PRESENTACIÓN CONCIERTO NAVIDAD 50 ANIVERSARIO:
Doraban los árboles su melena al sol de 1921. En la madrileña calle de Embajadores, nº 53, nace, para el concierto de la Historia, una vida diminuta, sencilla y por ello prodigiosa: Carlos Ros González.
Veinte años más tarde, el vigor de su juventud, fuertemente zarandeada, sincroniza, en clave de amor eterno, con un Guadix necesitado de toda clase de bienes. Y se entrega.
Aquí agarra, transplantado y en poco tiempo frondoso, aquel jovencísimo misacantano de un 2 de abril de 1949, muy cerca de esta misma plazuela unos pocos pasos arriba, en la Iglesia de San Agustín. Junto a ella, el Seminario Menor de San Torcuato, semillero y crisol, Schola Cantorum y en él, el sacerdote y maestro de tantos y tantos…
Año del Señor de 1956. Escolanía. Con todas las bendiciones y apoyo episcopal de D. Rafael Álvarez Lara ocupa la línea de salida de lo que iba a ser su gran fontana de conciertos por el mundo. Salida inmejorable y distintivo para siempre: Cantan ala Inmaculada Concepción de María en aquella su primera novena del 56.
Desde aquel diciembre D. Carlos Ros y su Escolanía, los cantores de la Virgen, los ruiseñores de la Alambra, han inundado Guadix y han cantado por el mundo.
Los niños cantores de D. Carlos, inagotable manantial de melodías, han adornado con sus voces los rincones más bellos de aquí y de allá: León, Bruselas, Salamanca, Loreto, Santiago de Compostela, San Pedro de Roma y una larga cadena de lugares –muchos de ellos repetidos- en Alemania, Austria, Bélgica, Francia, Holanda, Italia, Portugal y Reino Unido.
Entre las infinitas vivencias, he aquí una de tantas conservada para la posteridad:
Italia. Congreso Internacional de Pueri Cantores, como muchas otras veces. En esta ocasión, un lugar de privilegio para cantar a María en su Santuario de Loreto. A nuestra Escolanía le corresponde pregonar la Gloria al Señor del Mesías de Haendel. Y no está el organista. Lo suple, sin partitura, en improvisada emergencia, el célebre compositor italiano Adamo Volpi, a quien vemos feliz y espontáneo.
Desde los primeros años, (1957) sus voces al cielo y sus pies en la tierra. Desde el cementerio cantan a la vida.
Siempre y en todo lugar pregonan las maravillas de Dios pero nunca lo hacen tan exquisitamente como cuando cantan al milagro del amor hecho alimento en Eucaristía. En incontables ocasiones –para quien más- han vibrado y vibran ante su divina y sencilla presencia. Para ello nacieron y con ese objetivo D. Carlos los hizo caminantes conocidos y asiduos por las rutas de Europa: Santuarios, Basílicas, Congresos, Plazas, acontecimientos sociales, familiares, inauguraciones… en todos ellos se puede escuchar la armonía hecha alabanza.
No olvida D. Carlos un aspecto fundamental y previo a la íntima satisfacción musical: la disciplina, el estudio, la escuela. Estos son, ¡qué bien hablan las imágenes!, la primera promoción de escolanos, cimiento y base sobre la que centra el fundador toda su energía hasta dar forma y pulimentar no solo numerosas generaciones de alumnos, también abundantes promociones de maestros.
Otra iniciativa de gran interés causó admiración y alegría. Feliz despertar de concertistas –alguno de talla internacional como Carmelo Parrilla- conocieron y amaron la guitarra en la Rondalla de la Escolanía. Los conducía el cálido empuje de los inolvidables accitanos hermanos Cándido y Francisco, magníficos colaboradores de D. Carlos y maestros de maestros de felicísimo recuerdo.
Catedral-Escolanía, simbiosis de artes distintas pero convergentes en la admirable competición parta alabar al Creador.
Voces infantiles sacuden y dan vida a la reciedumbre centenaria de las bóvedas de nuestra Catedral. Cualquier domingo es bueno para ello. Por Navidad o por Pascua de Resurrección, para San Torcuato o para la Virgen de las Angustias. Y si de cantar se trata a su Inmaculada Concepción ahí lucen los seises sus mejores galas con desenvoltura y gracia al vivir en plenitud la festividad de la Purísima.
Ricos ramilletes, gavilla y haces de mies para la historia. En ellos cada quien ha aportado su granito y D. Carlos la fuerza motriz, la imprescindible disciplina y su brazo director,
Con este diario laboreo en la no fácil besana de la investigación musical D. Carlos ha hundido bien la reja y ha convertido en melodías vivas las composiciones musicales más exquisitas de todos los tiempos y de todos los autores.
Naturalmente Guadix debe a D. Carlos, (desde 1977 su preclaro hijo adoptivo), el gozo del capítulo más bello, pleno de luz y de música, de toda su historia.
En su escuela han florecido, como un mayo inacabable músicos, maestros, concertistas, directores corales y tantos otros de a pie; todos le rodean con veneración filial. Autoridades, personalidades, mecenas, el pueblo sencillo, los niños, los obispos y los papas que le han recibido y le han escuchado, todos le decimos aquí y ahora, a coro y con nuestro abrazo:
Don Carlos, gracias, infinitas gracias.
José Luis Campoy Gómez