El día en que Fray Leopoldo pasó a ser Beato Leopoldo

El calor y la emoción, protagonistas de una jornada en la que se culminó un proceso iniciado hace medio siglo
13.09.10 – 00:43 – ANDRÉS CÁRDENAS | GRANADA.

A las nueve de la mañana ya se presagiaba lo que la jornada iba a dar de sí. Se veía a la gente en reata tomar la Base Área con la naturalidad del que va a un día de campo. Era una invasión pacífica, amable, risueña, esperanzadora.Y, sobre todo, menos de la que se esperaba. No se cumplieron las expectativas que al principio se anunciaron pero sí las de cualquier acto que merezca el calificativo de multitudinario. Para la subdelegación de Gobierno fueron 60.000 almas las que siguieron el acto de Beatificación de Fray Leopoldo, mientras los organizadores duplicaban la cifra. En cualquier caso, mucha gente para estar presentes el día en que beatificaron al capuchino barbudo y pelón de cejas para arriba que pedía por las calles y ayudaba a los menesterosos.
-¿Te has traído gorra? Nos va caer la de Fray Leopoldo -comentaba un peregrino al hacer las previsiones meteorológicas del día.
A las diez, un poco antes de que cantara Rosa el Ave María, hicieron su aparición sobre el cielo unos cirros en forma de barba blanca leopoldiana. Manuel Morales el metereólogo de la Base de Aérea, decía con cierto humor que las nubes habían sido contratadas para la ocasión y que al menos tendríamos sombra durante unos quince minutos. Y como ahora los hombres del tiempo no se equivocan, efectivamente, a los treinta minutos los nublos se retiraron y dejaron que el sol hiciera su inmisericorde trabajo de calentar las molleras. A partir de entonces, los gorros y los abanicos fueron sin duda los objetos más codiciados. En cuanto a las sombras, las pocas que había debajo de las plataformas para las televisiones y las que daban los ‘trailers’, enseguida fueron ocupadas. Aunque había quien justificaba el calor como algo con lo que se había contado:
-Bueno, a Fray Leopoldo no le importaba el sol cuando salía a pedir para los pobres -nos decía un capuchino.
Alimento para el alma
En cuanto a la organización, tan calculada que se había previsto el alimento para el cuerpo y para el alma. Los peregrinos podían desde beber agua en fuentes instaladas a lo largo del camino hasta confesarse a pie de altar ante las decenas de sacerdotes que allí pululaban. Todo gratis, excepto los sandwich y las cañas de chocolate, que había que pagarlas.
En la entrada de la Base Aérea se había instalado el centro de control, el ‘Ojo que Todo lo Ve’, con decenas de pantallas y ordenadores donde todas las fuerzas de seguridad podían seguir el discurrir del evento y estar preparados para cualquier contingencia. Tampoco faltaban tres hospitales de campaña con equipos que ya quisiera cualquier centro de salud. La Cruz Roja, el 112 y Protección Civil habían movilizado a casi 400 personas que, gracias a Dios y posiblemente a Fray Leopoldo, que a partir de ahora tiene más influencias con el Todopoderoso, no tuvieron mucho trabajo: sólo 80 atenciones y ninguna de ellas de gravedad, la mayoría de ellas por lipotimias a causa del calor.
-La fe en Fray Leopoldo ha curado a más gente que todos los médicos juntos -nos decía Guillermo Vázquez Mata, que durante sus muchos años de médico hospitalario ha visto cómo gran cantidad de pacientes tiene la estampa del fraile en la cabecera de la cama.
Por la megafonía se oían comentarios sobre cómo se iba a desarrollar el acto y se daban consejos para aguantar la jornada: tomar frutas, beber agua y en caso de desfallecimiento pongan al afectado boca arriba. El silencio se hizo cuando tomó el micrófono Rosa e interpretó el Ave María de Schubert. Luego se descubrió un tapiz con la imagen del capuchino rodeado de ángeles en el cielo, momento en que los devotos aprovecharon para dar vivas a Fray Leopoldo e incluso llamarlo guapo.
A las once de la mañana el sol lo derretía todo excepto la voluntad de estar en el acto. Los encargados de protocolo tuvieron que hacer encajes de bolillos para sentar a las autoridades civiles, militares y religiosas que estuvieron presentes en el acto. Para ellos el sacrificio era mayor porque iban con chaqueta y corbata. Por detrás, un mar de gorras blancas y abanicos en pleno movimiento daban fe de que el sol septembrino no se andaba con chiquitas.
La ceremonia
La ceremonia fue seguida con el respeto inusitado que el beatificado se merecía, sobre todo cuando se leyó la carta en la que el Papa Benedicto XVI inscribe como beato al fraile conocido popularmente como el ‘limosnero de las tres avemarías’. La homilía fue larga pero fue seguida con atención porque en ella se daba cuenta de la biografía del fraile de Alpandeire y las razones por las que éste se merecía estar en la lista de los santos, razones que, a esas alturas del acto, ya todo el mundo sabía. Cuando terminó la ceremonia, los abrazos entre peregrinos y algunos incontrolado llantos daban fe de la intensidad en la devoción que concita el nuevo beato.
Y así, poco a poco, la gente se fue dispersando. De la misma manera que había entrado, amable y risueña, pero ahora con la satisfacción de haber estado en un acto que consideraban un deber y con el deseo de llegar pronto a la casa o al bar más próximo para brindar por Fray Leopoldo, que ayer subió otro peldaño en la escalera que le hará definitivamente santo. Los Leopoldos ya tienen su onomástica: el 9 de febrero.

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