Aula Abentofail este mes Manuel Villar Raso hablará sobre El color de los sueños

Aula Abentofail este mes Manuel Villar Raso hablará sobre El color de los sueños
La cita es el último viernes del mes a partir de las ocho de la tarde en el Patio del Ayuntamiento

El Aula Abentofail de Poesía y Pensamiento inicia el año con una nueva cita, como siempre el último viernes del mes. En esta ocasión contará con la participación de Manuel Villar Raso, que durante años ha ejercido como profesor de literatura norteamericana en la UGR. En su visita a Guadix ofrecerá una ponencia titulada “El color de los sueños”. La cita tendrá lugar viernes día 30 de enero a las ocho de la tarde en el patio del Ayuntamiento. Como siempre, con acceso libre para todo el que desee asistir y conocer de cerca la figura y la obra de este autor soriano, responsable de numerosas novelas y miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada.

El público tendrá ocasión además de participar en el espacio de debate que se abre siempre al final del Aula de la mano de su director, el también escritor Antonio Enrique. Dirigida precisamente por Antonio Enrique y organizada desde el área de Cultura del consistorio accitano, el Aula es una de las citas consolidadas con la cultura de nuestra ciudad y todo un referente a nivel provincial y andaluz.

Más datos sobre Manuel Villar Raso
Soriano de Ólvega, nacido en 1936, fue en su infancia pastor y estudió bachillerato en un internado. A los 22 años, y en Madrid, comenzó sus estudios universitarios. Reside en Granada desde 1977, en cuya Universidad ha ejercido como profesor de literatura norteamericana. Ha trabajado en Stoke-on-Trent (Inglaterra), Edmonton (Canadá) y Nueva York, así como en Barcelona. Doctor en literatura norteamericana por la Universidad de Madrid, es Master of Arts por la Universidad de Nueva York y profesor visitante en las universidades de Temple, Filadelfia, Hayward, California, y Nueva Orleans. Ha presidido distintos congresos internacionales de escritores, impartido conferencias por España, Holanda, Grecia, Inglaterra y Estados Unidos, y dirigido numerosas expediciones de la Universidad de Granada a África, colaborando, a su vez, en documentales televisivos sobre Mauritania, Mali, Burkina Faso y Níger.

Es autor de las siguientes novelas: Mar ligeramente sur (1975), Hacia el corazón de mi país (1976), Una república sin republicanos (1978), La Pastora, el maqui hermafrodita (1978), Comandos vascos (1980), El laberinto de los impíos (1981), Las Españas perdidas (1983), Últimos paraísos (1986), El último conquistador (1992), Donde ríen las arenas (1994), El color de los sueños (1998), La mujer de Burkina (2001), La casa del corazón (2001), Encuentros en Marbella (2002), La larga noche de Ángela (2004), Desnuda en lo real (2008) y Las señoras de Paraná (2013), así como los libros de relatos África en silencio (2007) y Las montañas de la luna (2008), además del texto ensayístico Ser mujer en África (2005).

Ha traducido, asimismo, a Walt Whitman (Alianza Editorial) y a Emily Dickinson (Ed. Hiperión). Activo colaborador en la prensa escrita, es miembro distinguido de la Academia de Buenas Letras de Granada.

Un texto de Manuel Villar Raso
La casona olía vacía y lúgubre, pero era alta, grande y aristocrática, para ella una mansión inmensa de dos pisos con sillares rectangulares de mármol en el primero; en el bajo un sótano, “un lugar maravilloso para ocultar a Joao, y en la parte superior un ático, con maravillosas vistas hacia la ciudad, muy acogedor para mis amantes”. ¡Las cosas que se le ocurrían a la bisabuela Gabriela, recién casada! De momento era la hora de alegrar la vida, de abrir los postigos de todas las ventanas para que entrara el aire, de quitar las fundas de los muebles del salón y de las lámparas, el candado de la puerta del sótano y del ático. Recorrió la casona alborozada en dos minutos y más tarde tardó dos horas en recorrerla habitación por habitación, dando pataditas a los muebles de cuero, examinando los crucifijos y las vírgenes pintarrajeadas, los cuadros de las paredes. En la cocina no había zumos de frutas, ni patatas, pasteles, mandioca, ni pan. “¿Qué voy a comer?”, se preguntaba; pero se había cansado de ser pobre e iría al mercado, a un restaurante o una confitería; todo era suyo y el dinero no le iba a faltar, tal y como le había prometido don Ignacio. Los quehaceres de la cocina no le interesaban en exceso, pero tenía un inmenso depósito con agua suficiente para bañarse, abastecido por las carrozas pipas que la llevaban a todas las casas, y dejó correr el grifo para sentir el chorro en su espalda. Luego salió a la huerta. “Con esta huerta y tanta agua, contrataré a un jardinero y no pasaré hambre jamás”, se dijo, y ese pensamiento le inundó de felicidad.

De Las señoras de Paraná, pág. 67.

GABINETE DE PRENSA. AYUNTAMIENTO DE GUADIX.
19 de enero de 2015.

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