El escritor desmiente lo que cuenta en su libro y dice que «nunca, en ningún lugar he tenido trato erótico con menores de edad»
28.10.10 – 02:42 – F. APEZTEGUÍA | MADRID.
Fernando Sánchez Dragó sigue disculpándose. El escritor salió ayer al paso de la polémica suscitada el día anterior al conocerse que en 1967 habría mantenido relaciones sexuales con dos japonesas de 13 años, según relata en su último libro, firmado de manera conjunta con el dramaturgo catalán Albert Boadella. Ayer fue turno para las aclaraciones. No hubo relaciones sexuales, o más bien «apenas hubo contacto físico: cogernos de la mano, mirarnos a los ojos, algún beso furtivo en la mejilla, a eso me refería con lo de trajinar», dijo.
La página 164 de ‘Dios los cría… y ellos hablan de sexo, drogas, España, corrupción…’ recoge una conversación informal con Boadella -en la que ayer se supo que había más personas, entre ellas, la esposa del escritor-, en la que se relata el famoso episodio ocurrido en Tokio hace 43 años. En la obra puede leerse que, un día, al salir del metro, «me topé con unas lolitas de esas, pero no eran unas lolitas cualquiera, sino de esas que se visten como zorritas con los labios pintados, carmín, rímel, tacones, minifalda… Tendrían unos trece años y las muy putas se pusieron a turnarse. Mientras una se iba al váter, la otra se me trajinaba». Pero «el crimen ya ha prescrito», concluye más adelante.
«No tenían 13 años»
El episodio generó un amplia polémica, que llegó hasta el comité de empresa de Radio Televisión Madrid, donde el escritor presenta un programa de literatura, ‘Las noches blancas’. Los sindicatos pidieron que se le rescindiera el contrato porque, según dijeron, jactarse «de haber cometido un delito de pederastia supera ya todos los límites».
Ayer, Sánchez Dragó mandó un comunicado desde Japón, de donde procede su esposa, para pedir perdón a quien «no sea un chacal», pero no para entonar el «’mea culpa’, porque ni la hubo ni yo, en consecuencia, me siento culpable». El escrito, cargado de detalles concluye que «nunca, en ningún lugar, fuera de los juegos de mi infancia, he tenido trato erótico alguno con personas menores de edad».
Cuenta que conoció a las dos chicas en el metro, que había también en el grupo algún chico y que, cuando se bajaron, se fueron todos a un «barcito». «Apenas hubo contacto físico: cogernos de la mano, mirarnos a los ojos, algún beso furtivo en la mejilla…. A eso me refería con lo de trajinar y no a lo otro».
Reconoce que le «gustaron» y «excitaron» -«¿A quién no? Eran monísimas, simpatiquísimas y coquetísimas»-, pero nada más. Ni siquiera tenían 13 años. «Todo el mundo en Japón parece mucho más joven (…) Era una forma de hablar y un pellizco de pimienta en mi relato».
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