Conferencia Familia y Género

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Guadix acoge la conferencia del Dr. D. Elio Gallego García, secretario nacional de jóvenes de la ACdP.

Verdad y familia

A principios de este pasado verano se suscitó en Italia una fuerte polémica en los medios de comunicación por unas declaraciones del Ministro de Familia, Lorenzo Fontana, en las que declaraba que el concepto de familia sólo le era aplicable a la unidad formada por hombre y mujer, padre y madre, excluyendo así a las parejas homosexuales.

Ante la avalancha de ataques que recibió por parte de la prensa y en las redes sociales, escribió una carta a la revista Il Tempo en la que argumentó que sus declaraciones respondían al sentir común de la gente, a algo en realidad casi obvio, como era decir que un país necesita tener hijos y que estos piden la existencia de un padre y una madre y no de un progenitor A y un progenitor B.

Y citaba una frase de Chesterton, que tildaba de profética: «Las espadas serán desenvainadas para mostrar que las hojas son verdes en verano». Haciendo referencia con ello a que, incluso las verdades más elementales, serán objeto de una cruel guerra y donde ya no podrán ser proclamadas pacíficamente.

Por mi parte, después de leer la noticia me vino a la mente esta otra frase de Chesterton: «Este triángulo de verdades evidentes -padre, madre, hijo- no puede ser destruido, pero puede destruir a las civilizaciones que lo desprecian».

Que la natalidad en Europa haya caído hasta el punto de que el número de muertes supera al de nacimientos, algo que sólo sucede en épocas de guerras terribles o de epidemias propias de otras épocas, y que ello coincida con la negación de las «verdades evidentes de padre, madre e hijo, ¿no confirma igualmente esta última afirmación de Chesterton?

No parece, en efecto, que la coincidencia en el tiempo sea casual. Más bien parece que entre ambos, es decir, entre la negación, de los roles diferenciados de padre y madre, y su apertura constitutiva a la vida y educación de los hijos de un lado, y la implosión demográfica que vive Europa de otro, existe una profunda conexión de causa y efecto.

Y frente a toda apariencia, esa misma relación causal no parece existir en lo que al factor económico se refiere, pues tras la recuperación de lo que ha venido en llamarse la «Gran Recesión» que comenzó en el 2008, no se ha correspondido con un incremento de los nacimientos, sino que, por el contrario, éstos han continuado su progresión descendente. Pero si esto es así, quiere decir que vivimos un momento decisivo para nuestra civilización, y que podría sintetizarse así: o Europa vuelve sus ojos a las «verdades evidentes de padre, madre e hijo» o en poco tiempo le llegará su fin.

Porque con unos europeos sin hijos la inmigración que llega de allende de nuestras fronteras no será una ayuda que nos permita seguir creciendo, sino que será una migración de reemplazo, de sustitución de una población por otra, como tantas veces ha sucedido en la historia. Para concluir esto se requiere, ciertamente, de una valentía moral nada común en estos tiempos, pero no queda otra opción.

Y con todo, no basta con reconocer esta verdad teórica sobre la familia -que hoy no es poco- hace falta, sobre todo, vivirla. Necesitamos padres y madres comprometidos con sus hijos, con su educación y afecto; padres y madres que le dediquen tiempo a estar con ellos, que procuren momentos, tardes, comidas o cenas, de estar en conversación entretenida, sin televisiones encendidas, hablando sobre las cosas importantes de la vida, cosas tan importantes como son los pequeños sucesos cotidianos, esos pequeños sucesos que entretejen nada menos que la trama de la vida.

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