Mons. Ginés García: “En este Año de la Fe… lo más importante será el camino de renovación interior que cada uno de los creyentes queramos emprender”
Queridos hermanos en el Señor:
El Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, nos ha convocado a celebrar un Año de la Fe. Invita “a los hermanos Obispos de todo el Orbe a que se unan al Sucesor de Pedro en el tiempo de gracia espiritual que el Señor nos ofrece para rememorar el don precioso de la fe”. Este Año de la Fe comenzará el 11 de Octubre, 50 aniversario del inicio del Concilio Vaticano II, y terminará el 24 de noviembre de 2013, en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo.
La iniciativa del Papa tiene como objetivo “intensificar la reflexión sobre la fe”, para con renovado ardor y convicción profesarla en medio de nuestro mundo. Benedicto XVI nos recuerda que el tejido cultural que hace unos años era unitario en lo referente a los contenidos de la fe y a la práctica de la vida cristiana, hoy no existe. Vivimos una crisis profunda de fe que afecta a muchas personas. Incluso son muchos los que se confiesan creyentes pero desconocen los contenidos de la fe que profesan o viven al margen de lo que creen. El concepto mismo de Dios se va diluyendo en una cultura que ha hecho de la religión un hecho insignificante, una realidad marginal que no afecta a lo esencial del hombre ni de la convivencia.
Esta situación ha de mover a los creyentes a buscar las raíces de nuestra fe cristiana y a renovar la adhesión al Dios de Jesucristo. Volver a lo esencial del cristianismo es una exigencia improrrogable para los cristianos de hoy.
Si escarbamos un poco en el alma de nuestros contemporáneos, incluso en la cultura que propagan los medios de comunicación social, apreciaremos que se transmite no la fe verdadera sino una caricatura de la fe, empañada en tantos momentos por los pecados de los creyentes o por los intereses de unas ideologías que pretenden una humanidad sin Dios. Por eso es necesario que pongamos encima de la mesa del mundo actual la cuestión sobre la fe, ¿qué es la fe?, ¿en qué consiste creer? Los hombres de hoy, al menos, deben interrogante sobre esta realidad que está inscrita en la misma condición humana. Cuántas veces el hombre busca a Dios sin saberlo.
El hombre es capaz de Dios, por eso la fe forma parte de su existencia. Pues, el hombre ¿no es búsqueda?, ¿no se interroga, de una u otra manera, por su origen, por su destino, por el sentido de la vida? En el mismo misterio del hombre se encuentra el misterio de Dios.
La fe es un don, el regalo de sí mismo que Dios hace al hombre. Dios se manifiesta al hombre, y este en su libertad lo acoge o lo rechaza. La acogida al don de Dios hace nacer un diálogo que es la fe. El encuentro de Dios con el hombre es una nueva vida que inunda la existencia humana llenándola de sentido. La fe, por tanto, se basa en la confianza absoluta del hombre para con Dios. Se fía porque ha descubierto el amor que Dios le tiene, y el amor nunca defrauda. La confianza en Dios lleva al hombre a la obediencia, la obediencia de la fe, “hágase tu voluntad” como decimos en el Padrenuestro. Por tanto, si la fe es una actitud que brota del descubrimiento del don de Dios, lo es también la aceptación de lo que Dios nos ha revelado, los contenidos de la fe que proclamamos en el Credo.
Confesar públicamente la fe que profesamos es una necesidad y un reto para los creyentes de hoy, como lo fue para la primera iglesia y para los creyentes de todos los siglos. A esto estamos llamados en este Año de la Fe.
Con motivo de este Año, serán muchas las iniciativas que se desarrollaran tanto en la Iglesia universal como en cada una de las iglesias particulares. Sin embargo, lo más importante será, sin duda, el camino de renovación interior que cada uno de los creyentes queramos emprender.
En el encuentro renovado con la persona de Cristo, a través de su Palabra y de los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Penitencia, volveremos a descubrir la belleza de la fe cristiana y su fuerza transformadora. No es lo mismo creer que no creer. La fe no es aderezo de la condición humana sino el motor que la impulsa a su plenitud. La vivencia interior se manifestará en una nueva presencia de los creyentes en la Iglesia y en el mundo. Nadie puede dar lo que no tiene; daremos a los demás lo que hemos visto y oído, el fruto de la experiencia. La fe es contagiosa. La transmisión de la fe solo será posible si es creíble, es decir, si los creyentes trasmitimos lo que es nuestra vida.
Nuestra diócesis de Guadix es portadora de una rica experiencia de fe que se ha ido tejiendo a lo largo de los siglos. El testimonio de los santos, la fe los confesores y la sangre de los mártires, siguen siendo la mejor carta de presentación para el mundo. Miramos al pasado con agradecimiento, y con la conciencia de que somos parte de una tradición viva que ha de transformar nuestro presente con la pasión de la fe en Cristo, para que el hombre y nuestra tierra tengan futuro.
Acogiendo la invitación del Papa, os convoco a todos los fieles cristianos de esta diócesis a acoger este regalo del Señor que nos llega por la persona del Sucesor de Pedro. Entremos por la puerta de la fe que está siempre abierta para aquellos que con sincero corazón quieran cruzarla.
Es un año para creyentes, pero también para no creyentes. Es un año para transmitir el primer anuncio a los que no conocen todavía al Señor, y también para volver a anunciar el Evangelio a los que ya lo conocen, pero el tiempo ha debilitado su fe o los ha apartado de la vida de la Iglesia. Es un año, en definitiva, para aquellos que saben que todos hemos de aspirar a la santidad.
Cada uno de nosotros ha de saberse instrumento para llevar a los hombres a Dios. La nueva evangelización necesita nuevos evangelizadores que lleven con convicción, sencillez y alegría, el mensaje del Evangelio al hombre y a la sociedad de hoy.
La diócesis os ofrecerá medios oportunos para vivir con espíritu de fe este Año al que hemos sido convocados. Acogedlos como una oportunidad del Señor.
Que María, la peregrina de la fe, nos acompañe y nos muestre la belleza de la gracia.
Con mi afecto y bendición.
+ Ginés García Beltrán
Obispo de Guadix