El obispo de Guadix Fray Juan de Araoz, el Cabildo de la catedral y la Justicia y Regimiento
La historia de la Humanidad está plagada de acontecimientos que los hombres han tratado de explicar desde un punto de vista mágico y misterioso. Los más imprevisibles sucesos naturales catastróficos como epidemias, terremotos, riadas, las carestías y hambrunas ocasionadas por las sequías o la langosta alteraron la vida cotidiana durante el Medievo y la Edad Moderna. Ante estos sucesos al hombre no le quedaba más remedio que encomendarse al Altísimo y merecer su divina misericordia. Para ello no existían más recetas que las rogativas y las manifestaciones religiosas, entre las que ocupaban lugar primordial los votos, con los que creían obtener la clemencia del Todopoderoso, poniendo por intercesores a los santos.
El voto era –y sigue siendo dado su establecimiento a perpetuidad- un acto de agradecimiento a la providencia divina por su benéfica intervención en coyunturas difíciles y especialmente trágicas. De éstas hubo muchas en los pasados siglos, dadas las calamidades naturales y los escasos medios de los que se disponían para superar las contingencias de las penosas condiciones de vida.
Guadix no se libró de estas plagas. En 1627 estaba padeciendo el temido “tabardillo”, enfermedad parecida al tifus, con fiebre alta y continua, alteraciones nerviosas y sanguíneas, y una erupción que cubría todo el cuerpo. Ante esta situación, y con la mentalidad del siglo XVII, el obispo redacta el siguiente edicto:
“Su Sa Illma el Sr Don fray Juan de Araoz por la gracia de Dios y de la Santa Sede appca obispo de Guadix y Baza, predicador de su Mad y de su consejo y los Señores Deán y Cabildo de esta Santa iglesia y la Justicia y Regimiento de esta ciudad experimentando de más de cuatro años a esta parte las enfermedades tan peligrosas que esta ciudad y su tierra padecen y particularmente el contagio de tabardillo y considerando que semejantes plagas las envía Dios por los pecados de los hombres y quebrantamiento de su santa ley y que para aplacar la ira de su divina Magd los más eficaces remedios son ayunos, oraciones, sacrificios y en primer lugar ponerse en gracia suya, y así mismo invocar el patrocinio de los santos, por cuyo medio nuestras oraciones en la presente necesidad vayan encaminadas a Dios, el primer paso que para conseguir su divina gracia se dio fue proponer el señor Don Pedro de Ayala Manrique, Corregidor de esta ciudad en su Cabildo y ayuntamiento, con su religioso y santo celo y el que en las obras de piedad y misericordia acostumbra como celador del bien común y particular de todos, que sería bien elegir un santo que sea intercesor y abogado de esta república (ciudad) y que intercediendo por nosotros alcance misericordia de Dios en esta aflicción, y asintiendo su Cabildo a tan pía y santa proposición de común acuerdo decretó que de todos los santos que celebra la Iglesia este mes de Julio (añadiendo al santísimo santo Antonio de Padua de la seráfica orden de S. Francisco) sus nombres se escribiesen en cédulas y se echasen en una urna y que un niño inocente sacase una y el santo que saliese quedase por patrón electo para que por su intercesión y ruego Nuestro Señor sea servido de mejorar el estado y falta de salud que hoy se padece y la ciudad haga voto de no comer carne la víspera de su festividad y guardarle su día en el cual se haya de hacer una fiesta en cada un año, el mismo día, con procesión solemne, juntos los dos Cabildos, desde la Santa Iglesia al convento de S. Francisco de esta ciudad según y cómo se hace el día de S. Agustín por la obligación del voto que la ciudad hizo el año de 1574 por la plaga de la langosta de que entonces se padecía, y dando la ciudad parte de este negocio por sus comisarios al Sr. Licenciado Don Antonio Calderón, Gobernador de este obispado en ausencia de su Ilma, y a los Sres Deán y Cabildo loaron y aprobaron tan justo intento con que procurando la ciudad llevar adelante su santo celo, el sábado pasado que se contaron cinco de este presente mes de Julio juntos capitularmente pusieron en ejecución su acuerdo y echaron las cédulas en la forma dicha y sacando una pareció tener el nombre del Glorioso S. Buenaventura, doctor de la Iglesia, y gozosos con la suerte de tan gran santo hicieron el dicho voto según y de la forma que está dicha y dando cuenta por sus diputados de lo hecho al Sr. Obispo aprobó el voto y su Ilma propuso a los Sres. Deán y Cabildo, estando capitularmente en su cabildo, el dicho voto para que se conformasen en todo con él y votasen lo mismo y los dichos Sres lo hicieron así y asintieron en todo lo que la ciudad había votado, todo lo cual aprobó y confirmó el Sr. Obispo y mandó a los curas de las iglesias exhorten a los fieles se dispongan limpiando sus conciencias por medio del sacramento de la penitencia y comulgando y supliquen a Nuestro Señor use de su acostumbrada misericordia en los castigos que por nuestros pecados nos envía y que se haga notorio en los púlpitos esta determinación y solemnidad para que en todo tiempo haya noticia de ella y así mismo que en los archivos de ambos cabildos se guarden los escritos originales de este voto y el original de este edicto que es hecho en la ciudad de Guadix a 14 de Julio de 1631.
Fuente: Archivo Histórico Diocesano de Guadix
Autor: José Rivera Tubilla