La hechicería era la forma más simple de magia practicada en las sociedades antiguas. La hechicera, conocida desde la antigüedad clásica, realizaba su actividad de forma individual, recibía estipendio por su trabajo y era un personaje fundamentalmente urbano. Para lograr sus fines, recurría a pociones, como la sangre menstrual o la orina, a fetiches como pelos, uñas, soga de un ahorcado, a animales como los sapos y a veces a las estampas de la Virgen, del Señor o de los santos. Sus ritos los acompañaba de palabras, gestos y actitudes. Cada hechicera utilizaba los materiales que consideraba más adecuados para conseguir aquello que buscaba. Se les buscaba para conseguir el amor de alguien, para echar un maleficio y conseguir su muerte o para buscar la curación o sanación.