RICARDO RUIZ PÉREZ | GRANADA
La huella andalusí
El recuerdo del mundo andalusí es omnipresente en los altiplanos, pues no en vano configuró su personalidad. La principal manifestación de ello es el paisaje agrario de las vegas de sus pueblos, visible desde la cima de cualquiera de los cerros que hay en la zona. Aunque las concentraciones parcelarias han matizado el aspecto original, el damero pintoresco del abarcamiento actual de las vegas, con árboles en los linderos para mejor aprovechamiento del terreno agrícola, nos habla del uso magistral que los andalusíes hicieron del agua. Sin lugar a dudas, ellos fueron quienes crearon el regadío y los sistemas hidráulicos a él asociados, dando lugar a una agricultura muy productiva, que revolucionó el modelo económico y social hasta entonces vigente.
Construcciones hidráulicas
El sistema, por excelencia, estaba formado por una red de acequias que fueron sabiamente conducidas para abrazar el máximo de terrazgo, y, aunque hoy están revestidas de cemento, conservan su viejo trazado. Son típicas también las balsas, construcciones terrizas que servían para almacenar y regular la distribución de agua. En la actualidad, algunas de ellas, aparte de cumplir su vieja función, son enclaves ecológicos dignos de preservar.
Otras edificaciones relacionadas con el agua, pero de finalidad muy diferente, son los baños árabes. En casi todas las poblaciones se conservan algunos restos, debido a que eran construcciones sólidas que tras la expulsión de los moriscos fueron reaprovechadas para otros usos. Aunque no hay duda de que eran de época islámica, hay que destacar que en tiempos de moriscos se levantaron algunos de ellos, como el de Jérez.
Llama la atención que se hagan en este periodo, cuando eran repudiados por el poder y los cristianos viejos, puesto que se les consideraban centros donde se realizaban prácticas islámicas. Pero para los marqueses del Cenete, los seis celemines anuales de cebada que cobraban a cada familia morisca por su uso, estaban por encima de cualquier otra consideración. Por ello, no sólo no se limitó está sana costumbre, sino que se fomentó. La vida en los baños acabó en 1.566, cuando fueron cerrados todos los del Reino de Granada.
Husün y alquerías
Finalmente no pasan inadvertidos a la mirada del viajero los «castillos» andalusíes, presentes en los altonazos de casi todos los pueblos. Hoy son simples ruinas abandonadas a su suerte, pero merece la pena el esfuerzo de subir a algunas de ellas, tanto por la espléndida panorámica que desde allí se divisa como por el halo misterioso que rezuman sus quemados muros. En realidad se trata de lo que queda de los viejos husün que se emplazaban encima de las alquerías andalusíes.
Llama la atención de historiadores la gran cantidad de estos monumentos castrales que hay en el Marquesado y altiplanos de Guadix. Se explicaría, tal vez, por ser una zona fronteriza entre las taifas de Granada y Almería, a lo que hay que unir el control entre una cara y otra de la sierra, y también por la necesidad de proteger las venas metalíferas.
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