La INTERCESIÓN de la VIRGEN de las ANGUSTIAS en Guadix a lo largo de la historia de nuestra ciudad.

ARTÍCULO PUBLICADO EN EL SEMANARIO “ACCI”, EL 12 DE NOVIEMBRE DE 1955, HACE 66 AÑOS, SOBRE LA PROTECCIÓN QUE NUESTRA PATRONA LA VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS HA DISPENSADO SIEMPRE A LA CIUDAD DE GUADIX

Maternal protección que la Virgen de las Angustias ha dispensado siempre a la ciudad de Guadix

¿Quién podría contar las lágrimas que nuestra Madre de las Angustias ha enjugado desde su trono de misericordia de la iglesia de San Diego?

Innumerables como las estrellas del cielo son, sin duda alguna las penas que Ella ha consolado; incalculable el bálsamo que ha derramado en los corazones de sus hijos, en todos los órdenes de la vida. Cada hijo de Guadix lleva escrita en su pecho una historia de favores recibidos de la Virgen de las Angustias, obtenidos mediante la oración y 1a súplica; sin contar los que sin darnos cuenta de ello hemos recibido todos de tan buena y cariñosa Madre.

Pero, no es intento, que sería vano e irresistible, los favores privados que Nuestra Señora ha dispensado a sus hijos. Tan solo queremos consignar aquí, algunas de las gracias públicas y extraordinarias que ha concedido a nuestra querida Ciudad.

El Cólera del año 1855.

Una de las calamidades públicas que azotaron a España a mediados del siglo pasado (s. XIX), fue el cólera morbo, que hizo su aparición en los comienzos del año 1855.

Poblaciones numerosas, lo mismo que pequeñas aldeas, experimentaron los azotes de la divina justicia, viendo morir a centenares de sus habitantes, e imperar por doquier la más espantosa desolación.

No dejó tan terrible calamidad de visitar también esta comarca.

Pero fue en Guadix tan benigna, y tan relativamente inferior el estrago producido, al de los pueblos vecinos, y de España entera, que Guadix poseído de gratitud a su prodigiosa Madre le celebró una solemnísima función de acción de gracias en la Santa Iglesia Catedral, donde estuvo la imagen hasta el 30 de septiembre, en que, terminado ya el contagio, se volvió con públicos festejos a su propia iglesia.

Pertinaz sequía del año 1858.

En el año de referencia, una pertinaz sequía desolaba los campos de este risueño valle, a mediados de otoño.

La segunda cosecha, que suele ser la que proporciona el pan del invierno, en esta población agrícola, estaba en gran parte perdida, y lo que aún era peor, alejadas las esperanzas de la próxima sementera del año siguiente.

Se celebraba la fiesta a Nuestra Señora de las Angustias en el segundo domingo de noviembre, solemnidad del Patrocinio de la Virgen.

El templo rebosaba de fieles, que acudieron a impetrar la misericordia del cielo por la intercesión de la Reina del mismo. Al comenzar la función, ni una nube empañaba el azul del firmamento, ni la más remota sospecha existía de que pudiera llover.

Llegó la hora del sermón a cargo en este día del presbítero don Ramón Espínola. Había disertado muy sólidamente acerca del poder que engendraron en el corazón de la Virgen, las Angustias del Calvario; y en el calor de la peroración, recogiendo las ansias del auditorio, se dirigió a la Virgen, hablándole de esta suerte:

«Pues que tu poder y misericordia son tan grandes, Madre de las Angustias, socorre a tu pueblo en esta necesidad: ¡Madre mía que llueva!»

Se concluyó el sermón, y media hora más tarde la misa solemne, disponiéndose los fieles a retirarse del templo; pero cosa prodigiosa, una lluvia abundante, torrencial, les impidió salir a la calle por largo espacio

de tiempo siendo aquella lluvia el principio de otras muchas que le siguieron. El hecho se aclamó en la ciudad como verdaderamente milagroso.

Formidable incendio extinguido.

Dos años más tarde de la fecha del anterior prodigio, se celebraba la solemnísima procesión de Nuestra Señora de las Angustias en el día de su fiesta.

La hermosísima imagen había recorrido la mayor parte del itinerario acostumbrado, entre las muestras de regocijo del pueblo, y ya volvía a su templo por la calle de la Gloria.

Y acaeció que una chispa de fuego, de las muchas que se disparan al paso de la procesión, hizo presa en el depósito de cáñamo situado junto a las casas de don José Oñate.

El voraz incendio, cebado en tan fácil combustible, convirtió el local en inmensa hoguera, en la que se levantaban montañas de rojizas llamas que amenazaban reducir a cenizas el caserío inmediato.

Las campanas de Santiago cesaron en sus alegres repiques, comenzando a tocar a fuego, y la alarma y el espanto cundió en todas partes.

Cuando todo esto ocurría, se alzó una voz potente gritando ¡Volved la Virgen! Volvieron la imagen, retrocediendo por el Osario, hasta dar vista al fuego, por la calle de Santiago. Y esto bastó. Las voraces llamas, como si se hubiera cerrado la boca del monstruo que las vomitaba, se apagaron.

Cesaron de tocar a fuego las campanas, volviendo a repicar alegremente como celebrando el triunfo de la Virgen.

Los terremotos.

En el año 1885, la hermosa región andaluza y muy particularmente la bella y pintoresca Granada, con toda su provincia, fue víctima de formidables temblores de tierra que causaron enormes daños en las poblaciones. En cambio, en nuestra ciudad no se tuvieron que lamentar desgracias de ningún género.

Desde entonces recurre a Ella en todas sus aflicciones y calamidades, librándose por su poderosa intercesión de las plagas que afligen a otros pueblos más o menos limítrofes de esta comarca.

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