Por el año 1800 la Junta de Sanidad de GUADIX confinará a los que se contagien por la fiebre amarilla
POR EL AÑO 1800 LA JUNTA DE SANIDAD DE GUADIX QUIERE ESTABLECER UN LAZARETO PARA CONFINAR A LOS QUE SE CONTAGIARAN POR LA FIEBRE AMARILLA
A principios del siglo XIX, debido al incremento de las comunicaciones comerciales con países de América que padecían enfermedades endémicas, entraron en Andalucía, por los importantes puertos comerciales de Sevilla y Cádiz, epidemias y enfermedades desconocidas hasta entonces en Europa.
En 1800, la fiebre amarilla asoló Sevilla expandiéndose en años posteriores a Cádiz, Málaga y otras zonas de Andalucía.
Las autoridades pronto tomaron medidas higiénico-preventivas con el objetivo de salvaguardar la salud pública y evitar que la enfermedad siguiera propagándose: se crearon hospitales, se habilitaron cementerios a las afueras de las poblaciones prohibiéndose el enterramiento en los cementerios de las iglesias parroquiales y se dictaron leyes para que en todas las localidades se instituyera una Junta de Sanidad que prestara asistencia material y sanitaria.
Se suspendieron las funciones de teatro, las corridas de toros y las diversiones públicas en general. Debido al progresivo avance de la epidemia se prohibió también la comunicación entre los pueblos que estuvieran contagiados y se dispuso el cierre de las puertas de las ciudades.
Todas las personas procedentes de zonas contagiadas debían guardar la debida cuarentena en un lazareto que debía estar extramuros de la ciudad.
El año 1800, primero del s. XIX, el Ayuntamiento de Guadix, con el fin de preservar a la ciudad de la epidemia de fiebre amarilla que sufría la Andalucía baja, Sevilla, Cádiz y otros pueblos, dirige al Cabildo de la catedral el siguiente escrito:
“En todas épocas y acontecimientos ha contado este Ayuntamiento con los favorables auxilios de ese Cabildo. En las actuales circunstancias críticas en que una epidemia aflige a la Nación, que rápidamente intenta destruirla, es cuando más eficazmente apela esta Ciudad a su auxilio.
Las noticias de tamaño estrago obligan a que se activen las precauciones y es llegado el caso de que se forme una Junta de Sanidad, compuesta de todo el Ayuntamiento y de sus jueces eclesiásticos y real, que habilite los medios necesarios para preservar a la ciudad del contagio.
Para completar dicha Junta únicamente resta la concurrencia del Cabildo por medio de alguno de sus individuos, cuyas apreciables luces y moralidades es indudable descubrirán las más ocultas sendas al intento de su perfección.
Con este motivo no puede por menos el Ayuntamiento hacerle presente que uno de los puntos que más le afligen es la necesidad de establecer un lazareto para la colocación de los enfermos que acaso puedan contagiarse y aunque este Ayuntamiento tiene señalado el lugar, sin embargo carece de fondos para equiparlo y socorrerlo por lo que se le ha ocurrido proponerle que, ejercitando sus facultades piadosas, tenga a bien destinar la parte que estime conveniente de los caudales de obras pías que el Cabildo administra, lo que además de facilitar un socorro tan esencial al público será el más obligatorio”
A la petición que hace el Ayuntamiento al Cabildo para que nombrara a un canónigo para que formara parte de la Junta de Sanidad el Cabildo responde:
“Consiguiente a nuestro grande celo por el bien público, si al principio de la formación de la Junta de Sanidad nos hubieran pedido que nombráramos un canónigo para dicha Junta lo habríamos hecho sin dilación, sin embargo, en estos momentos casi la mitad de nuestro Cuerpo se halla imposibilitado por su edad y accidentes para el desempeño de las sagradas funciones que constituyen la principal obligación de nuestro ministerio”.
Por esta razón podríamos excusarnos de su nombramiento, pero debido a nuestro deseo de ser útiles al vecindario y que el clero tenga la representación que por derecho le compete, hemos elegido por nuestros comisionados a los canónigos Doctoral y Magistral.
En relación con el lazareto para los enfermos estamos prontos a contribuir con seis mil reales del caudal del Hospital Real para el gasto de la curación de enfermos, así como intervenir en su construcción, con la condición que el Ayuntamiento ponga la otra mitad.
El año 1777, el Ayuntamiento, por medio de su síndico personero, que era el que recibía las peticiones de los ciudadanos, dirigió un escrito al Cabildo rogándole que, debido a que no cesaban los “tabardillos”, se sacara en procesión general el sagrado brazo e imagen de S. Torcuato, así como la reliquia de la Santa Espina para implorar por este medio que Dios tuviera piedad y misericordia con su pueblo:
“Haciendo presente haber conseguido de la Divina Piedad, por la poderosa intercesión de nuestro patrón S. Torcuato, el alivio de las enfermedades que padecían sus vecinos, quienes habían traído y mantenido al glorioso santo en esta iglesia catedral con la debida decencia a fin de experimentar el consuelo que siempre han experimentado por medio de su gran protección en cualquier género de aflicciones en que lo han invocado; ha llegado el momento de conducirlo a su santuario por lo que pide al Cabildo se lleve a efecto el traslado. Al día siguiente se dijo una misa en acción de gracias a Dios por los beneficios recibidos por intercesión de S. Torcuato, por la tarde se hizo la procesión general con la imagen de S. Torcuato hasta la ermita de S. Sebastián para posteriormente trasladarla a su santuario de Face Retama.
NOTAS:
Archivo Histórico Diocesano de Guadix. Libro 35 de actas capitulares. Caja 3049
A.H.D.Gu. Libro 30 de actas capitulares. Caja 3015
AUTOR: José Rivera Tubilla