El sábado 5 de octubre recibió sepultura D. Ignacio Noguer Carmona, obispo emérito de Huelva y que lo fue de Guadix, desde 1976 a 1990.
La diócesis accitana estuvo muy presente en el funeral, tanto por las continuas referencias del cardenal Carlos Amigo en la homilía, como del obispo de Huelva, D. José Vilaplana, en las palabras de agradecimiento.
Además, en el funeral había varios sacerdotes de la diócesis de Guadix: Manuel Millán, secretario canciller; Juan Sáez, ecónimo; Antonio Fajardo, delegado de patrimonio; y Antonio Gómez, delegado de medios de comunicación.
El obispo de Guadix, D. Francisco Jesús Orozco, no pudo asistir al funeral por otros compromisos pastorales, pero visitó la capilla ardiente el día anterior, el viernes, donde rezó por D. Ignacio, celebró la Eucaristía por él y llevó el pésame y el cariño de toda la diócesis accitana. Estuvo acompañado por el vicario general, José Francisco Serrano.
En la celebración de exequias hubo continuas referencias al tiempo que D. Ignacio estuvo de obispo en Guadix, una diócesis a la que siempre quiso y de la que guardó un grato recuerdo hasta el final de sus días.
De hecho, en la habitación donde murió había un cuadro con la imagen de la Virgen de las Angustias, patrona de Guadix, a quien le tuvo siempre gran devoción.
El cardenal Carlos Amigo, arzobispo emérito de Sevilla, presidió el funeral, que fue concelebrado por el obispo de Huelva, José Vilaplana Blasco; el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo; el arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez; el arzobispo castrense, Juan del Río; el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández; el obispo de Asidonia- Jerez, José Mazuelos; y el obispo auxiliar de Sevilla, Santiago Gómez.
En su homilía, el cardenal Amigo destacó la figura de D. Ignacio como un hombre de «fe profunda» y un “pastor bueno”, al tiempo que resaltó cómo sobrellevó su enfermedad, muy larga y penosa, con entereza y aceptación.
Al final de la celebración, el obispo de Huelva resaltó que D. Ignacio Noguer fue «un sacerdote entregado; un obispo buen pastor, lleno de prudencia, de sensatez y de generosidad; un hombre probado especialmente por la enfermedad».
Tras el funeral en la Santa Iglesia Catedral, fue enterrado en la capilla del Seminario Diocesano, junto al lugar en el que permanecen los restos de su predecesor, Rafael González Moralejo.