RICARDO RUIZ PÉREZ | GRANADA
El paisaje
El paisaje del Marquesado del Cenete conforma una estampa que con frecuencia sorprende a propios y extraños. La primera impresión la percibe el viajero cuando deja la Hoya de Guadix, impactante a su vez por su aspecto lunar de «malas tierras», y enfila las cuestas de la A-92 en dirección Almería. Surge entonces, como robado del cielo, este altiplano paramérico flanqueado por montañas.
El contraste con los cercanos bad-land de Guadix es lo primero que llama la atención. Es una llanura trapezoidal dominada por una extraordinaria horizontalidad y con todos sus puntos por encima de los mil metros sobre el nivel del mar. Pero no todo aquí es horizontalidad y monotonía esteparia. En sus bordes más largos crecen como hongos las elevadas montañas que encajan y cierran la meseta por el norte y sur. Entonces la visión del altiplano, si se está sobre él, no es en absoluto monótona. Si en dirección longitudinal la perspectiva cae pronto como en un horizonte marino, en sentido perpendicular las montañas llaman poderosamente la atención.
Sierra Nevada, donde se enclava el Puerto de La Ragua, es la que más sorprende por sus perfiles jóvenes, por su repentina elevación sobre el páramo. Es en invierno, con la llegada de las nieves, cuando ofrece su mejor cara. Entonces el altiplano semeja un trozo de estepa rusa cortada por las masas blancas de los Urales, y en las noches luneras el resplandor de la nieve baja al llano como latidos de un cíclope polar. Por el norte, la Sierra de Baza impresiona menos por sus más modestas altitudes y su piel apergaminada, aunque pronto se percibe en ella un vaho incierto de profundidad y misterio que no se acierta a adivinar. Un cielo en abanico lleno de aire y luz cierra este cuadro singular.
Los pueblos
Anchos horizontes y masas de luz no descubren, sin embargo, los pueblos del Marquesado. Siempre ha llamado la atención de geógrafos unos montes-isla levantados en la línea de contacto del llano con la sierra, que rompen por aquí el dominio de lo estepario. A su vera se recuestan la mayoría de las cabeceras municipales rodeadas de pequeñas vegas arboladas. Otros municipios, como Huéneja, se hunden en las sajaduras que abren los barrancos que bajan de la montaña. Tan sólo Albuñán y Cogollos se asolapan en la llanura como queriendo desafiarla. Salvo estas excepciones, todos los emplazamientos dan la impresión de que rehúyen el llano como si de él le llegaran enemigos invisibles e implacables, buscando, como contrapunto, la protección de la sierra hacia la cual se orientan y quedando fuera de las miradas de quien cruza la comarca.
Pueblos altos
Otras singularidades geográficas guardan estas poblaciones. Una de ellas es la imperceptible altitud a la que se alzan. Como acertadamente dijo Francisco Izquierdo, son las alturas andaluzas del olvido, porque casi nadie ignora y a nadie extraña que Trevélez, al otro lado de la sierra, se tenga por la población más alta de España; pero los buscadores de alturas insólitas se quedarían perplejos de saber que casi todos los lugares de nuestro altiplano están por encima de los 1.275 metros. Es más, frente a nosotros, trepando por las laderas de la Sierra de Baza, está el humilde Charches que, con sus casi 1.500 metros, toca el techo de Trevélez. Incluso Cogollos y Albuñán, que semejan pueblos manchegos con sus campanarios airosos recibiendo el viento horizontal del llano, están por encima de los 1.200 metros.
La orografía del terreno y la historia han condicionado la fisonomía de estos pueblos. La parte antigua recuerda la estética andalusí y morisca. Es un urbanismo ecológico, ya que no invade zonas irrigables y sus calles y casas se adaptan a las pendientes. Las viviendas, con algunos cobertizos y adarves, son blancas y de módulo irregular. Sus balcones de pecho, puertas y ventanucos determinan una fachada anárquica de imposible simetría, donde son frecuentes los tinaos. Por su parte, el espacio creado por los cristianos tras la Repoblación, ocupa la zona más llana y es de calles más rectas y anchas, en las que vuelan balcones castellanos.
Adarve: Anchurón urbano que a modo de patio común sirve a varias viviendas. Se accede a él por callejón con o sin cobertizo
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