El municipio de Pedro Martínez, de los más amplios de la provincia de Granada, se localiza en el extremo Este de la comarca de los Montes Orientales, o, lo que es lo mismo, en los confines de los Montes de Guadix. El pueblo, prácticamente en el punto central del territorio que le pertenece, se aposenta en una meseta considerablemente elevada (1.050 m. sobre el nivel del mar) y está vigilado muy de cerca por la inmensa mole del Cerro Mencal (1.447 m.).
El nombre de este pueblo atestigua claramente su origen, pues Pedro Martínez, colaborador en la reconquista cristiana, fundó junto a su esposa María Pretel, hacia 1520, un cortijo con su nombre, para labrar las tierras que por aquí compró.
La evolución del núcleo poblacional fue lenta en un principio, pues hubieron de pasar trescientos años para que la aldea tuviera un censo de 500 personas. El gran salto demográfico se produjo en el siglo XX, cuando Pedro Martínez llegó a tener más de 5.000 habitantes. Luego, llegaría, como a todos los pueblos de la comarca, la guadaña de la emigración, porque estas tierras de riguroso secano no podían ya dar de comer a tanta gente.
Cortijos: del esplendor al abandono
Un territorio tan extenso como el de Pedro Martínez, con más de 13.000 Ha., de las que unas 10.000 están dedicadas a labores agrícolas, propició en su momento la creación de numerosos cortijos, algunos tan antiguos como el que dio origen al propio pueblo, o incluso anteriores. Hasta un total de 37 cortijos hubo en los mejores tiempos, en los que vivían más de 500 personas.
Se trata, en algunos casos, de cortijadas de diez o doce familias; e incluso uno de ellos, Fuente Caldera, llegó a tener 250 personas y disponía de escuela e iglesia. Efectivamente, gran parte de la historia de Pedro Martínez ha estado ligada a sus cortijos. Pero hoy, desgraciadamente, todo es ruina. Vacío. Escombro. Silencio.
Por el Cerro Mencal
El Cerro Mencal es el guardián incansable de Pedro Martínez. Y es, también, un caudal inagotable de posibilidades. Tiene decenas de cuevas –alguna con importantes formaciones estalactíticas–, vegetación autóctona, fauna de montaña, caminos, laderas, barrancos, cimas…
En una de sus cumbres, la más próxima al pueblo, hay una atalaya árabe, denominada metafóricamente La Chimeneílla, que es todo un símbolo para este pueblo.
No es preciso subir a lo más alto para disfrutar, en un plácido paseo, de extensísimas y preciosas vistas. Sin duda alguna, la mejor forma de ver la mayor parte de los pueblos y el paisaje que aparecen en esta guía es venir aquí y andar por la falda del Mencal.
Un buen camino, espacioso y limpio, rodea todo el cerro, de forma que cualquiera –a pie, en bicicleta o motorizado– puede emplear un rato de su tiempo en recorrerlo, total o parcialmente, bien saliendo por la Fuente de Las Erillas o bien por la carretera de Villanueva de las Torres, dejándose atraer por el paisaje.
Ahí están, a nuestra vista, los campos ondulados de los Montes Orientales, y Sierra Harana, y el Valle del río Fardes, y la Hoya de Guadix, y las tierras “lunares” de su entorno y Sierra Nevada…
El agua
La carencia de agua fue siempre uno de los problemas más serios en Pedro Martínez, padecido históricamente por sus habitantes y conocido y comentado en los pueblos vecinos. Siglo tras siglo se fueron arreglando, a duras penas, los pedromartineros, pero el problema se agravó cuando, en la primera mitad del siglo XX, la población aumentó desmesuradamente mientras que los veneros seguían siendo los mismos, con su legendaria timidez.
¡Cuántos cántaros de agua habrán acarreado a mano las mujeres de este pueblo! ¡Y cuántas cargas en las aguaderas a lomos de burro o de mulo! ¡Cuántas esperas, haciendo cola en el pilar de El Caño, en los Juncarillos o en la Fuente de las Erillas!
Hasta que en 1981 –como quien dice, ayer mismo– se realizó un sondeo en el paraje de la Jurisdicción, en plena falda Sur del árido Cerro Mencal y se descubrió abundante agua. Ese cerro que tan unido ha estado siempre al pueblo, le dio el agua de la vida. Tanta agua se halló, que se pudo hacer incluso una piscina municipal. Y como había que celebrar tan inesperado y feliz evento, en el verano de 1983 se organizó en Pedro Martínez la Fiesta del Agua, con cohetes, carrozas, reina de la fiesta y verbena popular, como un acto de júbilo incontenible y para dar la bienvenida a cada una de las casas del pueblo y al corazón reseco de cada pedromartinero a la bendita agua.