Las cuevas se siguen construyendo con las mismas herramientas de siglos, sacrificio y esfuerzo
20.06.10 – 01:51 – J. J. PÉREZ | GUADIX.
¿Cómo se construye una cueva? Para dar respuesta a esta pregunta Juan Miguel Molina nos enseña sus manos encallecidas y dice: «Así». Juan Miguel Molina es uno de los discípulos de Pepe Ruiz, maestro constructor y restaurador de cuevas y con su gesto nos pone de manifiesto que la tarea de excavar se compone de sacrificio y esfuerzo como algunas.
El pico y muy pocos elementos mecánicos modernos se utilizan para hurgar en las entrañas de la tierra. De este trabajo nacen, como viviendas humildes, para convertirse en elemento definitorio por excelencia de las comarcas de la provincia de Granada.
El maestro picador de Benalúa considera que las cuevas son una joya menospreciada por sus moradores y, en general, por los vecinos de Andalucía, «si estuviesen en Francia esto sería Saint-Tropez» asevera rotundamente Pepe Ruiz y sin miedo a que sus palabras suenen a exageración. José, después de muchos años excavando y restaurando cuevas conoce bien la tierra que pisa o, mejor dicho, que excava.
Cuando Pepe habla de las cuevas lo hace utilizando términos que casi le confieren personalidad: sudan, hablan, respiran, transpiran, enferman,… tienen pies y hombros y tanto es así que, en las palabras de Pepe, sólo les falta tener latidos. A Pepe no le falta pasión para hablar de su oficio. A lo largo de los últimos años su trabajo ha consistido en hacer que las cuevas recuperen su autoestima, «la mayoría ya existían, pero eran infraviviendas, pero mi empeño ha sido hacer que dejasen la miseria y traerlas a las comodidades y los lujos actuales».
Vida propia
En Purullena, José Rojas, otro picador de cuevas, ya retirado, también habla de ellas como si estuviesen dotadas de vida propia. Rojas dice que excavar en un cerro es enfrentarse a una caja de sorpresas, un misterio que avanza hasta el final de su construcción. Para este picador hay que cuidarlas como a un cuerpo, si algo va mal, todo lo demás comienza a fallar, «todo forma parte del mismo organismo». Construidas antiguamente sin la intervención de arquitectos, las formas y volúmenes dependen en gran medida de las características del terreno en la que hayan sido excavadas, y de la originalidad y necesidades del que las construye.
Rojas y Ruiz coinciden cuando dicen que no se parece en nada a una casa convencional. Por esta razón el picador de cuevas tiene una formación muy distinta a la de un albañil. Rojas asegura que es una formación empírica, conseguida año a año de experiencia, «incluso generación a generación». Prácticamente la construcción de una vivienda excavada en la arcilla supondrá hacerla en negativo. Por eso, Ruiz marca distancia con los albañiles y diferencia el oficio de picador como algo completamente distinto.
Uno de los elementos fundamentales a la hora de la construcción de una vivienda en cueva es la elección del cerro. Según Rojas, el terreno debe de tener ladera para facilitar la evacuación de las aguas pluviales. Al mismo tiempo la cantidad de la tierra que quede sobre las bóvedas es un elemento que se ha de tener en cuenta. Rojas habla, como medida aproximada, de 3 metros desde el arco a la superficie del terreno. Ruiz dice que la tierra no ha de ser ni mucha ni poca. Poca tierra facilitaría las filtraciones, mucha tierra aumentaría las cargas que deben soportar los arcos.
Tanto un picador como otro tienen claro que la resistencia de la cueva vendrá dada por el arco. El arco será mayor o menor dependiendo de la anchura de la galería y de la calidad del terreno. En las proporciones de Rojas, la altura del arco supondrá entre un 25 y un 30% de la anchura de la galería excavada. Ruiz advierte del peligro que suponen los techos planos en las cuevas, puesto que no distribuyen las cargas hacia los pies. El principio es el mismo, explica Ruiz sobre un papel, es el mismo que el de las catedrales románicas.
En una vivienda de nueva construcción, será fundamental elegir la orientación de la cueva. El sol resulta fundamental, por lo que el corte del cerro deberá de hacerse buscando el mayor número de horas de sol. Una vez que se hace este corte vertical en el terreno «el picador ya debe de saber lo que da de sí la tierra», explica Ruiz. Aunque siempre será la tierra la que tenga la última palabra.
Planos
La forma del cerro determinará los planes iniciales a la hora de hacer la cueva. «Se hacen planos y con la experiencia del picador se puede saber con antelación cómo será». Dependiendo de la anchura y profundidad del cerro se deberá de pensar en la distribución de las habitaciones. La lógica, según explica Ruiz, impone que las habitaciones de más uso durante el día -salón y cocina- estén en la primera parte de la cueva. Aquí es posible hacer ventanas que permitan la entrada de luz y ventilación.
La construcción de una buena cueva es como los buenos guisos, se hace a fuego lento. No hay que tener prisas. Las máquinas se usan para los grandes movimientos de tierra, «aunque hay que tener cuidado con ellas porque a veces pueden hacer daño al cerro», explica Ruiz. El trabajo final de la cueva se hace siempre con picos, sudor y paciencia. Los picos son del tamaño de la palma de la mano de un hombre adulto. Aunque están afiliados, a simple vista parece que sólo son capaces de hacer pequeños arañazos en la arcilla.
La auténtica cueva, según Pepe, es aquella que muestra las señales del pico en el terreno. Esas pequeñas heridas dejadas por el pico y que son la muestra de que se trata de un trabajo artesanal a gran escala. Las señales del pico en la arcilla son también el primer paso de la decoración. De formas redondeadas y tan caprichosas como el terreno que las alberga las cuevas pueden ser un reto a la imaginación y el buen gusto de sus moradores. Pepe Ruiz, especialista en restauración en cuevas lo deja claro en el lema de su empresa: «Restaurar una cueva no es hacer obra, es saber lo que hay que hacer». La cueva tiene vida propia y debe estar siempre dispuesta a ampliaciones y cambios.
En relación a los recientes derrumbes producidos en cuevas de las comarcas del norte de la provincia, Pepe Ruiz advierte que en todos los casos se trata de cuevas «enfermas». Según el picador, se han producido modificaciones, malas instalaciones u obras que han alterado las condiciones de estabilidad del terreno. En este punto él se muestra beligerante contra el uso del cemento, del que dice que es un «crimen». El cemento, según el picador, impide que el cerro «respire» y, con ello, que la cueva se venga abajo.
Bin Laden
Se trata de viviendas a prueba de bombas. Pepe Ruiz bromea y dice que «los americanos no han podido encontrar a Bin Laden porque se escondía en cuevas». Pero no es una broma. La compactación del terreno a lo largo de siglos y milenios la convierten en una de las viviendas más resistentes a los bombardeos.
Sí, Manuel Aranda, propietario del complejo turístico Cuevas del Tío Tobas, confirma que los más potentes misiles sólo tienen una capacidad de penetración en un terreno arcilloso de ocho metros y así quedó demostrado sobre el terreno en Afganistán, un terreno muy parecido al de la comarca accitana, según el empresario. Por contra, Aranda asegura que «los 2 aviones que impactaron contra las Torres Gemelas no hubieran podido destruir nuestros barrios de cuevas».
Ruiz pone otro ejemplo mucho más cercano y está en el barrio de la estación de Guadix que fue bombardeado como un punto estratégico durante la guerra civil, «de las construcciones no quedó piedra sobre piedra, mientras que las cuevas sufrieron escasos daños» y continúa con un gesto con sus manos que refuerzan sus palabras.
Otro dato de la seguridad de las cuevas es que éstas soportan los riesgos sísmicos mejor que las viviendas convencionales. La compactación del terreno de miles de millones de años es más segura que el cemento, según Aranda.
«La falta de mantenimiento adecuado de las viviendas supone un peligro mayor que en el caso de las cuevas», argumenta Aranda, y, como ejemplo de ello, dice que miles de casas anualmente son declaradas en ruina ante la falta de mantenimiento y peligro que generan.
«Ninguna vivienda se ha mantenido en el tiempo más de 1.000 años sin mantenimiento y sigue viva, sin embargo, las cuevas históricas y medievales de la provincia de Granada» continúan en pie, según Aranda. El empresario turístico da más datos para defender la seguridad de las cuevas, porque «muchas cuevas en Granada de más de 1.000 años de antigüedad siguen vivas sin mantenimiento y 5.157 están abandonadas durante más de 50 años, de éstas, pocas se han caído a pesar de que han soportado grandes tormentas, terremotos, etc.
Más beneficios
Pepe Ruiz no puede evitar mostrar su pasión por estas viviendas. Hace cuevas, vive en cuevas y piensa las 24 horas del día en cuevas, «los que vivimos en ellas nos conservamos mejor», bromea. La cueva, para Pepe es una protección natural contra todo tipo de radiaciones, «como las solares, las de los móviles, del ruido, del calor, del frío.
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