Ermita de San Sebastían de Guadix
La primitiva ermita de S. Sebastián de Guadix debió reconstruirse sobre un
anterior morabito o mezquitilla ya que en un documento de 1495, suscrito por el alcayde de la alcazaba de Guadix y después regidor de la ciudad, don Fernando de Mendoza, consta que siendo el propietario de las ruinas de un antiguo morabito dispuso que se reparara y construyera en parte lo que después sería una ermita bajo la advocación de S. Sebastián.
Por el año 1584 debía ser lugar muy concurrido de cristianos que asistían a ella para participar en el culto divino y como sede de algunas cofradías como la de “Las Cinco Llagas de Ntro. Sr. Jesucristo”. Además en la ermita se veneraban, además de la imagen de su titular S. Sebastián, las del “Ecce Homo”, un Nazareno, la Virgen de los cuchillos o Angustias con un Cristo en su regazo y la de Ntra. Sra. de la Piedad.
En 1595, Melchora de la Paz y Robles, esposa del morisco Hernán Valle de Palacios, dejó testado el dar seis ducados de limosna para el arreglo y ampliación de la ermita que por estas fechas debía estar caída como lo demuestra un documento de 1597 que recoge un incidente de un prófugo de la justicia que se refugió en ella y por ser lugar sagrado gozaba de inmunidad eclesiástica. La justicia real sostenía que no podía ni debía gozar de la inmunidad ya que aquel lugar no era sagrado sino “profano y meramente lego”, porque, aunque en algún tiempo fue iglesia con su cementerio propio, “ahora está caída y destruida y sin esperanza de reedificación…”
En 1638 los frailes capuchinos quisieron fundar un convento en la ermita de S. Sebastián, pero tras un pleito en el que se dirimía quien tenía potestad para dar la autorización si el Concejo o sólo el obispo, el Tribunal Eclesiástico dictaminó que el “acuerdo tomado por los Regidores era nulo por haberse entrometido a dar licencia a los Capuchinos sin tenerla del Sr. Obispo ni haberla mostrado de quien competentemente se la podía dar, usurpando en ello la jurisdicción eclesiástica” por lo que no tuvo lugar tal fundación.
En 1647, por un inventario de los bienes de la ermita realizado por el ermitaño Fr. Pedro Delgado se sabe que era conocida como ermita de S. Sebastián y de Ntra. Sra. del Buen Suceso.
Hay constancia que desde el siglo XVIII, cuando los accitanos tenían necesidad de que su santo patrón S. Torcuato intercediera ante Dios para que lloviera o los librara de tormentas, granizo o el tan temido rayo, pedían al Cabildo de la catedral que trajeran la imagen de S. Torcuato desde su santuario de “Face Retama” hasta Guadix para sacarlo en procesión de rogativas. La costumbre era dejarlo en la ermita de S. Sebastián, por estar extramuros de la ciudad, y desde aquí llevarlo a la catedral para hacerle una novena, para rezarle y para sacarlo en procesión por las calles de Guadix.
Con fecha 27 de Diciembre de 1779 el Ayuntamiento dirigió un escrito al Cabildo solicitando una reunión conjunta de ambas instituciones con el fin de ver si llegaban a un acuerdo para arreglar las ermitas de S. Sebastián y S. Marcos que estaban en estado ruinoso, corriendo el Ayuntamiento con la mitad de los gastos. La razón que daba para que se reparara la ermita era que en las dos se decía misa los días de precepto para los caminantes y otros pobres que no podían presentarse por su infelicidad en las iglesias interiores del pueblo y en las dos “se hacían rogativas o se cumplían los votos que habían celebrado o prometido nuestros antecesores, recordando a la Divina Majestad el agradecimiento de sus piedades y misericordias”.
En 1798 de nuevo el Ayuntamiento se interesa por el estado de la ermita, ya que se considera copatrono con el Cabildo catedralicio, y le dirige un escrito para comunicarle que “teniendo noticia el Corregidor que la ermita de S. Sebastián en parte se halla ruinosa, ha mandado al maestro Pedro Villegas que la reconociera y después de verla ha declarado que la pared que da a la rambla amenaza ruina y que debía apuntalarse hasta tanto se determinara su reparación”.
El Cabildo no debía tener mucho interés en la restauración cuando llegó al acuerdo de que, por estar la ermita en estado ruinoso y para evitar una desgracia cuando concurriera el numeroso pueblo con motivo de traer la imagen de S. Torcuato en rogativa desde su santuario de “Facerretama”, no se dejara en la ermita de S. Sebastián como era costumbre, sino que se trasladara a la parroquia de Santiago. No obstante este acuerdo al final el Ayuntamiento decidió reparar la ermita aportando la mitad de los gastos y pidiendo al Cabildo que pusiera la otra mitad.
Por el año 1824 ya no se llevaba a S. Torcuato a la ermita de S. Sebastián para hacer la procesión de rogativas al día siguiente hasta la catedral, sino que se trasladaba desde el santuario de S. Torcuato a la iglesia de Santiago y desde aquí se sacaba en procesión hasta la catedral.
En este estado se encontraba la ermita cuando en 1865 el obispo D. Antº Rafael Domínguez y Valdecañas publicó la siguiente carta pastoral:
“A nuestros amados hijos en el Señor los habitantes de esta ciudad
Queda habilitada para el culto público vuestra antigua ermita del ilustre mártir Sto. Sebastián, monumento insigne de vuestras pasadas glorias y poderoso y eficaz antídoto contra las enfermedades epidérmicas con que suele visitarnos con frecuencia la justicia del Señor irritada por nuestras culpas y que en la actualidad asoman por algunos puntos la cabeza.
Costosos sacrificios hemos hecho y graves dificultades hemos tenido que superar para llevar a cabo su restauración y provisión de los objetos necesarios, desde la imagen del Sto. Titular hasta la campana, porque nada existía, y todo sin molestar a nadie sino a nuestras propias expensas, habiendo contado antes con el apoyo del Gobierno de S.M. y el acuerdo de estos dos Ilmos. Cabildos que se consideran Patronos de dicha ermita. ¡Ay, de los que en adelante causen su ruina y profanación, porque las saetas del mártir acaso se vuelvan contra ellos, sus bienes y familias; no esperamos que así suceda de la religiosidad de este honrado y piadoso vecindario, sino que secundarán nuestros designios esmerándose en su veneración, conservación y culto dando en prenda anticipada a todos nuestra pastoral bendición. Guadix de Septiembre de 1865. El Obispo”
La primitiva ermita debió abandonarse a su suerte y estar ruinosa hasta que en 1929 D. Perfecto Porcel Díaz, como propietario de la finca que lindaba con la derruida ermita de S. Sebastián y los terrenos que a ella pertenecen, dirigió un escrito al obispo D. Manuel Medina Olmos solicitando se le dieran la derruida ermita con los terrenos que pertenecían a ella ofreciendo como pago de todo construir en los mismos terrenos una nueva ermita dedicada al mismo glorioso mártir S. Sebastián con las dimensiones y según las bases que le habían presentado una Comisión nombrada por el Obispo y que D. Perfecto había aceptado. Según estas bases la construcción de la nueva ermita debía efectuarse con la solidez, firmeza y ornamentación estipuladas, había de servir no sólo para aumentar el fervor y devoción al ínclito mártir sino también “para perpetuar el glorioso recuerdo histórico que representa ese monumento para esta nuestra amada ciudad de Guadix”. El obispo le daba tres meses para que construyera la nueva ermita a fin de que “un mes antes de la próxima festividad de S. Sebastián esté completamente terminada y en ese día puedan celebrarse en ella los cultos de tradición en esta ciudad”.
En las bases de la concesión estaba estipulado que además de correr con los gastos de la obra debía entregar dos mil pesetas para comprar los objetos del culto de la ermita, aunque se le concedió la gracia de rebajarle esta cantidad a sólo mil pesetas.
Autor: José Rivera Tubilla
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA: Asenjo Sedano, Carlos; “Arquitectura religiosa y civil de la ciudad de Guadix. Siglo XVI, págs 203-206; Pérez López, Santiago; “Las cofradías de Semana Santa en Guadix”
DOCUMENTACIÓN ESCRITA: Documentos varios del Archivo Histórico Diocesano de Guadix