LAS FIESTAS DE LA PATRONA DE GUADIX LA VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS EL AÑO 1895
Estamos en el mes de noviembre y como cada año, desde tiempos pasados, Guadix celebra la fiesta de su patrona la Virgen de las Angustias.
Este domingo pasado, con los primeros resplandores del día, salía nuestra Patrona de la iglesia de S. Diego y durante su recorrido se rezaba el santo rosario hasta llegar a la catedral donde cada día de esta semana se tendrá la septena en su honor.
El próximo domingo todos los accitanos, sin excepción, tendrán ocasión de unirse a las largas filas que se forman para acompañar a nuestra Madre y Patrona hasta su iglesia.
Hoy traigo a colación un artículo que apareció en el semanario “EL ACCITANO” de hace 125 años sobre la celebración de la fiesta de nuestra patrona la Virgen de las Angustias
LA FIESTA DE LA PATRONA
«El domingo último, día del Patrocinio de Nuestra Señora, se celebró en la iglesia de San Diego la fiesta de la Virgen bajo el título más simpático e interesante de cuantos la piedad cristiana la ha señalado: la advocación de sus angustias, aquellas angustias supremas que debió pasar sobre la siniestra cumbre del Calvario, junto a la Cruz, donde expiraba dolorido el Hijo que tanto amara.
Por eso, repetimos, el título de la Virgen de las Angustias es no sólo el más dulce sino también el que más conmueve entre todos los demás.
La Virgen de las Angustias, es pues, la Virgen de los que lloran, de los que sufren, de cuantos padecen, porque ella es quien más puede comprender las lágrimas, los dolores y los padecimientos, porque cada lágrima del que llora encuentra una igual en las mejillas de la Virgen, cada dolor del que padece otro dolor más intenso en el pecho de la Madre de Jesús.
¡Cuántas ofrendas de dolores y lágrimas se habrán tributado a tan angustiada Virgen en las actuales circunstancias!
Con solemnidad desusada se verificó la fiesta religiosa. El capellán de la iglesia de S. Diego, Sr. Burgos, presentó el templo de una manera sorprendente como jamás lo hemos visto: cortinajes riquísimos, alhajas, luces, espejos, primores de todo tipo haciendo artístico conjunto. Celebró de pontifical nuestro virtuoso y querido prelado D. Maximiano Fernández del Rincón, con asistencia de algunos señores capitulares y de la cofradía de Nuestra Señora.
La oración religiosa fue pronunciada también por el mismo Prelado con esa elocuencia arrebatadora que encanta por su sencillez y admira por su profundidad.
En el acto de la comunión, con la Sagrada forma entre sus manos, dirigió de nuevo el venerable Pastor la palabra, invitando a cuantos quisieren a dar un sepulcro “nuevo y duro” al cuerpo de Jesucristo, cuya Madre parecía ofrecerlo sobre su regazo. La ceremonia resultó conmovedora en extremo y la plática entusiasmó a la concurrencia.
Por la tarde, a las cinco y media, los continuados repiques de las campanas, los frecuentes estallidos de los cohetes y los atronadores acentos de la música que batía la “marcha real”, a la vez que los vivas nutridos de la muchedumbre, indicaron el momento en que la hermosa imagen de la Virgen de las Angustias apareció en el dintel de la puerta de la iglesia y era aclamada frenéticamente por cuantos llenaban la explanada de san Diego.
El pueblo al contemplar su imagen en el duro trance de las Angustias hincó sus rodillas en tierra y la admiró y le pidió y le suplicó. La procesión recorrió el itinerario de costumbre viéndose todos los balcones completamente llenos de gente y en ellos todo lo más selecto y escogido de nuestro repertorio femenino, fingiendo ser los ojos de las accitanas focos eléctricos que iluminaban sin intermitencias la carrera, cuando ya la noche envolvía a Guadix con sus negruras.
La procesión siguió su acostumbrada vía y en el Liceo, en la Bobadilla, en la calle Ancha y en la calle de la Gloria se quemaron fuegos artificiales, arbolillos y luces de bengala.
Al entrar la Virgen en su templo se quemaron cuatrocientas palmeras de luces que por espacio de media hora convirtieron aquel espacio en aérea y vistosa hoguera, ¡aquello fue sublime!, millares de cohetes rasgaron el espacio y estallaron en las alturas, confundidos sus estallidos con las frenéticas aclamaciones de los accitanos, que en número no menor de seis mil llenaban tan extensa plaza y sus inmediaciones.
Durante la procesión tocó la música dos preciosas marchas fúnebres, escrita una por el inteligente profesor don José Martínez Gallego, sobre el “Stabat Mater”, y otra por el conocido violinista don Miguel López Muley.
Una y otra, repetimos, son de un corte y gusto exquisitos por lo que a sus respectivos autores les damos la enhorabuena. Nuestra enhorabuena al párroco de Santiago Sr. Fajardo, al capellán señor Burgos y a los hermanos mayores don José Cañas Castillo, don Ángel Córcoles, don Antonio Cambil Gutiérrez y don Alfonso Rodríguez