La Diócesis de Guadix clausuró el Año de la Fe con una solemne Eucaristía en la catedral accitana, el pasado sábado 23 de noviembre. Mons. Ginés García puso fin a un año que ha marcado la vida de la diócesis en todos sus aspectos. Fuero muchos, muchísimos, los fieles que se dieron cita en la catedral para participar de tan histórico acontecimiento.
La Eucaristía con la que se clausuraba el Año de la Fe a nivel diocesano comenzó a las 11 de la mañana. Presidía el Obispo accitano, recién llegado de la Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, donde ha adquirido un notable protagonismo al ser nombrado para la terna de la que iba a salir el Secretario General de la Conferencia Episcopal. Concelebraron en la Eucaristía la mayor parte de los sacerdotes de la diócesis. Y fueron muchos los fieles que vinieron de todas las parroquias y que casi llenaron la catedral.
En el altar, había tres signos importantes: el agua, que recuerda el Bautismo, por el que se inicia la vida de la fe; el Cirio Pascual, que representa a Cristo Resucitado, fuente de fe y esperanza; y la reliquia del brazo de San Torcuato, el primer testigo del Evangelio, por el que entró la fe en tierras accitanas.
Comenzó la Eucaristía con el rito del agua que recuerda el Bautismo. Después, tras las Lecturas, el Obispo accitano pronunció una emotiva homilía sobre la fe, sobre lo que ha supuesto este Año en la diócesis accitana y, especialmente, sobre los compromisos a los que debe llevar un fe vivida. “¿Y ahora qué?” se preguntaba el prelado accitano haciendo alusión al tiempo que se abre tras la clausura del Año de la Fe. Mons. Ginés García reconocía que “estamos invitados a renovar la fe en el compromiso de saber lo que creemos y de vivir según lo que creemos.”
Y terminaba su homilía diciendo que “hemos de ser una Iglesia que se acerca a cada hombre o mujer, que se pone al lado en el camino, que se hace samaritana, que cura con el bálsamo de la misericordia, que anuncia el perdón y la salvación. Una Iglesia servidora de la humanidad, creíble por el amor. Tenemos que ser una Iglesia que crea esperanza, porque tiene razones para la esperanza. Nuestras parroquias tienen que ser comunidades vivas y alegres, verdadero hogar donde siempre hay un lugar para el que llega, para el que quiere compartir con nosotros la mesa y la palabra. Iglesia que se hace diálogo con todos, incluso con los que no nos miran bien o sospechan de nosotros. En definitiva, una Iglesia centrada en Dios y no en sí misma; una iglesia que ora y adora, que profesa la fe íntegra y celebra el don de la salvación; una iglesia comunión de hermanos para la salvación del mundo”.
Especialmente emotivos fueron dos momentos: uno, cuando se proclamó el credo que, en la clausura del Año de la Fe, resonó con más sentido que nuca; el otro fue cuando se realizó la colecta que, en esta ocasión, iba destinada a Cáritas Diocesana para ayudar a las familias más necesitadas.
Cabe destacar la participación de los coros Accyda y María Brizt, que acompañaron la celebración y formaron parte significativa de la misma con sus cantos, magníficamente interpretados. El Obispo, al final de la Eucaristía, los felicitó.
Sin duda que el Año de la Fe que acaba de terminar ha sido un año de gracia para la diócesis accitana y para todo el mundo. Un año que invita a seguir viviendo al fe con más intensidad que nunca. Como decía el Obispo de Guadix en la celebración de clausura, el Año de la Fe se ha terminado, pero el camino de la fe continua.
Antonio Gómez