El pasado viernes 21 de octubre, la villa de Zújar hacía justicia y honraba a uno de sus párrocos más ilustres, que lo fue durante 27 años en la localidad y que fue muy querido.
Enmarcada en la visita pastoral que el obispo está realizando a la villa, se inauguró, en la mañana del viernes 21 de octubre, una calle dedicada a Antonio González Ruiz, Párroco de Zújar desde 1920 hasta 1947 y artífice de la Coronación Canónica de la Patrona, la Virgen de la Cabeza, en 1926, la segunda imagen de María Santísima en coronarse de la diócesis de Guadix.
La Parroquia elevó al ayuntamiento de Zújar la solicitud para que el Callejón de la Iglesia, lugar donde está la casa parroquial, que fue domicilio de Antonio González, estuviera dedicado a él e hiciera justicia al cariño que le guardan los mayores de la localidad que lo conocieron en vida.
El pleno del ayuntamiento, con su alcalde Salvador a la cabeza, acordó dedicarle el Callejón de la Iglesia y se aprovechó la visita pastoral para que el obispo la inaugurara.
Con la solicitud, se entregó una breve biografía que explica muy bien el motivo y que dice así:
DON ANTONIO GONZÁLEZ RUÍZ, CURA,
UN DECHADO DE VIRTUDES
Por tradición oral y algunos escritos, se sabe del comportamiento ejemplar de don Antonio González Ruiz, presbítero cura de Zújar en un largo periodo de veintisiete años (1920-1947) que ejerció su ministerio sacerdotal en esta villa. Fueron años coincidentes con días de gloria de una parte, y de pesar de otra, porque afectaron hondamente al pueblo de Zújar. En el primer caso con la coronación canónica de la Virgen de la Cabeza en 1926, en el segundo con los años aciagos de la Guerra Civil (1936-1939).
Don Antonio, promotor y organizador con otras muchas personas, vecinos de Zújar, misioneros jesuitas, más las provenientes del Cabildo-Catedral de Guadix y todo un pueblo lleno de fervor, fueron testigos privilegiados del acontecimiento sin parangón de la coronación de la Virgen por el obispo de Guadix y Baza, don Ángel Marquina y Corrales.
Parafraseando algún párrafo que se inserta en la introducción para la publicación de la crónica de la coronación publicada con motivo del setenta y cinco aniversario del extraordinario evento, se observa que aquel escrito (la crónica), “es un documento lleno de eterna sabiduría y de la más valiosa doctrina pedagógica, rebosa un entusiasmo inmenso, una extraordinaria sencillez y fluidez de lenguaje al mismo tiempo que una especial elegancia en la expresión”, aunque su autor confiesa con humildad ser incapaz de hacer un relato digno, prefería que la hubiera realizado “una pluma más hábil”.
En su contenido pone al tanto de los habitantes de Zújar, de entonces, el rico patrimonio de las tradiciones religiosas de los pueblos y el amor de éste a la Virgen María en su advocación de la Cabeza, Copatrona de esta villa con el Ángel de la Guarda; asimismo del sentir mariano y del imán que ejerció y ejerce la Virgen en los zujareños de antes y de ahora, saludándola, aclamándola e invocándola para pedir su protección confiados en su concesión.
Don Antonio, autor del relato sobre la coronación, describe un proyecto religioso consistente en la preparación espiritual de la población por dos misioneros dirigido a mayores, a jóvenes y a niños durante los días anteriores a la coronación en los que se reitera en un programa de fe, de piedad y de amor, aclamando a la Virgen con todo entusiasmo, agasajándola con todos los afectos y depositando los pesares y preocupaciones, advirtiendo que no se paga a la Virgen y a su Hijo con ruidosas manifestaciones de culto externo, sino con amor a Ellos y a nuestros semejantes.
En la descripción de acontecimientos durante los días de Fiestas se observa en lo que dice, sirve en todo lo que vale de verdadera crónica histórica y religiosa del ayer y del hoy de nuestras Fiestas y así continúan casi intactas.
En los años aciagos de la Guerra Civil que fueron muy convulsos, vio cómo el personal encargado para el control, almacenamiento y administración de alimentos y otros objetos e incluso lugar de manifestaciones provocativas y soeces en que convirtieron la iglesia, le afectó grandemente. Con anterioridad la habían saqueado llevándose objetos de culto, desmontando retablos e imágenes que fueron destrozados y quemados en la Plaza, interviniendo directa o indirectamente una gran masa de población.
Estos acontecimientos provocarían las quejas de mucha gente y en especial del cura don Antonio. Lo detuvieron y le infringieron toda clase de vejaciones, calumnias, humillaciones, amenazas, etc. hasta el extremo de pasearlo por las calles del pueblo vestido con un mono y una gorra con las iniciales del anarquismo.
Don Antonio no tenía nada suyo, todo lo daba; conforme le llegaban donativos para su sustento los daba a los pobres. Cuando murió, el 18 de octubre de 1.947, se hizo una colecta para comprarle el féretro y el Ayuntamiento acordó en cabildo comprarle una corona y regalarle el lugar de enterramiento.
Estas y otras razones inducen a pensar en una rehabilitación de su memoria dedicándole una calle con su nombre, que se piensa pueda ser la que hoy se llama callejón de la Iglesia, llamándole calle del cura Don Antonio González Ruiz.