RICARDO RUIZ PÉREZ | GRANADA
Iglesias y ermitas
En líneas generales la arquitectura religiosa de los altiplanos puede incluirse dentro del estilo mudéjar. Sin embargo, a pesar de esta cierta uniformidad, el proceso constructivo de las iglesias fue complejo, estirándose a lo largo de varios siglos y cuyos hitos fundamentales vinieron marcados por el acontecer de diversos hechos históricos.
Las iglesias en la época morisca
La conversión forzosa de los mudéjares en 1.500, implicaba la existencia de una masa de nuevos cristianos asentados en unos lugares donde no había iglesias y a los que había que evangelizar. El nuevo ritual empezó a celebrase en las viejas mezquitas, que fueron bendecidas y acondicionadas, en la medida de lo posible, a las necesidades del culto cristiano. Fue hacia 1.530 cuando se inició la construcción de templos propiamente cristianos sobre los solares de las mezquitas, posiblemente reutilizando muchos de sus antiguos elementos.
El proceso, sin embargo, fue lento y distó de ser lineal, y a ello contribuyó el hecho de que la fábrica de iglesias dependió de la voluntad de los señores del Cenete. Estos, en contra de los deseos del Obispado, eran los beneficiarios de los diezmos eclesiásticos del Marquesado, con obligación de construir y dotar a las iglesias, obligación que desdeñaron sistemáticamente. Según el estado actual de las investigaciones, hacia 1.568 se sabe que estaban edificados los templos de Jérez y Alquife, aunque éste no es el que hoy existe, y en La Calahorra se habían levantado todos sus muros. Los demás debían estar en un proceso más tardío o de remodelación total de las mezquitas, como ocurría en Dólar, donde se sabe existía ya una iglesia, procedente de la antigua mezquita. Durante esta época trabajaron ejecutores como Francisco Centeno y Cristóbal Nuño.
Nuevas iglesias para los repobladores
El segundo hito fue la rebelión de los moriscos de 1.568. Durante enero del año siguiente sufrieron incendios los templos de La Calahorra, Aldeire, Jérez, Albunán y Cogollos. La iglesia de Lanteira se hundió y las demás fueron saqueadas. Como era de esperar, a la ruina de lo preexistente siguió un parón en la construcción motivado por la guerra y el despoblamiento total de la comarca.
El proceso repoblador fue lento, difícil y envuelto en una gran penuria económica para los nuevos habitantes. El descenso demográfico fue tal que hubo que reducir el número de parroquias en los lugares donde había dos, como en Huéneja, Dólar, Lanteira, o Jérez. Sea por estas razones o por una multiplicidad de causas, la reconstrucción tardaría mucho en llegar. Si bien durante el resto del siglo XVI se hacen obras de urgencia y de acondicionamiento, como en Cogollos y Albuñán (1.571), hay que esperar a bien entrado el siglo XVII para que la actividad se regenere de una forma sistemática, en la que trabajaron artífices como Francisco Villalba.
Las iglesias de Albuñán, Huéneja y Lanteira son prácticamente de este siglo y otras son remodeladas y terminadas: cubiertas en Lanteira y La Calahorra, cabecera en Aldeire. En Dólar se abandona la antigua iglesia y en la segunda mitad del siglo se inicia la construcción de una nueva en un lugar diferente.
Ermitas y religiosidad popular
Frente a la religiosidad oficial y romana, representada por el templo parroquial, surge otra mucho más popular y sentimental: el santoral y los patronos. Hay que buscar su origen en la Repoblación del siglo XVI y en la fuerte religiosidad que impregna la siguiente centuria. Muchos de los nuevos colonos debieron sentir nostalgia de sus antiguas advocaciones y las implantan en su nueva localidad, como el culto a la Virgen de la Cabeza en Ferreira, evocado por los oriundos de Andujar, o el caso de San Andrés en Dólar, traído por los repobladores de Baeza, donde ya era patrón. Aunque a todos se les asignan prodigios protectores, algunos se asocian directamente con favores hacia acciones concretas, como San Antón (matanzas) o San Marcos (protector de animales o ahuyentador de plagas).
El santuario propio de estas advocaciones es la ermita. Suele ser de pequeñas dimensiones y diseño popular, sencillo (Animas), o con pretensiones más monumentales donde no faltan armaduras (San Andrés) o buenos retablos (Presentación en Huéneja). Siguiendo la tradición musulmana de los morabitos, las ermitas se construyen a las afueras del pueblo, en lugar despoblado y en un camino principal, salvo que se hayan convertido en capillas, al ser absorbidas por el caserío (Santo Cristo de las Penas en Lanteira).