Entrega el pase en penaltis tras ir 2-0, al descomponerse tras la expulsión de Abel
RAFAEL LAMELAS.-
La Copa del Rey le hizo al Granada su mueca más burlesca. Cuando creía tener el pase bien agarrado, con un 2-0 firme al comienzo de la segunda parte, las circunstancias se lo birlaron tras una serie de encadenadas desdichas. Hubo que esperar a los penaltis para clavarle el destino más funesto. Todo sonreía a los rojiblancos tras una primera mitad atómica, donde puso ganas y fútbol para tener una renta aún más amplia ante un Betis cargado de chavales bastante inocuos. Decían que su técnico, Pepe Mel, consideraba la eliminatoria una distracción para su verdadero afán, el ascenso a Primera, pero si era así sólo lo disimuló regalando el acto inicial. Pronto sacó a relucir a sus mejores cañones disponibles y la armó gorda.
El Granada se hizo añicos tras la rigurosa expulsión de Abel, justo tras el salto de Emaná y Castro. Para cuando se igualaron de nuevo las fuerzas, tras una expulsión sevillana, el partido iba 2-2 y los rojiblancos entraban en decadencia. Algo se animaron los de Fabri, pero la tendencia al alza de los béticos pesó más en esta emotiva fase que desembocó en la prórroga, donde llevaron el peso del juego. El Granada soltaba zarpazos, como el boxeador acosado que trata de escabullirse de la esquina. Pero los relevos del banquillo no aportaron oxígeno y la rueda fatídica premió a Goitia, que detuvo el cuarto lanzamiento, de Geijo, a la postre definitivo.
La eliminación copera desanimará en cierto modo a una afición que ya barajaba la posibilidad de medirse a un rival de Primera división en la siguiente ronda, pero las sensaciones del primer tiempo disiparán a los que aventuraban que este Granada no tiene cuajo para Liga. Por lo menos, parece en el camino de la mejora, si no se solivianta ante las adversidades arbitrales. Los rojiblancos afrontaron con sobriedad la contienda, mejor compuestos con el 4-2-3-1, pero se desmembraron con diez y nunca volvieron a ser los mismos, pese a que lo intentaron a destajo. Lo hicieron a lomos de un futbolista temperamental en la sala de máquinas que se ganó el respeto del público.
Rico, toda una vida
Mikel Rico acaba de llegar pero parece llevar una vida en rojiblanco. Hacía tiempo que no se apreciaba un despliegue semejante en el ámbito físico. Aplica un ritmo elevado a sus acciones, aunque se sintió desvalido cuando perdió a Abel Gómez, su apoyo oscuro durante el arranque. El Betis empezó con un planteamiento cargado de centrocampistas inexpertos, que poco pudieron hacer ante el trote imperial de Rico, que estaba en todas partes. Con semejante colchón, los extremos locales se sentían liberados para percutir sin cesar. Collantes y Benítez encontraron una autopista y se asociaron con el cómplice perfecto. Un Carlos Calvo ubicuo, que lo mismo enfilaba por el centro que por las alas. En una aparición desde la derecha provocó el penalti que adelantó al Granada. Benítez chutó a la red y encaraba el encuentro.
El gol relajó algo a los de Fabri, que dejaron que el Betis retuviera el balón, aunque sin posibilidad de herida. El asunto se ponía propicio para el contraataque, pero se cortó con el descanso. La reanudación no pudo ser más agradecida para el Granada.
Fabri ordenó permuta en las bandas y Benítez arrancó el segundo tiempo desde la derecha. En su primera acción de choque le hicieron falta al borde del área. El mallorquín afrontó el libre directo y la ajustó a la esquina, sin opción para Goitia que sólo pudo observar la trayectoria con sus pies clavados. Era la justa recompensa al conjunto que estaba poniendo las ganas sobre el césped, pero la reacción en el banquillo visitante acarreó un terremoto. Mel mandó entrar a Castro y Emaná, dos auténticos talentos, sobre todo este último, del que no hay explicación para que lleve dos cursos sumido en la Segunda división con semejante clase. Llevaban dos minutos en el campo cuando el Granada perdió a un efectivo. Abel Gómez vio la segunda amarilla por una entrada algo destemplada, en la que el árbitro no midió en ningún momento que el centrocampista cargaba con una amonestación previa. Fabri trató de subsanar el vacío en la media con la incorporación de Óscar Pérez, desatendiendo la mediapunta que ocupaba Calvo. Pero la tirita apenas remedió la hemorragia, pues Emaná se instaló en la zona con puño de hierro. Lo mismo robaba en el centro, daba pases precisos o marcaba. El nigeriano compuso el 2-1, en una cadena de pifias rojiblancas, donde ninguno de los centrales consiguió despejar un balón que dio varios botes hasta que lo encajó Emaná en la red. La zaga, donde regresaba un Rubén que rozó la matrícula de honor, se inquietó ante la prestancia de la nueva dupla verdiblanca, pilla en su entendimiento con Israel o Sevilla, que se liberaron con la entrada de la pareja.
Emaná deslumbró a la grada con un pase entre líneas que aposentó Castro en el balcón del área. Caracoleó y se vio solo ante José Juan, al que rindió a placer. El Granada se deshacía por el sumidero, desconectado de ideas y sin tapón para obstaculizar al prodigio Emaná.
Cuando parecía que los locales iban a claudicar sin remedio, incapaces de contener la marea con diez hombres, el Betis se redujo a la misma condición al ver una roja Roversio. Pero la debilidad no cambió el plan de Mel, que consiguió que sus jugadores mantuvieran la misma actitud. Peor le fue a Fabri, que tiró de fondo de armario y le salieron ambos cambios ranas. Muriel, puro egoísmo, quiso alumbrar la jugada del siglo en ataque, desatendiendo cualquier obligación defensiva, obviando al resto de sus compañeros. Barrancos no le mejoró en demasía, frenando el caudal exterior de los rojiblancos, que habían dado algún susto en las últimas incursiones de Benítez antes de ser sustituido.
Había llegado la irremediable prórroga y el Granada seguía atorado, con el nudo en la garganta. Salva Sevilla era una amenaza a balón parado. En ese fragor, Mikel Rico estuvo a punto de marcar en un balón que empalmó desde fuera del área, en el rechace de un saque de esquina. Goitia estiró sus fibras para salvar a los suyos. Su destino era convertirse en héroe en una noche que dejó al Granada en mártir.
La tensión alcanzó un punto culminante con los penaltis donde se animaron a lanzar futbolistas muy variopintos, como los tres hombres que entraron de reemplazo. Marcaron Óscar Pérez, Lucena y Barrancos, dándole réplica los contrarios. Goitia alejó el chut de Geijo y entonces sí puso rictus fúnebre a los locales. Aún hubo tiempo para que Muriel marcara a lo ‘Panenka’, con la pelota llorando para entrar. Pero Dorado cerró con el 4-5 la clasificación del Betis y el golpe a la moral rojiblanca. El desgaste en inferioridad les mató sin reacción.
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