LA ROMERÍA A PAULENCA POR LA VIRGEN DE LA PAZ EN 1897
La historia de Paulenca siempre ha corrido paralela a la de Guadix cuyo territorio siempre ha sido parte del municipio accitano.
De época romana es la “Venus de Paulenca”, también fue una alquería en tiempo musulmán, la mayoría de sus tierras de cultivo le fueron donadas a la catedral en el reparto que hicieron los Reyes Católicos después que en 1489 el rey Zagal les entregara las llaves de la ciudad.
Desde el principio en que se restauró la diócesis el primer obispo, Fr. García de Quijada, se preocupó de que Paulenca tuviera su iglesia y su cura que atendía en lo espiritual a los fieles paulenqueros, quienes muy pronto tomaron como su patrona a la Virgen de la Paz, cuya fiesta celebran el próximo domingo día 22.
El redactor de “EL ACCITANO”, Aureliano del Castillo, cuenta cómo se celebraba a finales del s. XIX lo que en su tiempo era una romería de los vecinos de Guadix que se desplazaban hasta Paulenca para venerar a la Virgen de la Paz. A mi memoria llegan recuerdos de mi niñez yendo este día de merienda a Paulenca con mis padres y hermanos.
Esta es la crónica de la romería y fiesta de la Virgen de la Paz:
“Un día magnífico, un cielo despejado, una atmósfera pura y transparente, mucha alegría, mucha animación, mucha algazara y mucho bullicio, fueron las notas dominantes de la fiesta.
El camino que de esta ciudad conduce a Paulenca, donde se venera la Virgen de la Paz, inundado de gente durante el día y los cerros de las inmediaciones coronados de vistosos grupos o chispeantes meriendas de donde a cada momento se escapaban alegres malagueñas al compás de “rasqueada” guitarra, caracterizaban y mantenían viva la antigua costumbre.
Las atronadoras voces de los vendedores ambulantes, los chillones sonidos del necesario acordeón y los agudos gritos de los muchachos, formaban un extraño concierto que atronaba el espacio y que, sin embargo de lo desagradable, formaba la parte más ruidosa de la romería.
Muchas mesillas de turrón y muchos altares a Baco (puestos donde se vendía vino) eran los factores indispensables “sine qua non” de esta fiesta popular.
Allí en su modesta iglesia tiene lugar la religiosa ceremonia, por eso van los habitantes de Guadix a Paulenca a tomar parte en la alegría de los paulenqueros, por eso hay bailes, meriendas y regocijo que salta por todas partes y se manifiesta en todos los semblantes.
A las 10 de la mañana tuvo lugar la función de iglesia tan solemne como es costumbre. A las once y media salió en procesión Nuestra Señora de la Paz acompañada de su Hermandad y precedida del “Instituto musical accitano” que ha sido contratado para este fin. A la una tocaron escogidas piezas en el pórtico de la iglesia y con ello terminó la función.
Pero lo más brillante, lo sublime, el momento “piramidale” del día fue sin duda el desfile. Oleadas y oleadas de gente de todos los matices, grupos chillones y abigarrados volvían a sus respectivos hogares cansados ya de gozar… y ebrios de regocijo.
Las más bellas y distinguidas representaciones femeninas de la juventud accitana se dejaron admirar en el trayecto haciendo recordar a más de un aficionado a la historia el rapto de las Sabinas. ¡Oh, témpora…! En cuanto a los pollos, “la chic”, como diría un revistero de salones, constituía la parte más encumbrada del espectáculo.
Todos ellos lucían sus gentiles aposturas, ya sobre rancios “clavileños” de movilidad problemática, ya sobre fogosos corceles que ufanos caracoleaban sintiéndose orgullosos al llevar sobre sí tan preciosas cargas. ¡Cuánta escaramuza! ¡Cuánta carrera…!
Más de una romántica “demoiselle”, al ver tales prodigios, suspiró allá para sus adentros, recordando la Edad Media en que la altiva castellana colgaba la banda, premio del torneo, en el pecho de su caballero. ¡Oh mores! Aureliano del Castillo
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EL ACCITANO. AÑO III, nº 66 de 29-1-1893; AÑO VII, nº 276 de 24-1-1897