto de Maestro de Capilla del que fue despojado injustamente. Después de leer el expediente, el Prelado llegó al convencimiento que Honrubia, había sido víctima de una persecución tan encarnizada como injusta. No culpaba a sus autores, porque todos habían sido ya juzgados por Dios y presuponía que en las actuaciones que se llevaron a cabo en todo el proceso influyó más el error que la malicia por lo que obrando en conciencia y como había sido agraviado no podía negarle la reparación que le pedía, estando convencido que por administrarle justicia no ofendía la memoria debida al Prelado y Capitulares que mantuvieron este “monstruoso recurso”, haciendo responsable de las providencias a los jueces que las dictaron y no a la autoridad que los constituyó. En cuanto a los Capitulares de aquella época no creía que fuera un agravio a su memoria el que los actuales opinaran de distinta forma que aquellos y reformaran sus errores, “ya que los hombres no son infalibles y sus desaciertos no tienen por qué perpetuarse por un mal entendido escrúpulo de que si se rectifican sus errores se está perjudicando su memoria. Lo justo es enmendar las equivocaciones que se conocen y los males que se causan. Hacer esto es una virtud que lejos de menoscabar el prestigio de los que la practican la acrisola sobremanera, además que por mucho que sea el respeto que queramos tributar a los actos de nuestros antepasados es mayor el que se debe a Dios y a la justicia. Es deber nuestro que se repare sin más dilación el agravio causado por tantos años a ese dependiente de esta Santa Iglesia y, aunque ha venido ante mi autoridad a implorar auxilio, sin embargo deseo que sea el Cabildo quien otorgue a ese desgraciado dependiente suyo la satisfacción que se le debe de justicia y que por tantos años ha reclamado en vano para que su agradecimiento recaiga sobre el Cabildo…”
Poco le duró la dicha al restituido Maestro de Capilla Honrubia, después de veinte años de litigar por la defensa de lo que él creía se le había usurpado por rivalidades políticas e ideológicas y no profesionales, pues el 26 de Enero de 1856 moría a la edad de 70 años el músico Honrubia. Como escribió desde Madrid su amigo Torcuato Tárrago y Mateos:
“Después de tantas pruebas, de tantos triunfos, de tantos esfuerzos, don Antonio Pablo Honrubia toca al extremo de su vida sin que nadie recuerde que es uno de nuestros más sobresalientes compositores. Nosotros, guiados por un sentimiento de patriotismo, de amor hacia el genio infortunado queremos dejar escrito algún reflejo de su existencia, para que mañana pueda apreciarse su memoria. Escondido en la santa sombra de la Catedral de Guadix, aún todavía la llena de improvisaciones magníficas. Aún todavía queda en sus ojos la llama del entusiasmo, en su mente la luz de la inspiración. Sus manos acostumbradas al teclado pasan sobre él sin que la cabeza tome parte en aquella improvisación extraña. Sacerdote del arte admira sus adelantos: como viejo reverencia lo antiguo, pero aplaude lo nuevo, sentado en el banquillo del órgano espera y no sabe qué. Este es el privilegio del artista: el sueño, la ilusión. El nuestro, el haber escrito algo de su talento, de su vida y cercar sus sienes rodeadas por una aureola del genio de la música”

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NOTAS:
1. Esta misa se encuentra en el Archivo del Palacio Real de Madrid

EN MEMORIA DE MI 4º ABUELO MATERNO

Autor: José Rivera Tubilla

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